El techo de las tasas todavía no está cerca y el Banxico va a seguir moviéndose en paralelo a la Reserva Federal por algunos meses.
¿Hasta dónde tendrá que llegar el nivel de las tasas de
interés en México para poder frenar la inflación?
La decisión del Banco de México de incrementar en tres
cuartos de punto su tasa de referencia el día de ayer no fue sorpresiva.
Pero, si hace seis meses alguien hubiera dicho que
estaríamos en un nivel de 9.25 por ciento en septiembre, la mayoría
no lo hubiera creído.
Las últimas ocasiones en las que se han tomado decisiones de
política monetaria, el Banco de México ha decidido actuar en espejo
respecto a lo que ha hecho la Reserva Federal de Estados Unidos y de esta
manera ha logrado mantener una relativa estabilidad financiera en el país.
Sin embargo, así como el incremento de tasas en Estados
Unidos no ha sido suficiente para contener de modo claro el crecimiento de los
precios, pareciera que en el caso de México, el alza de tasas no ha
logrado contener aún la inflación.
Aunque en las últimas quincenas el índice de precios al
consumidor no ha subido más, la llamada inflación subyacente, que es la
que el Banco de México observa con mayor atención pues mide mejor la presión
inflacionaria, sí ha seguido con una tendencia hacia arriba.
En la primera quincena de septiembre esta variable tuvo un
incremento anual de 8.3 por ciento. Un mes antes fue de 8 por ciento.
Y tres meses antes era de 7.4 por ciento.
En realidad hasta que la inflación subyacente tenga una
clara tendencia a la baja, y hasta que las expectativas de inflación estén
ancladas en niveles más bajos se podría terminar el ciclo alcista de las tasas.
De hecho, en Estados Unidos existe la perspectiva de
que durará quizás todo 2023.
¿En qué medida el Banco de México seguiría esa misma
trayectoria?
Es probable que mientras el ciclo alcista continúe, la Junta
del Banxico valore seguir la huella de la Reserva Federal, pero no debe
descartarse que en algún momento del siguiente año pudieran empezar a
separarse.
El riesgo que existiría con ello es que quizás pudieran
surgir más presiones sobre el tipo de cambio, lo que a su vez generaría una
mayor presión inflacionaria y una sensación de mayor inestabilidad en los
mercados financieros.
Pero, por otra parte, si el Banco de México llega a tener
tasas de 11 por ciento, como algunos han pronosticado, y la reducción resultara
muy modesta, en ese caso, quizás la permanencia de costos elevados del
crédito le pegara a la actividad económica por un periodo prolongado.
Creo que la prioridad del Banco Central seguirá siendo la
estabilidad económica, pues eso está en su mandato constitucional.
En una perspectiva de largo plazo no habrá gran diferencia
si en 2023 la economía crece a 1 por ciento o si crece a 2.5 por ciento.
Sin embargo, sí habría una gran diferencia en una
circunstancia en la cual se concluye el sexenio con una crisis
financiera respecto a otra en donde, a pesar de un relativo estancamiento
económico, la situación en materia de tipo de cambio e inflación se mantiene
relativamente bajo control.
Incluso, creo que las principales calificadoras ya han
señalado que aunque sí están preocupadas por el bajo crecimiento de México,
seguramente lo estarían más por una condición de inestabilidad.
Es más factible que se conserve el grado de inversión de la
deuda soberana con una economía que crezca poco y no con una economía que
crezca más, pero en medio de la inestabilidad.
Me parece que el techo de las tasas todavía no está
cerca y que el Banxico va a seguir moviéndose en paralelo a la Reserva
Federal por algunos meses.
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