Alberto ha estado presente como papá desde que nació
Santiago. Se ha involucrado al cien por ciento en el desarrollo del niño, pues
lo lleva a terapias y ha buscado lugares para que sea atendido
Ser papá de un niño con autismo representa un camino de
mucha perseverancia, en el cual se aprende a ser paciente y aceptar una
realidad distinta al rol convencional que imaginamos cuando nos hablan de un
padre.
Alberto Corona Loayza es papá de Santiago, un pequeño quien
a los tres años comenzó a presentar ciertos síntomas que más tarde le llevaron
a ser diagnosticado con autismo.
“Empiezan a ver conductas inusuales, no te voltean a ver,
como si no te escucharan. Entonces, les comienzas a hacer estudios, Santiago,
por ejemplo, aprendió a caminar de manera tardía, empezó a decir algunas
palabras y luego las dejó de decir, así me di cuenta que había algo diferente
en mi hijo”, relata Alberto.
Así, a Santiago se le hicieron una serie de exámenes y
pruebas, finalmente en un hospital de la Ciudad de México se le diagnosticó con
autismo; sin embargo, tras conocer los resultados de dichos estudios, Alberto
nunca se detuvo a preguntarse: ¿Por qué?, pues su primer pensamiento siempre
fue el de salir adelante con su hijo.
“Siempre dijimos: vamos a salir adelante, a sacar a
Santiago, y nos hemos enfocado en eso. Al final lo tomé (el diagnóstico) como
algo que no puedo cambiar y que no puedo tirarme al drama”, explica.
Si bien Alberto ha estado presente como papá desde el
primer día en que nació Santiago, luego de conocer la condición autista del
pequeño, ha estado cien por ciento involucrado en el desarrollo del niño, pues
lo lleva a terapias y ha buscado lugares para que sea atendido.
“En 2018 la escuela
particular donde estudiaba nos comentó que ya no tenían las herramientas para
brindarle una buena atención a Santiago, entonces buscamos hasta cinco escuelas
particulares donde ofertan atención a niños con condiciones especiales, pero todas
lo rechazaron”, comenta.
En ese momento fue cuando Alberto se sintió frustrado, pues
no sabía si su hijo sería aceptado en alguna institución o qué pasaría con él,
fue así que conoció el Centro de Atención Múltiple (CAM-5), donde existe una
escuela pública para niños con autismo, ahí inició un camino lleno de avances
para el pequeño Santiago, quien actualmente tiene 9 años.
Aunque se sabe un papá involucrado en temas relacionados con
la condición autista de su hijo, Alberto no deja de reconocer que la mamá de
Santiago, de quien hoy está separado, también se ha convertido en un pilar para
el niño.
Asegura que la mamá del pequeño siempre ha estado
presente en todo, en consultas, hospitales, entre otras situaciones, pues ambos
buscan impulsar la independencia de Santiago, quien es una prioridad en sus
vidas.
Camino de sacrificios
Enfocado en la crianza de Santiago, Alberto ha tenido que
sortear algunos obstáculos personales, económicos y profesionales, pese a ello,
se dice afortunado por tener una familia que siempre lo apoya.
Justo en el 2018, cuando buscaban escuelas para Santiago,
Alberto salió de un trabajo y en ese momento decide no trabajar en una oficina,
pues su hijo necesitaba tiempo.
“Necesitábamos saber qué íbamos a hacer, a dónde lo íbamos a
meter a la escuela, entonces decidimos que la mamá de Santi continué con su
trabajo, pues ella es maestra y su horario sólo era de 7 a 3 de la tarde”, relata.
Fue de esta manera que Alberto comenzó a tener un papel
importante en el cuidado de su hijo, y descubrió el camino del
emprendimiento y los sacrificios.
Sí hay sacrificios grandes. Pausas el desarrollo personal y
profesional, pero yo decidí hacerlo así, no me arrepiento de nada.
Sin un trabajo normal o de oficina, Alberto fue
conductor de la plataforma de Uber, luego intentó emprender dos negocios, los
cuales no funcionaron, pero a pesar de esto, él tenía el tiempo para ver a su
hijo y buscar, en aquel entonces, a dónde iría a la escuela.
Hace aproximadamente un año y medio, se le abrió la
oportunidad de abrir “Mr. Tamal”, el negocio de tamales que actualmente le ha
permitido tener ingresos estables, y es que, asegura, tener un niño con autismo
también representa un gasto económico importante, ya que Santiago toma
medicamentos que suelen terminarse cada cuatro días.
“No ha sido fácil.
Después de que tienes cierta estabilidad, al no tener un ingreso fijo o saber
qué sigue, sí te viene una caída económica brutal, de la que te levantas con
mucho trabajo.
A la fecha me sigo levantando, porque dejas de lado todo y
priorizas otras cosas, pero vale la pena, porque el desarrollo de tu hijo
depende de ti”, narra.
Apoyo de la familia
Pensar en el futuro y sentir miedo es inevitable para
Alberto. Reconoce que como papá se ha puesto a pensar en qué pasará con
Santiago cuando él y la mamá del pequeño estén grandes o lleguen a faltar;
también se ha preguntado si su hijo logrará una total independencia y podrá
tener una vida normal.
Además, el no contar con un sueldo fijo, llega a pesar. Pese
a esto, dichos pensamientos no le ganan al total apoyo que recibe por parte de
su familia.
“La frustración
siempre la he manejado diciéndome: estoy más cerca de lograrlo, y algo que me
ha hecho seguir es mi núcleo familiar, porque hay días en que Santiago está
mal, el negocio no camina, y sientes que ya no puedes.
Pero lo que no me deja tirarme por completo son mis papás.
Mi mamá es el pilar donde digo: no estoy solo. Este apoyo incondicional de mi
familia y de la familia de la mamá de Santi no me ha permitido caer, porque sin
ellos estaría en el hoyo”, expresa con agradecimiento.
Aunque quisiera que el desarrollo de Santi fuera muy rápido,
Alberto asegura que en el corto plazo le gustaría que su hijo tuviera una
comunicación más eficiente.
Alberto advierte que el camino de un padre con un hijo
autista es largo, pero ha aprendido a disfrutarlo, a amar la realidad de
su hijo y la suya.
“La vida de un papá con un hijo autista también es muy
bonita, ya dejé de anhelar otra vida, y me he enfocado en lo que puedo soñar
con Santiago y lo que sí puede llegar. Como papá, la mayor satisfacción es ver
cada pasito que da”, finaliza Alberto.
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