La oportunidad de atraer a un gran volumen de empresas que quieren reubicarse cerca del mercado estadounidense existe, es real.
La inversión pública realizada en el primer
trimestre de 2022 fue inferior en 4 por ciento a la del mismo
periodo de 2019.
Aunque ha crecido recientemente, no ha recuperado ni
siquiera el nivel con el que comenzó esta administración.
A algunos puede sorprender este comportamiento, ya que se
piensa que las megaobras que el actual gobierno impulsa, como el
aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el Tren
Transístmico, deberían haber empujado la inversión del sector público a
niveles elevados.
La realidad es que se han quedado cortas.
No han sido suficientes para compensar el recorte de las
inversiones del Estado en otros rubros.
El gasto público programable, es decir, el realizado en
bienes y servicios, en 2021 fue superior en 11.1 por ciento en términos reales
al efectuado en 2018.
Es decir, el gasto público sí ha crecido, pero no ha
pasado lo mismo con la inversión.
El gasto inercial genera presiones fuertes sobre las
erogaciones del gobierno.
Uno de los rubros que más ha crecido es el pago de las
pensiones, que en los primeros tres años del actual gobierno creció en
16.7 por ciento en términos reales y en los primeros cuatro meses de 2022
reporta otro crecimiento de 6.2 por ciento.
Es decir, las restricciones que imponen este tipo de gastos,
así como los comprometidos con los programas sociales, son uno de los factores
que han limitado el posible crecimiento de la inversión pública.
El problema se agrava porque en esta administración
también se ha caído la inversión privada.
Aunque en los últimos trimestres la tendencia ha sido al
alza, de acuerdo con la información que ayer dio a conocer el Inegi, el volumen
de inversión privada que se realizó en el periodo enero-marzo de este año
es inferior en 11 por ciento a la del mismo lapso de 2019, es decir, en el
primer trimestre completo de esta administración.
De hecho, el nivel actual es inferior en 12 por ciento al
máximo histórico, que se presentó en el primer trimestre de 2018.
No sorprenden las cifras ni las tendencias. Tenemos un
entorno económico en el que ha sido difícil mantener la inversión.
Primero, se cayó por la incertidumbre derivada de la llegada
del nuevo gobierno. Apenas iba poco más de un año y llegó la pandemia y con
ella se propició un derrumbe de los niveles de inversión. Y, el proceso de
recuperación ha sido lento y titubeante.
La semana pasada, el presidente del Consejo Mexicano de
Negocios, Antonio del Valle, hombre proclive a buscar acuerdos con el
gobierno más que a identificar diferencias, dijo: “hay que tomar ventaja de la
coyuntura y atraer más inversiones, pero para eso necesitamos certidumbre,
claridad en las reglas y ya no más cambios porque lo que necesitamos los
empresarios es justamente eso, la tranquilidad de que existen las reglas, de
que están las leyes y no van a cambiar y que si van a cambiar sea para promover
la inversión, el desarrollo, el empleo bien remunerado en el país”.
Pese a todos los reclamos del sector privado, los cambios de
reglas siguen.
Apenas la semana pasada conocimos la nueva normatividad
en cuanto a compras de gas natural, que pretenden darle una posición de ventaja
a la Comisión Federal de Electricidad y a Pemex.
El problema no es solo el cambio mismo sino el hecho de que
ocurre ya bien entrado el cuarto año de gobierno.
Sin decirlo expresamente, Del Valle expresó la queja de que siguen
los cambios en las reglas del juego y las inversiones no pueden tener un
entorno incierto, pese a todas las ofertas y lo avanzado de la administración.
Pareciera que en el sector energético, las empresas
estatales van por todo sin importar lo demás, con el respaldo explícito o
implícito del presidente de la República.
La oportunidad de atraer a un gran volumen de empresas que
quieren reubicarse cerca del mercado norteamericano existe, es real.
Pero, al mismo tiempo, el riesgo de perder esa oportunidad
por la incertidumbre derivada del cambio frecuente de reglas del juego también
es una realidad.
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