López Obrador ha puesto en un atolladero al gobierno de EU por su negativa de asistir a la Cumbre de las Américas. Ha obligado a la diplomacia de Joe Biden a trabajar horas extras.
Omar Cepeda
Vale la pena reconocer que el actual gobierno de México ha
jugado un papel relevante dentro de Latinoamérica desde hace pocos años, y cuya
preponderancia se había ya perdido. Desde que otorgó asilo a Evo Morales, hasta
ahora que mete las manos por gobiernos con sistemas antidemocráticos para que
participen en la próxima Cumbre de las Américas, ha logrado alinear a varios
gobiernos a su favor, dándoles una voz que estaba difuminada.
Por supuesto, cada quien resolverá, conforme le parezca, si
es el mejor camino para México y la región. Pero lo que intento poner en
perspectiva es que el presidente López Obrador ha logrado que nuestro país
retome un liderazgo determinante en América Latina, nos guste o no.
Se ha involucrado en la exportación de programas sociales y
entrega de dinero a naciones centroamericanas, con las cuales compartimos
problemas graves como la desigualdad, violencia y migración. México mantiene
cercanía con Argentina de manera relevante por la afinidad al presidente
Alberto Fernández; y si regresa Lula da Silva a la presidencia de
Brasil, el próximo noviembre, podríamos ver un eje México-Brasil-Argentina con
trascendentales concordancias ideológicas y proyectos a futuro.
Uno de los más interesantes (quizá utópico aunque apenas
está en el discurso) es el que ya puso sobre la mesa el presidente de México,
de crear un frente latinoamericano parecido al de la Unión Europea. En
paralelo, Lula da Silva ya habló de crear una moneda común llamada
‘sur’, y así minimizar el impacto del dólar y garantizar la soberanía de las
monedas nacionales. Justo como lo hicieron los países europeos al poner a
circular el euro.
Este escenario podría tener muy nervioso a Estados Unidos,
cuyo gobierno está haciendo todo lo posible para que no huyan las naciones
latinoamericanas del paraguas de su influencia.
Por ello, la próxima Cumbre de las Américas cobra una sui
géneris relevancia dada por este aglutinamiento de países gobernados por
autonombradas ‘izquierdas’, y al que muy probablemente se sumará Colombia, al
unísono solo de orquesta, que estaría encabezada por México-Brasil-Argentina.
Si a esa amalgama de países con fuerte resistencia a Estados
Unidos, que se está conformando por posturas ideológicas parecidas, se suman
otras naciones como Perú y Bolivia, y por supuesto algunas más de dudosa
manufactura, como Nicaragua o Venezuela, los sueños de AMLO y Lula podrían
convertirse en verdaderos resultados a mediano plazo, conformando un bloque que
jugaría por sí mismo, y por la libre, del papel central que ha adoptado Estados
Unidos por décadas.
Andrés Manuel ha puesto en un atolladero al gobierno
estadounidense por su negativa de asistir a la Cumbre de las Américas. Ha
obligado a la diplomacia de Biden a trabajar horas extras, primero en matizar
que aún no envía las invitaciones a los países, y en segundo lugar, buscar
alternativas para que Andrés Manuel asista a la cita de junio.
En una de ellas, ha sido que se invite a voces que
representen a las sociedades nicaragüenses y venezolanas, ajenas a sus
gobiernos.
Cuba se cuece aparte. Aunque es muy difícil que Estados
Unidos invite al presidente Díaz-Canel, podría hacer una excepción de último
momento si AMLO asegura su presencia. Sería una maniobra compleja y difícil de
ver, sobre todo porque Biden cruza por un periodo electoral, crucial a sus
intereses, los cuales distan mucho de que parezcan que busca un acercamiento a
la isla.
Al parecer, en las negociaciones que se han activado en los
últimos días en Palacio Nacional, viendo en acción a las planas mayores de la
diplomacia bilateral, con la presencia del canciller Marcelo Ebrard, y los
embajadores Esteban Moctezuma y Ken Salazar, se antojan reuniones de ríspidos
argumentos y condiciones entre ambos lados por el desaire de AMLO a Biden, por
no asistir a la cumbre.
Aún falta mucho por ver, incluso qué países con invitación
en mano deciden no asistir (ya lo adelantó Guatemala e incluso Brasil). Pero
para Estados Unidos la foto de la unidad de América, con la mayoría de los
mandatarios, es crucial en un momento donde se ciernen graves crisis sociales y
económicas en todo el mundo. Y países de la envergadura de China y Rusia
acechan, y cada vez más, a un territorio que históricamente ha sido clave en la
geopolítica estadounidense.
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