En el tercer mes del año la economía creció 0.4 por ciento a tasa anual, luego de que la cifra de febrero había sido de 2.8 por ciento.
No hubo buenas noticias para la economía mexicana el día de
ayer.
El Inegi dio a conocer su Indicador Oportuno de Actividad
Económica (IOAE) correspondiente al mes de marzo, el cual estima que en
el tercer mes del año la economía creció un 0.4 por ciento a
tasa anual luego de que la cifra de febrero había sido de 2.8 por ciento.
Considerando un estimado del primer trimestre para el PIB,
la cifra sería de 1.66 por ciento de crecimiento respecto al mismo
periodo del año pasado.
Aunque las cifras del sector terciario de la
economía (que incluye sobre todo comercio y servicios) son positivas en las comparaciones
mensuales, con un crecimiento de 0.7 por ciento frente a febrero, arrojan
una caída de -0.3 por ciento si se comparan con marzo de 2021.
Hay que recordar que, en el cuarto trimestre del año pasado,
el crecimiento global fue del 1.1 por ciento a tasa anual.
Si se confirma el resultado preliminar que referíamos se
confirmaría que tendremos un ritmo de crecimiento bastante moderado.
No está retrocediendo la economía, pero está creciendo a una
tasa baja.
Aunque el FMI dio a conocer su estimación de 2.0 por ciento
para el crecimiento del PIB en este año, el consenso marca una cifra de
1.8 por ciento, con algunas importantes instituciones como Citibanamex y BBVA
con un tono más pesimista, ubicándose entre 1.3 y 1.2 por ciento,
respectivamente.
Los datos del arranque de este año indican que en buena
medida la dinámica de la economía mexicana depende de las exportaciones,
sobre todo a Estados Unidos.
El problema es que, en términos generales, se están
moderando las expectativas de crecimiento de EU y eso va a tener repercusiones
respecto a cuánto puede crecer México en este año.
Algunos lectores nos preguntaron en los últimos días si el
hecho de que se haya rechazado la reforma constitucional en materia energética no
eliminaría las incertidumbres y con ello fluiría la inversión.
Lamentablemente el efecto no va a ser tan directo.
En la medida que la Corte validó que no es inconstitucional
la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, habrá que esperar la
resolución de los muchos amparos en curso para que nuevamente haya certeza
jurídica.
Seguramente hoy el presidente de la República va a decir que
lo que ayer ocurrió en el Pleno de la Corte asegura que las reformas a ley no
tienen ningún problema.
El asunto es que hay alrededor de 200 amparos que
necesitan ser resueltos. Y el hecho de que haya mayoría de ministros en contra
de las reformas, implica que el escenario más probable es que los amparos
se resuelvan en términos favorables a los quejosos, pero eso no va a ser
inmediato ni simultáneo.
Tardará varios meses y la confianza del sector empresarial
no regresará de manera automática.
Estamos en un ambiente crispado e ideologizado.
Hay un segmento de la sociedad que celebra tanto la
aprobación de las reformas a la Ley Minera como la imposibilidad de que se declaren
inconstitucionales las reformas a la Ley Eléctrica.
Y, hay otro que lamenta este hecho. El problema es que
dentro de este último sector están los inversionistas.
Y el ambiente que existía apenas hace unos pocos meses no se
habrá diluido como producto de lo que pasó en la Cámara de Diputados.
En este entorno, pensar en que el crecimiento económico del
país pueda ser superior a 2 por ciento es solo un buen deseo.
El ambiente económico existente más bien apunta a que el
crecimiento esté por debajo de esta cifra.
Quisiéramos tener otra perspectiva, pero como hemos señalado
una y otra vez en este espacio, el mejor escenario que nos espera es que no
tengamos una crisis financiera, aunque el crecimiento sea bajo o incluso
inexistente.
Con eso habrá que conformarse en los próximos dos años y
medio.
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