Elena Poniatowska (1932)
tiene una energía envidiable. Se levanta temprano, habla con sus nietos y
alguna amiga como Marta Lamas. Lee y escribe, escribe mucho de hecho.
Colabora en el periódico La Jornada y recién publica el segundo libro
de El amante polaco (Seix Barral), novela donde indaga en la vida de
un añejo pariente, el rey polaco Stanislaw Poniatowski, quien intentó
mantener unido a su país ante el asedio de Rusia, Prusia y Austria.
“Tengo una vida muy activa.
Además, doy conferencias y salgo”, dice la escritora de 89 años y ganadora
del Premio Cervantes 2013. Hace poco más de una semana ocupó los titulares
porque se metieren a robar a su casa y ahora el tema parece superado. Sobre el
trabajo que se fue con la computadora que se llevaron los ladrones, prefiere no
hablar demasiado y zanja pronto el asunto. “Si estoy viva lo puedo volver a
hacer”.
¿De dónde sale la energía para
escribir novelas amplias y que requieren tanta investigación?
Es parte de la disciplina
periodística porque siempre te obliga a salir adelante. El periodismo es el
mejor antídoto contra la enfermedad, la desesperanza y la pereza. Lo haces
porque lo haces.
Durante la pandemia o después del
robo, ¿nunca perdió la esperanza?
Nunca, apenas este domingo pasado
sí sentí tristeza porque me cayó el veinte, pero fue una cosa de un día.
¿Qué tenía en la computadora que
le robaron? ¿Materiales inéditos?
No tengo idea, no lo tenía
apuntado. Prefiero no pensar. Seguro había inéditos, pero prefiero no pensar
para no ponerme triste. Si estoy viva lo puedo volver a hacer.
¿Cómo supera la pérdida?
No las superas, solo las
asimilas. Mi mayor pérdida la tuve en diciembre de 1968, cuando murió mi
hermano Jan de 21 años. Mi papá y mi mamá hicieron un niño hermoso a quien le
llevaba catorce años. Hubiera podido ser su mamá, era una maravilla para mi
hermana y para mí.
El amante polaco es entre
otras cosas un libro sobre el origen, su origen…
Así es. Yo no sabía casi nada de
esta etapa, pero encontré libros en inglés y francés sobre la historia de
Polonia y en particular de Stanislaw Poniatowski. Es un país muy católico al
punto de que dio un papa, Juan Pablo II. Y sí, fue muy bonito descubrir esa
parte de mi historia.
Dicen que hay semejanzas entre la
sociedad polaca y la mexicana, ¿las encontró?
Ambos son países muy apasionados
y emotivos. Los polacos que vienen a México son muy felices. Aquí se adora a
Chopin y a las grandes polonesas.
¿En que momento Stanislaw
Poniatowski, alguien que creía en la educación y que incluso trabajó en una
constitución de avanzada para su época, es visto como un traidor?
Polonia era un país pequeño
rodeado de tres naciones muy fuertes y todo eso influyó. Rusia, él fue amante
de Catalina la Grande; Prusia, donde estaba Federico de Prusia; y Austria, en
donde se encontraba María Teresa, quien fue una soberana muy querida. Todavía
en Viena hay muchas estatuas en su honor. Stanislaw Poniatowski era un
socialista de avanzada y era un hombre a quien mucha gente quería.
Independientemente de que fuera duque o príncipe trataba muy bien a todos, pero
en particular a las mujeres porque le gustaban mucho.
¿Se puede ser socialista y
monárquico?
Sí, puedes decir que la cabeza es
socialista y tu estómago monárquico porque te gusta comer bien.
Poniatowski defendía la
educación.
Claro, sabía que la educación es
el punto de partida de todo. El arte te permite innovar y ser creativo, el arte
en el fondo es un impulso, pero la academia y la formación son importantes para
desarrollarte mejor. Así funciona la educación en todos los terrenos de la
vida.
¿El impulso que la mueve como
periodista es el mismo que opera como narradora de ficción?
El periodismo viene del hecho de
que nací en Francia y gracias a eso pude conocer mejor a mi país, que es
México. Hubo grandes personas que tuvieron la generosidad de recibirme como
Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, María Félix, Jorge
Negrete, solo me faltó entrevistar a Pedro Infante, el mayor ídolo.
¿Por qué no lo entrevistó?
No sé. Pedí la entrevista, pero
siempre me dieron largas. Todavía me pesa no haber platicado con él.
¿Quiénes le imponen más?
¿Escritores? ¿Artistas? ¿Políticos?
Me preocupaba más cuando iba con
alguien como Alfonso Reyes, pero todavía me sigo poniendo nerviosa. Una vez
entrevisté a un torero muy famoso, siempre andaba despeinado, Manuel Benitez
“El Cordobés”. Se enojó conmigo porque le pregunté ‘¿qué era un toro?’ Me
dijo que era tonta. Algunos sí se han enojado conmigo.
¿Algún político se enojó con
usted?
Me acerco poco a los políticos.
No se referirá a Andrés Manuel
López Obrador.
A él sí lo acompañé muchas veces
en su campaña.
Estamos a la mitad de su
gobierno, ¿qué le gusta y que le disgusta de su gestión?
Soy su partidaria, pero no estoy
de acuerdo con que a tres años de su gobierno adelantara tanto la contienda por
la sucesión presidencial. Hoy ya todos sabemos que compiten Claudia Sheinbaum y
Marcelo Ebrard, quien lo hizo muy bien hace unos días en Estados Unidos. Creo
que López Obrador estuvo excelente durante esa visita. Me cuesta trabajo
enumerar sus errores, incluso creo que habla más rápido. Su gran acierto me
parece, es poner en primer lugar a los pobres.
¿Qué opina de la relación de
Andrés Manuel López Obrador con las feministas?
Le cuesta trabajo. A él no le
gusta nada la idea del aborto y supongo que le resulta un tema difícil.
¿Qué podría aprender López
Obrador de Stanislaw Poniatowski?
Poniatowski bailaba muy bien. No
sé si Andrés Manuel lo haga. Nunca lo he visto bailar ni cantar, pero sí lo he
visto sonreír. Creo que ambos coinciden en su preocupación por la gente, la
pobreza y la educación.
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