Pocas veces en la historia moderna de México se ha visto con
claridad el dominio y la penetración castrense, aderezada con el populismo de
moda, en sus relaciones político-militares y la amenaza que representa a los
cimientos democráticos del país. La reorganización de la Sedena puesta en
marcha el pasado 13 de agosto, con vicios de ilegalidad (e inconstitucionalidad
respecto de la Guardia Nacional), es una fase avanzada de militarismo que
aplasta el liderazgo civil. Esta claudicación niega principios constitucionales
y una de las decisiones políticas fundamentales: la preeminencia del poder
civil sobre el estamento militar en el Estado mexicano.
“Homologación”: pretexto y manipulación comparada. No es
casual la identidad discursiva y argumental entre los altos mandos de
Sedena-Semar y el presidente López Obrador cuando justifican la militarización
de proyectos de gobierno (que van desde la construcción de infraestructura
hasta la distribución de juguetes), la administración (pública) in extenso y la
seguridad pública. En realidad, la verdadera homologación viene de una
sugerencia de Estados Unidos.
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