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lunes, 23 de agosto de 2021

HEBERTO, SIEMPRE HEBERTO. *












Por Elios Edmundo Pérez Márquez

No se equivocó Heberto Castillo cuando, al salir de la cárcel en 1971, se dedicó a recorrer el país, junto con otros luchadores sociales, con la intención de formar un partido político de auténtica oposición.

      Heberto participó activamente, en la Organización Latino Americana de Solidaridad (OLAS), al lado de grandes personajes como Salvador Allende, así como en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), junto al general lázaro Cárdenas y el profesor Genaro Vázquez.

     Purgó condena de mil días, en el Palacio Negro de Lecumberri, por su participación en el Movimiento Estudiantil de 1968, que culminó, trágicamente, con la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.

     Pero Heberto Castillo,  veracruzano de origen, ingeniero de profesión y revolucionario por convicción, era un hombre sin dobleces, que sufrió la persecución y la cárcel, y su vida siempre estuvo en peligro por sus convicciones, ya que, su principal cualidad  era la congruencia y, entre muchas de sus ideas, estaba la de ver, más por los demás, que por uno mismo, y utilizar el pensamiento científico como guía de acción.

     Heberto consideraba que, a los universitarios, les tocaba definir el rumbo, con el estudio y el análisis de la realidad, y compartirlos con los trabajadores, hasta volverlos programas de acción, Para eso, era necesario formar un partido político, “capaz de conducir a los explotados en su histórica lucha contra sus explotadores”.

     Fue así como, en 1974, se constituyó el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), “un partido nacido de la entraña del pueblo”, que se proponía, como principal  objetivo,  tomar el poder por todos los medios a su alcance y, entre otra cosas, postulaba la derogación del amparo en materia agraria y reformar la ley electoral vigente para permitir la participación de otras expresiones políticas.

     No se conformó con eso. Para trasmitir su pensamiento, Heberto escribía. Se calculan en miles los artículos que escribió en medios impresos como Excélsior, Proceso, El Universal y otros, además de ser profesor en la Universidad y el Politécnico; inventor, pintor, polemista, científico y cultivaba rosas en su jardín.

     Heberto nunca cedió a las tentaciones del poder y se resistió a las lisonjas de los gobernantes; soportó las traiciones, la cárcel y la tortura, y siempre trató de unificar a las distintas fuerzas de izquierda. Era un caballero, en toda la extensión de la palabra, además de ser un hombre de gran valentía. Me gustaría relatar una pequeña anécdota, que lo pinta de cuerpo completo:

          “Cuenta la leyenda que, en abril de 1959, cuando los Marines realizaron la invasión a Playa  Girón, el General Lázaro Cárdenas anunció su decisión de viajar a Cuba e incorporase a la lucha por la defensa de la Isla. 

    De inmediato, varios intelectuales identificados con la Izquierda, como Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, entre otros, intentaron prestigiarse y declararon a la prensa que se sumarían a la causa del General Cárdenas y lo acompañarían en su misión.

     Sin embargo, el día que el expresidente Cárdenas se encontraba en el aeropuerto, esperando un  vuelo que lo trasladaría la Habana, estos intelectuales se presentaron, pero a despedirlo y desearle buena suerte.

     Poco más tarde, llegó Heberto Castillo, y el General Cárdenas le preguntó:

-           ¿Qué, Heberto, tú también vienes a despedirme?

-             No, general- dijo Heberto-. Yo me voy con usted, si no tiene      inconveniente”.   

eliosedmundo@hotmail.com

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