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sábado, 13 de abril de 2019

La muerte como orden natural



Por: Fernando Cantor



La muerte es un fenómeno que pertenece a la naturaleza, ahora bien, por el hecho de
pertenecer a esta ha de seguir un ordenamiento; todo ser vivo ha de morir según un orden,
por eso el hombre no está exento de la muerte y tampoco de ese orden. Lo que inquieta y
asombra es que el orden no es intocable (lo que no ha de entenderse que pueda ser
quebrantable). El más claro ejemplo es cuando el hombre incide en la naturaleza ya sea para
modificar, apresurar o hasta destruir.

Hace un siglo el agricultor ponía la semilla en el suelo y la regaba, no podía hacer más, era
el turno de la “madre naturaleza”, se encomendaba a ella y aguardaba; luego cuidaba del
brote y esperaba hasta que estuviera maduro el fruto. Algo similar sucedía con el ganadero,
el cual invertía tiempo y esfuerzo en la crianza, apoyándose también de la naturaleza,
esperaba que esta hiciera lo propio con el desarrollo y fortalecimiento del animal. ¿Qué
ocurre hoy día? Se salta el orden natural de las cosas y en días y meses se tienen frutos y
carne; la practicidad es loable, pero los beneficios no son equiparables. Alimentos poco
nutritivos y además responsables de nuevas enfermedades.

Con la mortalidad humana no hay excepción, la naturaleza ha dispuesto un orden en el
nacimiento y la muerte, no obstante el hombre no ha dejado intacto este rubro y también
incide en el proceso. Esto es lo que vemos en el alarmante número de asesinatos en el estado
de Guerrero, que es desproporcionada con lo natural; pues no se deja que la vida se extinga
naturalmente, sino que se la corta de tajo. Esto trae funestas consecuencias, a saber, los
asesinatos se acercan a ser algo regular, como si de un nuevo orden se tratase. Es como si de
pronto nos acostumbráramos a ver normal que el día o la noche se acortasen a la mitad.
Por otro lado, al franquear el orden de la naturaleza ya no se ve un modo de retornar a él,
cuando la respuesta está en la Justicia. No es un simple mito, sino en el fondo una verdad,
que para los griegos Justicia o Diké era la divinidad encargada de hacer regresar la
regularidad natural de las cosas. La justicia es la que nos puede reconducir a la moderación
en los índices de mortalidad, a que sea la misma naturaleza la que dicte vida o muerte para
nosotros y no la violencia causada por el crimen organizado. No es que ya hemos borrado de
nuestros pechos y cabezas a la justica; para llegar a ello es necesario un proceso, tristemente
ya se ha puesto en marcha en nuestra sociedad. Se trata de la tergiversación de la justicia, que
afecta a quienes hemos perdido a un familiar en manos del crimen organizado, tiene facetas
distintas, estas son: A) corremos el riesgo de interpretar a la justicia por venganza; B) la
entendemos como resignación y abnegación; C) tomamos por justicia la satisfacción de
enterarnos que el prójimo ha sido asesinado o que ha perdido a un ser querido, víctima de la
ola de violencia. Esto último sonará indigno, exagerado y hasta ofensivo, pero es un hecho,
aunque no generalizado.

Estos tipos de tergiversación son los que han llevado al atolladero a un gran número de
mexicanos, y cada día se suman más. Téngase en cuenta lo siguiente, no son ni una cuarta
parte de los ciudadanos, que han perdido a un familiar o ser querido por la violencia del
narcotráfico, los que se manifiestan y protestan ante las autoridades pidiendo justicia. Las
tres cuartas partes restantes ya han confundido la esencia de la justicia. Esa inmensa mayoría,
que cada día crece, es la que va a heredar y que ya está transmitiendo su idea de justicia a las
generaciones que se están formando. El panorama es oscuro y siniestro, pero está en nosotros
no destruir y olvidarnos de la justicia original, de este modo el orden natural de las cosas será
reinstaurado. ¿Cómo fortaleceremos eso que para los griegos era una divinidad? Eso es
asunto para un próximo escrito estimado lector.

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