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domingo, 17 de septiembre de 2017

El proceso electoral 2018 está a la vuelta



ALBERTO NÚÑEZ ESTEVA





Se perfila una fuerte competencia en el ya próximo proceso electoral para elegir al presidente de la República y a un sin número de personajes que ocuparán puestos políticos de gran importancia, incluyendo las gubernaturas de varios estados de la República.

Los partidos políticos y sus candidatos afinan sus armas y se disponen a la batalla.

El eterno López Obrador está presente, no podía faltar, y ahora, en esta fecha, con buenas posibilidades de triunfo. Pero el futuro le puede deparar grandes sorpresas.

El PRI perfila a un buen candidato, José Antonio Meade, quien tiene una trayectoria política por demás interesante, al haber ocupado varias secretarías de Estado, entre ellas la de Hacienda que ocupa actualmente y ser un hombre cobijado por una buena reputación. Es apenas el principio y, sin duda, pueden surgir otros candidatos dentro de su propio partido. Meade, por lo pronto, si lo ratifican, es una buena carta.

Ricardo Anaya le juega las contras a Margarita Zavala y pretende lanzarse por el partido que él preside, el PAN, ahora en alianza con un PRD moribundo y con Movimiento Ciudadano, quienes han formado el Frente Ciudadano por México, a través del cual se pretende, entre otras cosas, formar una gobierno de coalición, con todo lo que esto implica ¿Tendrán éxito? Más pronto que tarde lo sabremos.

El PRI no desperdicia el tiempo y acusa a Anaya de enriquecimiento ilícito. Cierto o no, la acusación ya tomó cuerpo y Anaya ha tenido que entrar a su propia defensa. En lo personal, creo que este político, con legítimas ambiciones, debió renunciar a la presidencia de su partido antes de anunciar su intención de pretender ocupar la presidencia de la República. Piso parejo, dicen ahora los políticos, y el PAN debería ser ejemplo de ello, primero la lucha interna y después la salida a ¨la grande”.

Pero los ciudadanos no queremos escuchar sólo nombres y más nombres. Queremos que los candidatos presenten su visión del país por el que están dispuestos a luchar y la forma y medios a través de los cuales pretenden alcanzar sus sueños. El verdadero debate debiera ser no sólo sobre las características buenas o malas de cada candidato, incluyendo su trayectoria política y personal, sino, igual de importante, su programa de trabajo e, inclusive, los personajes que lo acompañarán en el desempeño de sus funciones.

El programa de trabajo y su visión de país ¿Es sólo un sueño para vender su campaña? ¿Cuáles son los compromisos concretos que ofrece para alcanzar sus propósitos? En otras palabras, los qués , los cómos y los cuándos que cobijen sus sueños y los puedan transformar en realidades.

¿Cómo lograr un crecimiento elevado y compartido de nuestra economía? ¿Cómo abatir la insultante pobreza que nos rodea? ¿Cómo garantizar la seguridad que nos permita salir de nuestra casa y regresar a salvo a ella? ¿Qué medidas concretas se ofrecen para abatir la desigualdad imperante en nuestro país? ¿Cómo fortalecer nuestra incipiente y defectuosa democracia? ¿Cómo atacar la espantosa corrupción que nos invade y que garantía nos ofrece de que los corruptos pararán en la cárcel?

Los ciudadanos somos los clientes de los políticos, clientes que finalmente decidiremos quiénes ocuparán los cargos gubernamentales. Debemos (tenemos que) ser clientes que exijan a los candidatos -y también a sus partidos-, la exposición clara de sus ofertas y la forma de cumplirlas. Éstas deben ser la materia prima de los debates entre los candidatos. Los ciudadanos debemos estar alertas a que las promesas se transformen en realidades en el tiempo previsto o estar listos para exigir responsabilidades por incumplimiento “hechos son amores y no buenas razones”.

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