El empresario mexicano tiene la paradoja de que su fortuna ha caído tras el ascenso de Trump, pero esas mismas fuerzas han empujado su popularidad, al grado de que hay quienes lo quieren como candidato presidencial.
El 15 de junio de 2015, el día antes de que Donald Trump lanzara su campaña presidencial, la fortuna personal de Carlos Slim era apenas inferior a 67 mil millones de dólares.
Hoy, es de alrededor de 51 mil millones de dólares.
Nadie en el mundo ha perdido más durante el ascenso de Trump —en cuanto a dólares y centavos, al menos— que el millonario mexicano de las telecomunicaciones.
En el índice Bloomberg Billionaires, un referente de multimillonarios con fortunas de mil millones de dólares o más, ha bajado al sexto puesto tras haber ocupado el primero.
Algunas de las razones de este descenso, por supuesto, tienen poco que ver con la política estadounidense, pero mucho de ello se remite a esto: el discurso duro de Trump sobre México ha hundido el peso, arrastrando a la baja el valor de los activos mexicanos de Slim en el proceso.
Hay otro elemento, empero, totalmente inesperado en la saga de Slim. Las mismas fuerzas que están contrayendo su fortuna, extrañamente, también están aumentando su popularidad en su país, en la medida en que ahora se lo menciona con deseo como candidato en las elecciones presidenciales del año próximo.
Después de que Slim se reunió con Trump en una visita en diciembre, mexicanos indignados por la promesa del actual presidente de Estados Unidos de aumentar las deportaciones y construir un muro fronterizo a cuenta de México comenzaron a considerar la idea de que el magnate de 77 años podría ser exactamente lo que necesita el país.
Una encuesta de El Universal en enero mostró que Slim era considerado el candidato mexicano más idóneo para encarar a Trump, superando a Andrés Manuel López Obrador, quien lidera los sondeos iniciales.
Las exhortaciones de Slim a que la economía mexicana se vuelque al mercado interno, como también su vasta fortuna y su reto a Trump, han encontrado eco en los mexicanos.
Y si bien durante mucho tiempo ha sido vilipendiado en el país por sus prácticas empresariales agresivas, Slim se ha vuelto políticamente aceptable según las facturas de teléfonos celulares han caído debido a una guerra de precios y una campaña de restricciones normativas.
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