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martes, 6 de diciembre de 2016

El drama de Navidad



Por Víctor Manuel Pérez Valera.

El nombre de Jesús de Nazaret no solamente se ha inscrito en la historia, sino ha dejado en ella profunda huella (Emerson). Este es un hecho, no cuestión de fe. Más aún H.G.Wells en su célebre Outline of History ha situado al Nazareno como el principal protagonista de la historia. Por consiguiente, podríamos considerar su nacimiento como el hecho más notable e importante de la historia humana.

Ahora bien, el misterio de Navidad rememora el pasado, es una anamnesis, pero con importantes repercusiones en el mundo actual.

Este misterio es un acontecimiento insondable que nos llena de asombro y admiración, y como ante lo grandioso, impone un gran silencio. En Navidad la palabra y el silencio se complementan. La Palabra (con mayúscula) viene de lo alto, del principio, el Logos, como don gratuito, si bien el in-fante de Belén de momento no habla con palabras, sino con su presencia. El silencio es además nuestra aportación necesaria para la atenta escucha, y así poder dar repuesta a la Buena Noticia. Ésta consiste, como lo afirma Gertrudis von le Fort, gran escritora alemana, en que “no es que nosotros nos abramos paso hasta Dios, sino e Dios el que se abre paso hasta nosotros”. En otras palabras, Dios desciende y condesciende con nosotros.

Ahora bien, la celebración navideña no puede darse plenamente por el simple recuerdo, sino por una vivencia: el acontecimiento del pasado es también un evento que nos transforma. En este sentido Pablo de Tarso escribió: “se ha manifestado la filantropía de Dios a todos los hombres, enseñándonos a negar la impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos sobria, justa y piadosamente”. Que celebrar la Navidad no es sólo rememorar, sino un impulso transformador, el filósofo danés S. Kierkegaard lo manifiesta con elocuentes expresiones: “El que Dios nazca y se haga hombre no es una ociosa ocurrencia. Dios no sale en busca de aventuras. Este hecho encierra la seriedad de la existencia”.

Podríamos afirmar que se despeja la incógnita del hombre.

Una incógnita es si se acepta o se rechaza al emigrante. En el hecho histórico se señala que “los suyos no lo recibieron”, “que no hubo lugar para ellos”, y ¿en nuestro mundo actual?...Para conmoverse por este “misterio del amor indefenso de Dios”, Francisco de Asís creo en 1223, en Greccio (Umbria) un nacimiento en el que el buey y el asno están presente. Este detalle es importante, y no se da por motivos folklóricos, ya que el profeta Isaías escribió (I,1): “conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me conoce, mi pueblo no entiende”. En suma, el drama actual de la Navidad lo proclama, con acento hiperbólico, Giovanni Papini: El cristianismo no es un bien que se busca en estas horas de la gran agonía de occidente, sino un bien que no hemos querido aceptar los hombres. El cristianismo no pertenece al pasado, tal vez mejor pertenezca al futuro…es la cosa más virgen y más nueva del mundo, y es una esperanza mucho más que una nostalgia…como palabra, la Buena Nueva tiene miles de años, como realidad y cumplimiento está aún por nacer”.

Todavía es más contundente el pensamiento de Mahatma Gandhi:” Me parece que el cristianismo está todavía por hacerse. Aunque cantemos ‘Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz’, hoy no se da gloria a Dios, ni hay paz sobre la tierra…Hasta que no arranquemos la violencia de nuestra civilización, Cristo no ha nacido en nosotros”.

El autor es Profesor emérito de la Universidad Iberoamericana.



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