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martes, 9 de febrero de 2016

Periodismo complaciente


LUIS CARLOS UGALDE



La detención y liberación de Humberto Moreira ha sido una de las notas de mayor cobertura en medios en las últimas semanas. A su regreso a la Ciudad de México la semana pasada, Moreira tuvo entrevistas con muchos medios. En varias de ellas platicó que en los últimos años había estudiado cuatro maestrías y estaba por titularse de su doctorado. Narró el dolor que tuvo al dormir en prisión en España por varios días. Argumentó que el juez español determinó que “no hay acto alguno que demuestre la comisión o siquiera la preparación de delito alguno” y que estaba en la “entera disposición de colaborar con las justicia española cuando así lo disponga el señor juez”.

En una de las entrevistas que concedió a medios mexicanos le preguntaron al exgobernador de Coahuila respecto a su interés de competir como candidato a alcalde de Saltillo, capital del estado.

Moreira contesta afirmativamente: “yo sigo en la vida política, tengo 49 años y además yo me debato mucho en lo que son las encuestas y en mi tierra las encuestas […] me ubican en un sitio que me permite poder mantener el ánimo de participar en política”.

En lugar de indagar sobre el fondo de las acusaciones que se han vertido en su contra en los últimos años, le preguntan si cree que alguien le quiere hacer daño, si se trata de una venganza política. Con la alfombra roja a sus pies, contesta que las acusaciones de hoy como aquellas que le hicieron sus “adversarios políticos” en 2011 son “absoluta infamia”.

No se le pregunta sobre las acusaciones de corrupción, ni tampoco acerca de los delitos de lavado de dinero que tienen a su exsecretario de Finanzas, Héctor Javier Villarreal, en la cárcel en Texas. Ni tampoco sobre la denuncia que hizo la Secretaría de Hacienda en 2011 por haber contratado deuda pública con documentos falsos (caso por el cual sólo hay dos funcionarios menores de Hacienda en la cárcel).

En esa misma entrevista tampoco se le inquiere sobre el endeudamiento de la entidad que gobernó, que pasó de 323 millones a 36 mil millones de pesos en el periodo de 2005 a 2011 y que representa hoy un grave problema de finanzas públicas.

Sin cuestionamientos, el periodismo deviene en propaganda, en show.

Indagar si quiere ser candidato para gobernar Saltillo es banalizar la discusión para saber si Moreira es responsable de la malversación de fondos públicos cuando fue gobernador; si hubo uso indebido de la función pública y si, habiendo alguna causa de indicio, hay negligencia para procesarlo.

Preguntar no significa acusar. Significa contrastar, conocer la perspectiva del señalado, probar si la estridencia pública tiene algún mérito. Significa dar al señalado la oportunidad de refutar las acusaciones y proteger su integridad y su inocencia.

Tan dañino es permitir que la plaza pública condene a políticos por meras presunciones, como que los medios carezcan del oficio de investigación o del método del contraste y que absuelvan mediáticamente a personajes de la vida pública. Ni lo uno ni lo otro. Y para ello se requiere periodismo profesional, cuestionador, informado.

Cuando veía las imágenes de los reporteros y fotógrafos persiguiendo a Moreira a su arribo al aeropuerto de la Ciudad de México el miércoles de la semana pasada, me preguntaba cuántos de esos medios dieron una cobertura profunda al llamado “moreirazo”. ¿Cuántos de ellos dedicaron tiempo a revisar las cuentas públicas de la entidad? ¿Cuántos han leído la demanda que interpuso la Secretaría de Hacienda en 2011 por la contratación irregular de deuda? Me preguntaba si alguno de ellos trascendió el periodismo declarativo (el más cómodo y barato que hay y que es prevaleciente en México) y pasó a investigar y narrar, en lugar de acusar o absolver.

Una de las razones de que haya una corrupción creciente es el periodismo superficial y declarativo, las entrevistas complacientes, el periodismo vuelto propaganda. La impunidad de los políticos en México se alimenta por la impunidad del periodismo mediocre y complaciente.

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