Ecatepec, México.- Olor a copal, flores de cempasúchil, veladoras, papel picado, fruta, un sin fin de calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto, así como danzas y bailes en honor a la muerte, fue el ambiente en el que con gran esfuerzo, dedicación, creatividad y originalidad, ecatepequenses formaron parte de esta fiesta tradicional que identifica al pueblo mexicano. Con la exposición de más de 50 altares tradicionales, que simbolizan el regreso transitorio a la tierra de seres queridos y antepasados fallecidos, se realizó con gran éxito el Concurso de Ofrendas, convocado por el gobierno de Ecatepec a través de la Dirección de Educación, Cultura y Deporte.
En este concurso participaron escuelas, asociaciones civiles, Consejos de Participación Ciudadana (COPACIS), así como diversas direcciones del ayuntamiento, quienes con gran entusiasmo montaron diferentes altares que representan la cultura, creencias y costumbres de diferentes estados de la república como Oaxaca, Jalisco y Nayarit. La ofrenda ganadora del primer lugar fue “La cocina de mi abuelita”, realizada por la familia Salinas Rodríguez, originaria de San Cristóbal centro, por ser una mezcla de las tradiciones prehispánicas con la modernidad, el segundo lugar fue para la escuela Jaime Torres Bodet, altar con representaciones propias del municipio de Texcoco y el tercer lugar se lo llevó la Universidad Mexiquense Bicentenario por plasmar las raíces prehispánicas, quienes recibieron de manos de autoridades una pantalla plana de 42 pulgadas, un mini componente y una mini lap top respectivamente.
El director de Educación, Cultura y Deporte, Jorge Luis Zúñiga, mencionó que el gobierno de Ecatepec, promueve la cultura y el rescate de tradiciones que crean una identidad nacional con el fin de fomentarla en futuras generaciones, así mismo reconoció el trabajo de todos los participantes, quienes se prepararon con meses de anticipación.
Esta fiesta que simboliza el final del camino del hombre por la tierra y que es celebrada en México con respeto y alegría, ha sido considerada por la Unesco desde el 2003, como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, por ser una de las representaciones más relevantes de México y del mundo, así como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país.
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