Si se hacen efectivos los pronósticos del FMI, la economía mexicana crecería a una tasa de 9.5 por ciento en la segunda parte del sexenio de López Obrador.
Si se hacen efectivos los pronósticos que ayer presentó el
Fondo Monetario Internacional, la economía mexicana crecería a una
tasa de 9.5 por ciento en la segunda parte del sexenio de López Obrador.
En la primera mitad de su administración el
resultado acumulado fue una caída del PIB de 3.7 por ciento.
El resultado acumulado del sexenio sería un crecimiento de
5.4 por ciento. A tasa anual, esto significa un ritmo de 0.9 por ciento y
seguramente habrá un leve decrecimiento del PIB por habitante.
Sin embargo, la memoria de la mayoría es corta y lo que está
presente en la mente de muchos es el buen resultado de la segunda mitad del
sexenio, que habrá alcanzado una tasa promedio de 3.0 por ciento anual,
superior a la media histórica del país.
En buena medida, ese resultado habrá sido producto de factores
que no estuvieron en el control de la actual administración.
Quizás el más importante de todos ellos es el cambio
geopolítico que se dio en el mundo con el conflicto comercial entre
Estados Unidos y China, seguido de los efectos de la pandemia y de la guerra en
Ucrania.
De acuerdo con los datos del Departamento de Comercio de los
Estados Unidos, en 2018, el porcentaje de las importaciones realizadas por EU
proveniente de México estaba en alrededor de 13.5 por ciento; en 2022 llegaron
a poco más de 15 por ciento y en el segundo trimestre de 2023 llegaron a
16.3 por ciento.
La interrupción del proceso de globalización ha sido una
mala noticia para la economía global, pero una muy buena para México.
Contaron también en este resultado otros factores como la
llegada de remesas, así como la política restrictiva del Banxico, que
propició alzas de las tasas de interés y un fortalecimiento de nuestra moneda.
Desde luego también contó la política salarial que permitió
elevar el poder de compra de gran parte de los salarios.
No sé en cuánto pueda influir este desempeño en las
intenciones de voto para las elecciones del 2024, pero de lo que sí estoy
seguro es que para una parte importante de la población la narrativa que
les habla del desastre económico que tenemos no es consistente con su
realidad.
Tampoco lo es para los empresarios.
Si la inversión privada está creciendo a tasas
anuales superiores al 20 por ciento, no es porque se vea una economía que
está por derrumbarse. Todo lo contrario.
Algunos piensan que el azar no cuenta en esta vida y que los
resultados que se obtienen, sea en lo personal o en lo colectivo, derivan
simplemente del esfuerzo o de las leyes económicas o políticas.
A mi parecer, la realidad es diferente.
El azar, o la suerte, como usted guste, sí pesa, y
a veces mucho, en el curso de los acontecimientos.
De no existir el entorno favorable que se ha presentado, tal
vez las condiciones internas y el ánimo de la gente hoy en México serían
diferentes.
Claro que la suerte puede cambiar.
Estamos en una etapa de la historia que ha sido y será
tremendamente fluida.
No sabemos, por ejemplo, lo que pueda deparar el curso
de los acontecimientos en el Medio Oriente.
Aunque ayer los mercados financieros regresaron a la calma,
podría tratarse solo de esa que precede a la tormenta.
Como ayer le comentaba en este espacio, aún no sabemos si el
conflicto va a escalar y si se van a involucrar terceros, como puede ser Irán,
lo que podría tener mayores implicaciones en el precio del petróleo y en la
economía global.
Tampoco sabemos cuál vaya a ser la dinámica política en
Estados Unidos y cuál vaya a ser el impacto que pueda tener en México.
Puede estar seguro de que, cualquiera que sea el curso de
las cosas, vamos a ser piñata de los políticos norteamericanos. Pero, es
incierto, cuánto sea solo ruido electoral y qué tanto vaya a influir en el
desempeño de la inversión y en el ánimo de los inversionistas.
El azar es caprichoso y no sopla siempre en la misma
dirección. Ya veremos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario