Seis años después del sismo de 2017 aún tiembla para muchas
poblaciones con su patrimonio en ruinas. Y de las familias que perdieron su
vivienda, ni hablar
Tomo prestado un título que proviene de terribles recuentos
sobre las consecuencias de nuestros terremotos, cuya dimensión dramática y
capacidad destructiva para demasiadas familias y poblaciones no es exagerado
calificar de inconmensurable.
Lo único peor tras esas desgracias son autoridades
minimizándolas, o mintiendo sobre ellas. Así sea en la etapa de reconstrucción.
Como hacen ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador y su director del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, Diego Prieto.
En el marco del quinto Informe de Gobierno, AMLO emitió los
tradicionales spots publicitarios (como si él necesitara de más
propaganda, pero hay herencias del terrible pasado que no le parecen
aberrantes). En uno de ellos, dio por concluida la reconstrucción de los daños
del terremoto de 2017.
Así lo consignó en agosto La Jornada: “A través de la
cuenta oficial de la red social X –antes Twitter–, destaca: ‘El gobierno de
México ha terminado las tareas de reconstrucción de viviendas, escuelas,
hospitales, mercados, así como templos y edificios del patrimonio histórico y
cultural, dañados por los sismos de 2017 y 2018 en 10 estados’. En el videomensaje,
López Obrador, quien recorre los jardines de Palacio Nacional, señala: ‘Vamos
muy avanzados en la construcción de obras por los daños causados por los
sismos. Viviendas, hospitales, escuelas, edificios históricos como el Palacio
de Cortés con los murales de Diego, el Templo de Santo Domingo en San
Cristóbal, y escuchen las campanadas de la Catedral que también se rehabilitó.
Por el bien de todos, primero los pobres’”.
¿Ya terminó la reconstrucción? ¿O, al menos, falta muy poco?
¿Lo que resta es menor? Thelma Gómez Durán y Carmen García Bermejo responden
eso en una investigación en tres partes publicada en Quinto Elemento con el
título: Patrimonio en ruinas.
Al revisar lo que ha ocurrido con la atención al patrimonio
cultural afectado, exponen que tras el terrible sismo de 2017 a las autoridades
les importó “atender los inmuebles con daños menores que requerían menos
trabajo, tiempo y dinero, para presentar, así, cifras que permitieran dar la
impresión de que existe un avance significativo en las tareas de restauración.
Esos números son engañosos”.
Y que cuando el INAH presume avance de más de 65 por ciento,
la realidad es que “más de 600 inmuebles aún no se concluyen o no se han
atendido siquiera; de ellos, al menos 250 presentan daños tan severos que
comprometen su existencia”.
Luego de decenas y decenas de solicitudes de información,
trabajo de campo y llamar a las localidades con inmuebles dañados, informan que
“una revisión in situ y vía telefónica del estado que guarda una
pequeña muestra de 80 inmuebles reportados como ‘concluidos’ o en ‘proceso’
encontró que dos de cada tres de ellos se hallan abandonados: se ha avanzado a
cuentagotas o los trabajos nunca se iniciaron”.
Gómez y García concluyen que “60 por ciento de los inmuebles
con daños severos no han sido concluidos”. Ponen este ejemplo: entre los que
presentaron gran destrucción hay nueve de los 15 monumentos declarados por la
UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, conocidos popularmente como la Ruta de
los Conventos (en el centro del país). De esos, sólo tres han sido restaurados.
En un colmo que a pocos va a sorprender, las autoras también
revelan que entre las empresas contratadas por el INAH para reconstruir hay
demasiadas con giros ajenos al patrimonio e inclusive una dedicada a la
representación de artistas.
Seis años después aún tiembla para muchas poblaciones con su
patrimonio en ruinas. Y de las familias que perdieron su vivienda, ni hablar.
¡Ah!, pero el spot del informe quedó retebonito. Hasta campanadas se
oían.
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