El asesinato del empresario Fuentes Brito y su hijo entró en la dinámica de la polarización política y la lucha por el poder, pero el gobierno federal aún no tiene claridad.
El asesinato del empresario inmobiliario,
automotriz y comercializador de cuando menos dos gobiernos de Guerrero, José
Guadalupe Fuentes Brito, el sábado por la noche –también murió su hijo y
resultó herida su esposa en el atentado– en la Autopista del Sol, cerca del
puente sobre el río Mezcala, cuando se dirigía a Chilpancingo, cobró notoriedad
porque el aspirante a la candidatura presidencial Marcelo Ebrard dejó entrever
que Fuentes Brito era su promotor electoral, con lo cual el crimen tomó un
perfil político.
Ebrard dijo una verdad a medias, porque el
empresario, si bien había aportado recursos a su campaña de promoción, también
lo había hecho con sus adversarios de Morena en este proceso. El asesinato sí
fue premeditado contra el empresario, pero no llevaba un mensaje a Ebrard o a
otros aspirantes, sino a la gobernadora Evelyn Salgado, y se inscribe en la
guerra abierta en el estado entre las pandillas de Los Tlacos y Los
Ardillos, y de Los Tlacos contra La Familia Michoacana, de
acuerdo con reportes estatales de seguridad a los que se tuvo acceso.
Fuentes Brito era tío de Rubén Hernández
Fuentes, que es el coordinador operativo del jefe de Oficina de la gobernadora
Salgado y su pareja sentimental, que adquirió mayor prominencia durante el
gobierno de Héctor Astudillo, gracias –o en buena parte– por la relación
familiar de su esposa, Gabriela Calvo, con la esposa del exgobernador, Mercedes
Calvo, que tiene negocios en el sector educativo privado en Chilpancingo. La
relación empresarial continua a través de dos gobiernos en el estado se puede
apreciar en el crecimiento de la Inmobiliaria Balam 12 y de Fuentes Yamaha, una
distribuidora de motos de alta gama y populares en el estado.
Los reportes estatales de seguridad descartan
que el asesinato haya estado inspirado en hacer daño a la campaña de Ebrard o
de cualquiera de los aspirantes a la candidatura presidencial de Morena, y que
el impacto financiero que tendrán por el asesinato será marginal, dada la
dinámica de apoyos indirectos que están tejiendo los gobernadores morenistas en
apoyo a todos los contendientes, aunque sobresalen en este trabajo Salgado y el
gobernador de Oaxaca, Salomón Jara.
El crimen tiene motivaciones locales,
inscritas en la lucha de las organizaciones criminales por el control del
estado, que comenzó su putrefacción cuando el padre de la gobernadora, el
senador Félix Salgado Macedonio, fue presidente municipal en Acapulco
(2005-2008), de acuerdo con indicios del gobierno de Felipe Calderón, revelados
en este espacio en 2007: recibió dinero de dos cárteles enemigos, el de
Sinaloa, cuando aún eran socios Joaquín el Chapo Guzmán y los
hermanos Beltrán Leyva, y el Cártel del Golfo y su brazo armado, Los Zetas. Fue
la entrada de las organizaciones criminales nacionales en el estado, en ese
entonces luchando por el control de la ruta de la cocaína.
La evolución del narcotráfico y recomposición
de los cárteles en el país tuvo en Guerrero uno de sus mejores ejemplos, donde
la segunda generación de bandas criminales de escala se dio con Guerreros
Unidos, La Familia Michoacana y Los Rojos. La tercera generación la componen,
de manera muy abierta hoy en día, Los Ardillos, que vienen de una vieja alianza
con los Beltrán Leyva, y Los Tlacos, que surgieron de las policías comunitarias
que dejó crecer el gobierno de Enrique Peña Nieto, y que se fortalecieron
durante el gobierno anterior, donde el secretario de Desarrollo Social de
Astudillo, Mario Moreno Arcos, era primo de Humberto Moreno Catalán, que era la
cara del dirigente de Los Tlacos, Onésimo el Necho Marquina, y que
murió de enfermedad hace poco más de un año.
En el choque entre estas dos organizaciones,
según los reportes estatales de seguridad, se encuentra la principal hipótesis
sobre el asesinato del empresario Fuentes Brito, cuyo incidente previo más
reciente fue la enorme movilización social que se dio en Chilpancingo hace unas
tres semanas para exigir la liberación de dos de los líderes de Los Ardillos,
que fue secuela de un desayuno entre la alcaldesa de la capital, Norma Otilia
Hernández, con Celso Ortega, el jefe de Los Ardillos, la organización que fundó
su padre hace casi 25 años, que lleva años en una disputa contra Los Rojos por
el control de esa ciudad. No se sabe el contenido de lo que platicaron, pero el
contexto es el apoyo presuntamente institucional que estaban teniendo Los
Tlacos en su lucha contra Los Ardillos y La Familia Michoacana para controlar
la Tierra Caliente guerrerense.
El asesinato del empresario y su hijo entró en
la dinámica de la polarización política y la lucha por el poder, pero el
gobierno federal aún no tiene claridad sobre el origen del asesinato, ni sus
móviles o presuntos autores. Los reportes estatales de seguridad tampoco han
adelantado sus hipótesis, pero al ubicarlo en el contexto de la degradación
social en Guerrero y no en la lógica de asesinatos de corte eminentemente
políticos, sugieren que el problema es mucho más delicado y complejo para
resolver.
Como lo demostró la negociación que hizo el
gobierno de Salgado con los criminales para impedir que la movilización social
en Chilpancingo lo siguiera teniendo arrodillado, frenó la agitación, pero no
la violencia que el asesinato de Fuentes Brito y su hijo revela la espiral
ascendente en la que se encuentra. Sería fácil acusar a Los Ardillos como los
presuntos autores del crimen, por la forma como están siendo doblegados por Los
Tlacos, que todavía cuentan con protección institucional, según los reportes
estatales de seguridad.
Pero una conclusión simplista y sin pruebas no
ayuda a resolver el crimen, que se dio en un ambiente de creciente violencia,
como reflejó el periódico El Sur de Acapulco este lunes en su primera plana,
donde reportó que además del empresario y su hijo, hubo otros ocho asesinatos
en Guerrero el fin de semana, lo que habla de la gravedad del momento que vive
el estado y la incapacidad de la gobernadora Salgado para impedir que las balas
la sigan desbordando.
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