López Obrador necesita que los pobres lo sigan siendo y que vean solo en Morena una esperanza de dejar de serlo.
No tienen desperdicio las palabras que ayer pronunció el
presidente López Obrador: “ayudando a los pobres va uno a la segura porque
ya saben que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se
cuenta con el apoyo de ellos. No así con sectores de clase media, ni con
los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad, entonces no es un
asunto personal, es un asunto de estrategia política”.
La lectura que a lo largo del día de ayer se hizo de estas
afirmaciones en las redes sociales y en los medios electrónicos es muy clara:
al presidente de la República le conviene la existencia de los pobres, pues si
hubiera una estrategia para que los pobres dejaran de serlo y se
convirtieran en clase media, entonces perdería sus bases de apoyo.
¿Es cierto que en los lugares donde hay más pobres existe un
mayor respaldo para el presidente de la República y su proyecto?
Veamos qué es lo que dicen las estadísticas.
De acuerdo con las mediciones de pobreza laboral que realiza
trimestralmente el Coneval, las cinco entidades con índices más
elevados de pobreza laboral son Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y
Morelos.
En el otro extremo, las cinco entidades con menos pobreza
laboral son Baja California Sur, Baja California, Chihuahua, Nuevo León y
Coahuila.
De entrada, las primeras cinco están gobernadas por Morena.
Mientras que entre las cinco con menos pobreza, tres están gobernadas por otros
partidos y dos por Morena.
Pero, veamos el desempeño de las votaciones para diputados
federales en 2021.
En los cinco estados más pobres del país, el porcentaje
de votos que correspondieron a Morena y sus aliados fue de 55.4 por ciento.
En contraste, en los cinco estados con un menor
porcentaje de pobreza, ese porcentaje fue de 32.6 por ciento, casi 23
puntos menos.
No cabe la menor duda, hay una correlación entre el nivel de
pobreza y el porcentaje de las votaciones que es favorable a Morena.
Otro de los indicadores es el contraste entre las votaciones
urbanas y las votaciones rurales.
En el campo es mucho más alto el voto hacia Morena, sobre
todo si se contrasta con el porcentaje registrado en las grandes
concentraciones urbanas como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey o
Puebla, por citar solo algunas metrópolis.
Sobre la base de esa evidencia, sería un suicidio
político para López Obrador generar una estrategia que apuntara
realmente a la reducción del porcentaje de pobres en el país y al
aumento de las clases medias, sobre todo urbanas.
Sus dichos son muy claros. Solo confía en el respaldo de los
pobres a su estrategia. Y desconfía profundamente de las inclinaciones de las
clases medias.
El problema de fondo para López Obrador es que las clases
medias, particularmente urbanas, cada vez pesan más en el país.
De acuerdo con el análisis del INEGI al corte de 2020,
el 39.2 por ciento de la población del país corresponde a la clase media,
mientras que 59.1 por ciento pertenece a la clase baja. Apenas 1.7 por ciento
corresponde a la clase alta.
Aunque es mayoritaria la clase baja, si la operación
política y los mecanismos clientelares fallan y un porcentaje menor de la clase
baja vota; y si por el contrario, vota un alto porcentaje de la clase media, el
balance electoral puede cambiar.
Ese es el gran dilema de la 4T.
En 2021, el desencanto de la clase media con AMLO y la falta
de operación política de Morena condujeron a que se perdieran las grandes
ciudades, así como la mayoría calificada en la Cámara de Diputados.
Si la tendencia siguiera, en 2024 la amenaza sería
incluso perder la presidencia de la República.
Por eso, López Obrador necesita que los pobres lo sigan
siendo y que sigan viendo en Morena solo como una esperanza de dejar de serlo.
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