Miles de personas que transitas por este lugar son acechadas
por la inseguridad a pesar de los intentos de las autoridades, usuarios del
transporte público siguen viviendo historias de violencia y robos en el
paradero de Cuatro Caminos, en los límites del Estado de México y la Ciudad de
México
Los ciudadanos que transitan entre esta frontera caminan
todos los días con temor a ser despojados de sus pertenencias o presenciar
hechos violentos.
El peligro en la calzada de Ingenieros Militares, las Armas
y Transmisiones Militares, contiguas a dicho paradero, siguen latentes en los
paraderos del Metro, donde se estima que al día 500 mil personas transitan por
el Centro de Transferencia Modal (Cetram).
Cuatro Caminos tiene dos caras. El Mexipuerto cuenta con
tiendas de moda, restaurantes y salas de cine, y en donde la salida del
paradero tiene un sinfín de plantas con cámaras de vigilancia.
En contraste, en el paradero norte, el olor a rancio y grasa
de alimentos mezclado con humedad y orina, es lo que soportan los miles de
usuarios que transitan por la zona.
De acuerdo a los usuarios, en la zona de Naucalpan se
complica el actuar policial; aunque el interior del metro le corresponde a la
policía capitalina y el exterior a la estatal, al momento de perseguir o
detener a los asaltantes, la coordinación es nula pues cada elemento debe
hacerse cargo del espacio que tiene asignado.
Cuatro Caminos, el paso de la muerte
En los camellones nadie mira lo que ocurre alrededor, la
indiferencia de las autoridades de las dos entidades convirtió a Cuatro Caminos
en “el paso de la muerte”, coinciden quienes diariamente ocupan el metro.
Cuatro Caminos es la tercera estación del metro de mayor
afluencia en la entidad, solo después de Pantitlán e Indios Verdes.
Quienes transitan por Cuatro Caminos saben que en la zona
hay formas de robar; locatarios y usuarios del transporte describieron por lo
menos dos modalidades que ven a diario.
Una de ellas son los abrazos, donde los más afectados son
jóvenes, sobre todo estudiantes de la FES Acatlán, pues son identificados
porque llevan un celular en la mano o su laptop que pueden quitarse con
facilidad.
Una vez que ubican el blanco, lo siguen y lo abrazan de
manera familiar, como si fueran amigos. “Me das lo que traes o te lleva ...”, es
la amenaza acompañada de navajas o armas de fuego, tal como lo vivió Karla, de
16 años que en febrero pasado recibió un balazo en el hombro izquierdo por
gritar mientras tres sujetos intentaban asaltarla en el andén "B" a
las 7 de la mañana
Además de esos robos, en Cuatro Caminos están los que
arrebatan celulares, cadenas y aretes. Los que aprovechan las filas de los
microbuses para robar sin importar la hora y los que se suben a los camiones,
pagan su pasaje, esperan con toda calma a que se llene y cuadras adelante
asaltan.
“Casi siempre son chamaquitos de 14 a 17 años a los que se
les hace fácil robar y lastimar a la gente, no les importa picar a alguien o
aventar un balazo” señala Manuel de 18 años y usuarios del metro.
Nosotros nos avisamos por mensajes de celular cuando nos
asaltan o cuando vemos a alguien sospechoso. La misma gente te pide que no lo
subas al camión y le avisamos a los de atrás que en tal y tal calle hay alguien
así”, dice un chofer.
Irónicamente la agencia del Ministerio Público móvil del
Estado de México se ubica a menos de un kilómetro de donde se cometen los robos
en Cuatro Caminos; sin embargo, la justicia parece dispersarse entre este
laberinto.
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