In memoriam
Por Ernesto Millán Juárez2
003 fue un año electoral y en una de las múltiples casas de campaña que había en Ecatepec tuve la fortuna de conocer una mujer extraordinaria: Teresa Betancourt, fiel y apasionada militante priista que apoyaba a una candidata a diputada local; mujer de gran iniciativa, que nunca perdía la oportunidad de ayudar a los demás y aquella ocasión lo hacía con sus amigos del partido.
Una tarde llegué a esa oficina y me vio participar en una junta. Era muy curiosa y después de un rato, cuando me quedé a solas, se acercó a saludarme y preguntar quién era yo. Sentí una gran ternura al ver cómo me observaba con el par de hermosos ojos verdes que poseía, pero en ellos descubrí que no eran los de una mujer; se trataba de la mirada de una niña que, con gran inocencia, quería enterarse de todo. Surgió una simpatía mutua instantánea y, a partir de entonces, cada que visitaba la casa de campaña, Tere y yo nos saludábamos con gran afecto, como si fuéramos amigos toda la vida.
En agosto de 2003 el doctor Eruviel Ávila tomó posesión como presidente municipal de nuestro querido Ecatepec y me nombró director jurídico y consultivo del ayuntamiento. Dos días después llegó a visitarme Tere, deseaba ser mi secretaria. A mí me dio mucho gusto verla y accedí de inmediato. Hicimos los trámites administrativos y para el lunes siguiente ya estaba ahí, en mi oficina, integrándose a mi equipo de trabajo. Así comenzó a escribirse una hermosa historia de fraternidad.
Tere era amable, cordial, eficiente, muy responsable. Descubrí que era una gran colaboradora y muy pronto fue pieza fundamental en el equipo. Después fue mostrándose como ser humano y entonces se ganó mi admiración; era bondadosa con el prójimo y también excelente hija, madre y amiga.
Tres años fuimos equipo y un día nos despedimos; llegaba un nuevo gobierno. Fue un momento triste pero más tarde, en 2009, nuevamente tuvimos la oportunidad de trabajar juntos hasta el 2011, año en que la vida me llevó por otro camino. Sin embargo, Tere y yo nunca perdimos contacto. Un día me llamó por teléfono, estaba feliz, pletórica y me dio la noticia de que había concluido sus estudios como licenciada en Derecho. Compartí su alegría, ya que a partir de ese momento se convirtió en mi colega. Era ejemplar, siempre persiguió sus metas y demostró que nunca es tarde para concluir una carrera universitaria.
Ella y yo teníamos muchos sueños y esperábamos reencontrarnos para compartir retos más grandes. Jamás imaginamos que en 2020 llegaría una terrible pandemia, la cual nos arrebataría tantos seres queridos. A principios de este año me avisaron que se contagió de coronavirus y recibí aterrado la noticia. Semanas después supe que, por fortuna, había mejorado. Pero algo pasó, porque siendo una persona sana y llena de vitalidad, comenzó a tener complicaciones con algunos órganos de su cuerpo.
Ayer, 29 de septiembre de 2021, recibí la devastadora noticia de que mi amiga había muerto. Todavía no puedo recuperarme del dolor que siento; una estrella se apagó. Sólo me conforta saber que está con Dios, no puede ser de otra manera, porque ella era buena.
Comparto esta historia con ustedes que me leen, para honrarla, pero también porque seguramente durante los años que serví en Ecatepec, muy probablemente convivimos; fuimos equipo. De ser así, quiero decirles que los recuerdo con cariño y pido a Dios que los bendiga y los proteja.