La importancia histórica que reviste la conquista en 1521 de la ciudad de Tenochtitlan sigue trayendo consigo implicaciones sociales y políticas.
Aproximadamente 30 años después de la llegada de Colón a
estas tierras continentales, salieron desde Cuba Hernán Cortés y un grupo de
poco más de 500 soldados españoles, quienes arribaron a Cozumel y después a Veracruz.
El ejército ibérico ya contaba con cierto conocimiento sobre los nativos y los
posibles peligros a enfrentar.
El choque cultural ocurrido entre ambos mundos nos permite
observar desde lejos un sistema político que ya se encontraba dañado; las tensiones
entre los diferentes pueblos del centro y las divisiones internas habrían
creado resentimiento y disconformidad entre varios grupos que eran explotados
por los mexicas, situación que Cortés supo aprovechar para su beneficio, dando
pie a la coalición entre españoles e indígenas.
Después de permitirle entrar a la ciudad, en 1519 Moctezuma
se encuentra por primera vez con Cortés, y es el 13 de agosto de 1521 cuando
Cuauhtémoc, el último tlatoani, fue capturado por sus opositores, trayendo
consigo la caída definitiva de la gran ciudad del imperio mexica, cuyos
vestigios aún se encuentran en las entrañas de la capital mexicana.
Después de la invasión, Cortés construyó el virreinato de la
Nueva España mediante un nuevo sistema político-militar.
Tenochtitlan fue destruida al representar el centro del
poder religioso y económico mexica, cambiando para siempre la historia de este
continente.
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