Ecatepec representa su pasado. En las calles de uno de
los municipios más peligrosos de México para ser mujer, nació, creció y estudió
Helen, mejor conocida como La Reinota. En ellas concretó su educación
básica y fue en la secundaria donde vivió por primera vez la discriminación
de género cuando el profesor del taller de electricidad no le permitió
inscribirse porque “iba a ser la única mujer”. Fue obligada a tomar corte y
confección, taller “para mujeres”.
“Literal, me dijeron ‘tú no puedes tomar el taller porque
vas a ser la única mujer’. Fue muy frustrante. Si me hubieran dejado estudiar
electricidad y no me hubieran mandado a la fuerza a corte y confección, yo
hubiera estudiado algo diferente”, comenta Helen a EL UNIVERSAL mientras
conduce sobre calzada de Tlalpan con dirección al Centro Histórico, el
sitio donde un acto la llevó a ser viral el día de la marcha del 8M pasado.
Helen “G” estudió Ingeniería en Sistemas Computacionales,
fue de las pocas mujeres de su generación que terminó la carrera en una
universidad del Estado de México, y a sus casi 28 años, se considera feminista
tras conocer la violencia de género, vivir micromachismos y terminar una
relación de pareja donde había normalizado actitudes machistas.
La Reinota llegó al Zócalo para apoyar a “sus hermanas” heridas.
“Tuve una relación donde sufrí mucho, pensaba que los celos
o que alguien me cuestionara mi forma de vestir era completamente normal, a
pesar de no haber visto estos patrones en casa, por mucho tiempo pensé que así
eran las cosas. Hasta que me di cuenta que regresar de mis citas llorando
porque mi exnovio decía que le había sonreído al cajero, no era normal”.
Ahora, La Reinota sonríe con amabilidad la mayor parte del
tiempo, y ese gesto se acentúa al recordar la anécdota que influyó para que se
adentrara al movimiento feminista.
“Fue necesario vivir esa experiencia, porque sino no tendría
la pareja que ahorita tengo. Por eso me siento identificada con el movimiento
que me encanta. Ésta sí es una transformación, de pensamiento, actitudes y
acciones”.
Para Helen, el respeto es uno de los principios básicos para
vivir en sociedad sin importar el género. Su discurso se basa en “vive y deja
vivir”, no pertenece a ningún colectivo ni grupo radical; sin
embargo, no se opone a las formas de manifestación donde hay que romper y
quemar todo, porque “todos tenemos derecho a protestar porque nos une el mismo
sentimiento de injusticia”.
“Yo no rompo y no
quemo, pero tampoco tengo nada en contra de las personas que lo hacen, porque
esa es su protesta y su lucha, y cada quien sabe por qué está luchando. Hay
muchas personas que se quejan afirmando que esos no son los modos, pero que nos
digan cuáles son, porque durante mucho tiempo las protestas pacíficas no han
funcionado, esas no las pasan en la televisión y casi nadie las difunde”,
enfatiza.
“Por favor, miren a esta reinota, ella sí me representa”
La marcha del pasado 8 de marzo por el Día
Internacional de la Mujer comenzó en la tarde. Desde los primeros minutos,
jóvenes encapuchadas y con rostros descubiertos coreaban Canción sin miedo, de
la cantante y compositora Vivir Quintana.
Diferentes colectivos marcharon hacia la plancha del Zócalo donde
aproximadamente a las 16:00 horas ya se había convertido en un campo de
batalla.
Un olor a guerra se percibía, decenas de chicas estaban
heridas; algunas, en cuclillas, enjuagaban su rostro con agua, leche o refresco
para limpiarse el gas que consideraron era lacrimógeno que habían aspirado.
Humo de color naranja, verde y gris formaba una especie de
nube espesa que cubría la explanada. Frente al muro metálico colocado afuera de
Palacio Nacional, la Brigada Marabunta auxiliaba a las jóvenes enfurecidas que
resultaron heridas después de tratar de tirar las vallas instalada días
previos.
Esto fue lo que percibió Helen cuando arribó al Zócalo con
un galón de agua para ayudar a enjuagar los rostros de otras chicas.
Inmediatamente, el gas le produjo una picazón en la garganta y en los ojos, a
pesar del sentimiento de ira y tristeza que la invadió al presenciar la escena,
brindó apoyo a sus “hermanas”.
“Yo no pensaba asistir a la marcha, pero vi un live de lo
que estaba pasando, así que decidí venir para apoyar a mis hermanas. Cuando
llegué no podía creer lo que estaba viendo, todo estaba peor de como lo había
visto por televisión, dolía ver la valla, se sintió la agresión de parte de
quien ordenó su colocación. Se escuchaba algo que tronaba muy fuerte, no sé qué
era, pero se escuchaba, era un campo de batalla”, recuerda mientras camina por
el Zócalo recreando lo vivido hace tres semanas.
A los 10 minutos de haber llegado a la explanada, Helen
presenció el ir y venir de los artefactos de humo. Cuando cayó uno cerca de
ella, sin pensarlo, lo tomó y lo arrojó hacia la valla metálica. Asegura que no
fue la única en regresar los objetos hacia Palacio Nacional.
“Estaba pesado, era
un objeto que no conocía y que nadie debería conocer, yo no sabía qué era, pero
sí sabía que ese objeto extraño no podía estar ahí en medio de nosotras, lo
único que pensé en ese momento fue en no caerme. Fue muy liberador aventarlo.
Otras chicas y chicos que estaban en la marcha también aventaron estos
artefactos, incluso la Brigada Marabunta”.
El video del acto de Helen comenzó a circular rápidamente en
redes sociales y los comentarios tanto negativos como positivos no tardaron en
llegar.
Helen mide 1.73 metros de altura, lleva el cabello pintado
de color verde y tiene una perforación en la nariz.
Contrario a lo que se pensaba por las reacciones al video,
La Reinota, como la llamó el usuario de Twitter @buffbaby, al compartir en su
cuenta con la frase: “Por favor, miren a esta reinota, ella sí me representa”,
ella es una joven tranquila, amable y pacífica que como miles de mujeres en
México, está harta de la opresión, del abuso de poder y del machismo.
Dice que se sintió agredida en la marcha y nadie tendría por
qué saber cómo reaccionar ante un ataque de gas lacrimógeno.
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