Que un presidente
contraiga Covid-19 estresa a cualquier país. Más al nuestro, donde el
mandatario concentra en su persona todos todos los reflectores. La enfermedad
de Andrés Manuel López Obrador es un motivo de preocupación que no debe
convertirse en alarma. Informar al respecto no sólo es obligado, sino que debe
hacerse con mensajes precisos que generen certidumbre. La secretaria de
Gobernación ayer en la mañanera fue todo lo contrario a una comunicadora
eficiente y eficaz: no supo responder correctamente ni el lugar en que el
Presidente guarda reposo.
Si el presidente López
Obrador quiere mantener en el cargo a Olga Sánchez Cordero entenderemos que da
más peso a los símbolos –exministra de la Corte y primera mujer en Segob– que a
la realidad: toda organización requiere buenos bateadores emergentes; la actual
secretaria no lo es y ayer lo demostró, pues en términos prácticos el vocero
Jesús Ramírez le tuvo que corregir o de plano soplar respuestas a preguntas
sobre la salud del Presidente que era obvio que se le harían este lunes.
Si a pesar de lo visto
ayer el tabasqueño decide dejar en su puesto a Sánchez Cordero –no vayan a
decir que la deja porque “no es momento de provocar turbulencias en la
gobernabilidad” porque, seamos honestos, ésta no se maneja en Bucareli–,
entonces lo que es obligado es que el gobierno designe a un vocero especial que
reporte sobre la salud del Presidente.
México padece varias
crisis simultáneas. La de la pandemia, obvio. La económica, exacerbada por el
azote de Covid-19. La de inseguridad y justicia. Y ya podemos enunciar una más:
la de polarización. Con tan horrible panorama lo único que el país no necesita
es que la información sobre la enfermedad del Presidente –a quien se le desea
plena y pronta recuperación– se convierta en un agravante.
Si el gobierno se toma
en serio los protocolos de prevención por exposición a un caso positivo,
Marcelo Ebrard y Olga Sánchez Cordero deberán estar en su casa al menos toda
esta semana. En tal escenario, la administración debe ser proactiva: nombrar un
vocero/equipo que reporte con puntualidad sobre la recuperación del Presidente.
No dejar vacíos ni espacio a especulaciones.
No simulen normalidad
alguna poniendo a Sánchez Cordero en mañaneras que sin AMLO pierden sentido y
relevancia. Que hoy, como cada martes, se haga el reporte semanal de la
pandemia, con el secretario cuasi inexistente de Salud en sustitución de
Gatell, también de baja, y que suspendan hasta nuevo aviso la conferencia
diaria.
El tema de la
enfermedad del Presidente es serio. Su manejo informativo debe ser cuidadoso.
Tanta información como sea posible, pero ordenada, a cargo de profesionales con
experiencia en tratamiento de Covid-19 y no en hablar una hora al día sin decir
nada.
A pesar de las crisis
antes enumeradas, por fortuna no estamos en un momento como el de diciembre de
1994, cuando cada día el país bordeaba gravemente el abismo. Por ello, los
demás temas del gobierno deberían seguir su curso a cargo de –no se rían– los
respectivos secretarios y directores de organismos.
Si se le da a la
población la información precisa y de manera oportuna, México puede esperar con
toda tranquilad una semana a que su Presidente se recupere del proceso
infeccioso que suele durar, en la mayoría de los casos, alrededor de 10 días.
Poner a Sánchez
Cordero en la mañanera, además de contravenir los protocolos médicos, sólo
demostraría que no es apta para secretaria de Gobernación. ¿Qué necesidad de
exhibirla? ¿Qué necesidad de que genere más confusión y menos certidumbre?
Ninguna.
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