El origen del organillo que conocemos en México es alemán, en particular de una familia de migrantes alemanes que se instalaron en nuestro país
Su música es tan tradicional... Los organilleros son esos músicos callejeros que podemos encontrar en plazas y avenidas tocando un instrumento de tubos con un sonido muy peculiar y México es uno de los últimos lugares donde este oficio se practica.
El organillo más común y antiguo es el de cilindro de madera con púas y puentes de bronce. En la Ciudad de México es muy común ver a estos intérpretes en las calles del centro, como ya te habíamos platicado en esta nota.
El organillo es muy conocido en Latinoamérica y se podría pensar que es originario de estas regiones, ya que empezaron a encontrarse estos instrumentos desde finales del siglo XVII. Pero no es así.
El origen del organillo que conocemos en México es alemán, en particular de una familia de migrantes alemanes que se instalaron en nuestro país. Esta familia era la dueña la casa de instrumentos musicales Wagner y Levien.
La marca Wagner y Levien se encuentra en los registros de la historia de México, principalmente de la historia musical de este país, ya que fueron conocidos por su gran calidad en pianos.
Pero también fabricaban otro tipo de instrumentos, algunos no tan de grandes y delicados como el piano, es el caso del órgano de tubos u organillo.
Esta familia solía rentarlos a las personas que quisieran ganarse un poco dinero tocándolo en plazas públicas. Así fue que, al menos, en México se fueron adquiriendo y sobrevivieron por años, incluso después de que Alemania dejara de fabricarlos.
Se dice que Pomposo Gaona fue una persona que llegó a adquirir cerca de 250 organillos en México, al fallecer, sus descendientes continuaron con esta tradición y fueron ellos los que le añadieron las melodías populares mexicanas como En tu día, Rancho alegre, Dos hojas sin rumbo o El Danubio azul.
En la actualidad, solo en tres países se sigue practicando este oficio: Chile, Argentina y México, y cada vez son menos las personas que lo realizan. A pesar de esto, México es el que más tiene arraigada esta tradición.
Conoce la historia de estas personas que trabajaban de sol a sol realizando estos oficios que, gracias a la modernidad, están a punto de morir.
En las calles de la Ciudad de México aún a lo lejos podemos identificar al señor de los camotes, una de sus características es su silbido, aunque aveces nos puede resultar enfadoso, que proviene del vapor que genera el carrito y es utilizado para silbar, éste como muchos otros oficios se encuentran en una larga agonía.
“Que no le digan, que no le cuenten” en algún momento de nuestras vidas todos hemos comprado productos milagros que nos ofrecen esos hábiles merolicos, y cómo no caer ante la tentación si te prometen hasta las estrellas. Versiones del origen de este oficio hay muchas, una de ellas cuenta que entre los años de 1864 y 1865, llegó al puerto de Veracruz un Polaco que se apellidaba Meraulyock, el cual afirmó ser un gran médico y que poseía un aceite infalible para todos los males.
meloricoGracias a su destreza logró llegar a la Ciudad de México, pero la pronunciación de su apellido causó dificultades, lo que ocasionó que se lo cambiarán en repetidas ocasiones hasta que quedo el de “Merolico”. Según algunos historiadores comentan que, ya entrados en confianza, no faltaron las bromas y algunos le decían ” Merolico, merolico, quién te dio tan grande pico” .
Años más tarde y debido a la falta de oportunidades muchos hombres copiaron el oficio y lo convirtieron en su modo de vida, poniendo en las ferias o en los mercados, difícilmente en la actualidad podríamos encontrar uno, aunque por ahí deben de andar.
El lechero
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¡La leche! Los lecheros repartían su producto en bicicletas o en caballos e iban gritando de casa en casa, algunos usaban una corneta para avisar su llegada, éstos eran personajes muy cotidianos en la Ciudad de México, sin embargo en 1924 se abrió la primer empresa lechera, lo que provocó que muchos no continuarán con esa labor. Otros continuaron por muchos años más.
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Para 1949 abrió otra empresa lechera y con ello fue cayendo la imagen de los lecheros, se les achacaron infinidad de mitos, como que mantenía romances con la señora de la casa o que rebajaba la leche con agua, incluso en una escena de la película del Rey del Barrio, Tin-Tan le da dinero a un vecino para que compre leche pasteurizada ya que a esa le echaban agua más limpia.
Bolero
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La historia de los boleros se remonta a los años 30, aunque su auge se dio por allá en la década de los años 40 y 50 cuando los hombres acostumbraban a andar entacuchados y, por su puesto, andaban con el calzado bien lustrado, entre más más brillo en el zapato, era más grande la probabilidad de ganar el corazón de alguna dama a la que le gustará moverse al ritmo del danzón.
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Los hombres que realizaban este oficio en una misma mano cargaban un banquito y el cajón donde guardaban los limpiadores, trapos y pinturas con lo que le devolvía la vida a los zapatos y en la otra cargaban con el periódico para entretener al cliente. Actualmente podemos ver a algunos boleros en diversas plazas de nuestra capital, pero con el plus de que ahora tienen una especie de carpa para protegerse del sol.
Afilador
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A mediados del siglo XIX era común ver por las calles de la capital a algunos los afiladores. Varias abuelitas acostumbraban a golpear sus bolsas porque tenían la creencia que era de buena suerte hacerlo cada que ellos tocaban su silbato anunciando su llegada. Los afiladores circulaban con su bicicleta para sacar filo a los cuchillos y tijeras que se utilizaban en las casas o negocios de aquella época.
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La costumbre de recurrir al afilador para nuevamente darle uso a los instrumentos con filo se fue perdiendo con las costumbres capitalistas que siempre buscan desechar las cosas para comprar nuevas, sin embargo esas ideas no llegaron a todos lados, ya que aún podemos ver a estos hombres por algunas calles de nuestra ciudad.
Globero
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Otro de los oficios que están a punto de morir en nuestro país es el de los globeros. De su origen no se tienen muchos datos, pero estamos seguros que tendrás gratos recuerdos de aquel hombre que caminaba por las calles con ese silbido que nos invitaba a comprar uno de los multicolores globos que traía cargando.
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Ahora son contadas las veces que vemos a un globero por las calles de la capital y es que muchos niños prefieren quedarse en casa jugando videojuegos o hacer otras actividades que consideran más atractivas que traer un globo amarrado a su muñeca.
Ropavejero
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El negocio de la ropa vieja es más antiguo que su mercancía, se dice que este oficio empezó desde la época colonial, los hombres de ese entonces, montados en un caballo, iban de pueblo en pueblo cambiando ropa, zapatos y herramientas usadas por otros artículos.
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Anteriormente se hacían acompañar de una campanilla que los identificaba, tal y como lo hace ahora el camión de la basura. Más tarde se incluyó el característico pregón que dice más o menos así: compro ropa usada que venda. Actualmente este oficio continúa.
Organillero
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Los organilleros son parte fundamental de la Ciudad de México, seguramente te ha tocó escuchar sus melodías más de una vez, su origen se remonta hasta el año de 1880 cuando inmigrantes alemanes los trajeron. En esa época era común que las personas los rentarán para sacar dinero.
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Vestidos de color beige combinado con café andaban por las zonas públicas de nuestra ciudad tocando esas melancólicas melodías, aunque también eran rentados para las serenatas. En 1930 los instrumentos se dejaron de fabricar en Alemania pero eso no impidió que el oficio se mantuviera con vida.
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