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miércoles, 25 de enero de 2017

Juego de pulso En la elección del candidato en Edoméx




Los priístas del Estado de México avanzaron estos últimos días en un escenario que se vislumbra muy positivos para ellos que de ratificarse, les permitirá conservar el control del poder ejecutivo estatal tras las elecciones de junio próximo.

El escenario luce de la siguiente manera:
El “primo” Alfredo del Mazo está bajo fuerte observación, quedando como las opciones próximas, Ana Lilia Herrera o ultima instancia Carlos Iriarte

Veamos que el PRI está sustentada su presencia en este proceso electoral de junio , en una plataforma de alianzas partidistas, como la formalizada por su presidente nacional Enrique Ochoa junto con los “apoderados” de partidos satélites: como son el Verde el ecologista de México, Nueva Alianza y Encuentro Social –esta última, la organización prohijada desde la Secretaría de Gobernación.

Enseguida se tiene que esta estrategia busca evitar una confrontación en la definición del candidato oficial a la gubernatura, esquema que se especulado muy discretamente que habla de un juego de pulsos entre el bloque político encabezado por el gobernador Eruviel Ávila Villegas y los cercanos al presidente Enrique Peña Nieto.

Aunque se dije real no es remota la posibilidad de que se imponga la voluntad del depositario del poder ejecutivo federal, porque en su carácter de presidente de la República, se le ubica como la máxima autoridad partidista, pero además es nativo de la entidad mexiquenses y su ex mandatario.

El interés del presidente Peña Nieto, está claro su simpatía por impulsar a su Alfredo Del Mazo Maza, el tercer de la dinastía del mismo nombre y apellido.
Sin embargo, pero a la insistencia está en un hito valorar lo conveniente y prudente , especialmente si Peña Nieto pondera la afrenta personal que Del Mazo representa para dos personajes claves:
el citado Eruviel Ávila, con el que contendió hace seis años por la candidatura.
El otro es Carlos Salinas de Gortari, distanciado de los Del Mazo desde los turbulentos meses de 1988.
El ex presidente acaba de resentir un agravio importante con la forzada renuncia de su sobrina Claudia Ruiz Massieu como titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

No es imposible que la voluntad presidencial migre en favor de otra opción, incluso las que le ofrece el bloque que encabezan Eruviel Ávila y el ex gobernador Arturo Montiel, padrino político de Peña Nieto.
Esas alternativas son Ana Lilia Herrera, secretaria de Educación estatal, y Carlos Iriarte, dirigente local del PRI.

Siendo el Estado de México un reducto de las viejas formas priístas, no resulta extraño que en este manual para conservar el poder se eche mano del recurso que permite conducir los procesos en los partidos que se presentan de oposición, pero que en los hechos acaban siendo comparsas del poder.
El PAN y el PRD, que a nivel nacional constituyen reales alternativas de poder, en el solar mexiquense acusan un enanismo labrado mediante la cooptación gubernamental y el apetito de prebendas, puestos y presupuestos públicos por parte de dirigentes que por décadas han acostumbrado acudir a saciarse en la mesa del oficialismo.

El perredismo mexiquense se halla dominado por la facción ADN, que dirige Héctor Bautista y la cual impulsa como su precandidato a Juan Zepeda, diputado local y dirigente de la bancada del PRD en el Congreso del estado, donde durante su encargo exhibió mansedumbre ante cualquier directriz surgida del palacio de gobierno de Toluca. Quizá gracias a ello, Zepeda ha hecho gala de dispendio para promover su aspiración a la candidatura.

En agosto pasado la dirigencia nacional del PAN renovó el mando del partido en el Estado de México con el argumento de que se hallaba bajo las órdenes de gobierno de Eruviel Ávila. El relevo fue Víctor Hugo Sondón, atenido ahora a las órdenes del líder blanquiazul Ricardo Anaya, quien poco ha hecho para frenar el control que en las filas de Acción Nacional en el estado ha tenido al menos en los últimos cinco años Ulises Ramírez, quien encabeza su propia facción, conocida como Grupo Tlalnepatla, con numerosos señalamientos de corrupción.

Pese a indicios en sentido contrario que todavía parecían subsistir al cierre de la semana, todo indica que en esta ocasión las cosas nos serán diferentes, y que los dirigentes nacionales del PRD y el PAN, Alejandra Barrales y Ricardo Anaya, respectivamente, no pudieron, no quisieron o no los dejaron rectificar el perfil de sus organizaciones en el estado más importante del país, por su población, peso electoral y relevancia como laboratorio político para la siguiente elección presidencial.

En las últimas horas habrían quedado descartados dos nombres con peso propio y que ofrecían una alternativa digna en el campo opositor: Alejandro Encinas, senador hombre de izquierdas, presidente de la Asamblea Constituyente en la CDMX pero distanciado de la cúpula del PRD, y Josefina Vázquez Mota, ex candidata presidencial panista. Ambos intensamente mencionados, habrían declinado ser considerados, presumiblemente por falta de confianza en los operadores del proceso.

De esta suerte, nos estaríamos orientando a una definición de candidaturas “opositoras” a modo del oficialismo, lo que representará una regresión sobre lo ocurrido en 2016 cuando especialmente el PAN alcanzó triunfos en la gubernatura de siete estados. Ahora correrá el riesgo de que el entusiasmo despertado entonces se convierta en desilusión y desprestigio.

Un nuevo actor, emergente particularmente en el escenario mexiquense, lo representará Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, quien muestra nuevamente fortaleza para buscar la presidencia de la República en 2018.

La abanderada de Morena será Delfina Gómez, diputada federal y ex alcaldesa en Texcoco (2012-2015), con una imagen honesta pero con alcances que por ahora lucen reducidos. Gracias a la miseria del resto de la oposición, las primeras encuestas la dotan de una posición importante, incluso en segundo lugar si los comicios fueran hoy.

Quizá no gane, pero Delfina Gómez hará el suficiente ruido como para dotar a su partido de una mayor plataforma y a su dirigente, López Obrador, de nuevos argumentos para labrar su personalísima estrategia para el decisivo próximo año.

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