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domingo, 22 de enero de 2017
Historia política del Edomex De Isidro Fabela a Carlos Hank González y ahora Arturo Montiel
SEGUNDA Y ULTIMA PARTE
Es pertinente resaltar que el nombramiento del secretario general de gobierno obedecía a dos circunstancias: Jiménez Cantú había sido su jefe en la administración de Baz y se reconocía como un buen amigo de Echeverría. Esto ayudaría a Hank en su relación con el gobierno federal. Al igual que Isidro Fabela, Carlos Hank no tuvo ningún problema en la decisión de su relevo al gobierno estatal, ya que Jorge Jiménez Cantú contaba con el aval del presidente, así como con el respaldo de Hank.
A diferencia de los gobiernos anteriores, Carlos Hank pudo consolidar un grupo que ha logrado trascender en los siguientes. Algunos de ellos han ocupado la gubernatura; por ejemplo, Ignacio Pichardo y Emilio Chuayffet. De esta afirmación se denota que Hank asumió un liderazgo reconocido por reputación entre los políticos del estado. Esto puede observarse en el siguiente cuadro(3), que establece los porcentajes de los políticos que colaboraron con Hank y Jiménez Cantú [véase Esquema 3].
Al parecer, las redes establecidas por Carlos Hank se habían fortalecido; pero para la renovación del ejecutivo en 1981, aquel no logró influir en la designación de Juan Monroy como candidato. Ello se debió a que López Portillo impidió el control de Hank en el estado, aunado a que su sucesor, Miguel De la Madrid Hurtado, apoyó a Alfredo del Mazo González, lo que hizo evidente la mala relación entre Hank y De la Madrid. Pues se veía peligroso el poder económico de Carlos Hank, quien llegó a ser uno de los políticos empresarios más prominentes del país, es decir, el ejemplo a seguir entre las élites gubernamentales. "Contra la versión difundida, Hank toleró e inclusive propició la competencia y, lo más destacado, reconoció las capacidades de sus seguidores. Gracias a que promovió carreras personales y no las canceló para proteger la suya, Hank desarrolló una autoridad indisputable que lo convirtió en un líder reconocido aun cuando su poder había mermado y era más una leyenda que un verdadero factor de decisiones políticas" (Hernández, 2005: 172).
Una nueva red
La supremacía del presidente de la república
Las relaciones de Alfredo Del Mazo se encontraban en el ámbito federal, tenía una gran amistad con De la Madrid y había hecho vínculos con Fidel Velázquez, en su paso por el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (BANOBRAS). Es decir, Del Mazo González reunía el perfil adecuado para las élites tecnócratas que estaban en ascenso al poder. Además de ser hijo de un ex gobernador atlacomulquense de la entidad, lo que le daba la posibilidad de mantener nexos y llegar a acuerdos con los grupos políticos locales. Alfredo Del Mazo estableció su gabinete con profesionistas de alto nivel académico y especialista, pero integró a funcionarios del grupo de Hank (Chuayffet, Lira Mora, Merino Mañón, Muñoz Samayoa, Martínez Legorreta, entre otros) y de otros grupos locales [véase Esquema 3].
A pesar de lo anterior, con Del Mazo inició el desplome de los hanquistas, lo que dejó que surgieran nuevas redes y pluralidad de las élites locales, que comenzaron a disputarse el poder fomentados por el reclamo de los actores políticos del valle de México, quienes por décadas se han sentido relegados de la política local. Esta pugna para los priístas ha tenido graves consecuencias, ya que el PRI en esta zona ha perdido presencia y cada día tiene menos arraigo entre los habitantes de ella.
En la zona desarrollada [Naucalpan y Tlalnepantla] el principal adversario, y prácticamente el único será el PAN [Partido Acción Nacional], mientras que en la zona más atrasada será el PRD [Partido de la Revolución Democrática] el que dispute el control. Con los años, cada partido ha asegurado su espacio de tal manera que en la zona norte del Distrito Federal, encabezada por Naucalpan, el PAN ha conseguido no sólo las presidencias municipales, sino el dominio de los distritos locales y federales. En tanto en la ubicación oriente, en especial Nezahualcóyotl y los Reyes La Paz, el PRD ha creado un mercado electoral seguro (Hernández, 1995: 173).
Alfredo Del Mazo rompió con la tradición entre los gobernadores, al ser el primero que deja su cargo antes de concluir el mandato; lo cual fue una constante hasta Arturo Montiel, quien finaliza su encargo en tiempo. Como gobernador sustituto se nombró a Alfredo Baranda García, que para entonces ocupaba el cargo de secretario de Finanzas y su suegro formaba parte de los colaboradores cercanos al presidente Miguel de la Madrid [véase el Cuadro 2(Esquema 2) de los anexos].
La elección de 1987 para elegir gobernador se vio altamente concurrida por la participación de partidos opositores al PRI. Javier Paz Zarza por el PAN, Carlos Bracho por la Unidad Popular Mexiquense que agrupaba a siete partidos; Ambrosio A. Reyes Contreras por el Partido Popular Socialista (PPS), José Valencia González por el Partido Demócrata Mexicano (PDM), María Trinidad Villegas Gutiérrez por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Marco A. J. Prendes Fernández por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM).
Mientras que al interior del PRI se continuaban las pugnas por la decisión del candidato; pues Miguel de la Madrid quiso asegurarse proponer al sucesor que no tuviera vínculo con Carlos Hank y su grupo, entre sus propuestas estaban: Mario Ramón Beteta, director de Petróleos Mexicanos (PEMEX); Francisco Rojas, titular de la Contraloría de la Federación; Arsenio Farell Cubillas, secretario del Trabajo. La decisión a favor de Beteta constituía la más clara muestra de la centralización del poder en manos del presidente de la república.
La estancia de Beteta en la gubernatura fue breve. Se determinó con la pérdida del PRI en el estado, así que Carlos Salinas de Gortari atendió de inmediato esto, nombrando a Beteta director general de Multibanco COMERMEX. En su lugar quedó Ignacio Pichardo Pagaza, reconocido por sus nexos con Carlos Hank, así como su formación en administración y finanzas, lo que lo habían llevado a diversas funciones en la burocracia federal.
El fortalecimiento de las redes locales
Pichardo —sabedor de la complejidad de los grupos locales— formó un equipo de colaboradores reconocidos por las élites. Con experiencia política, muchos de ellos se distinguían por la cercanía que tenían con Hank, otros eran herencia de Del Mazo, además de rescatar algunos funcionarios del gobierno de Beteta.
En 1993, Pichardo deja el cargo a Emilio Chuayffet, quien había iniciado su carrera en la administración federal junto con Arturo Llorente, persona cercana a Jesús Reyes Heroles, quien era delegado de la Benito Juárez; lo que le permitió tener mayor contacto con Carlos Hank cuando fue regente en el Distrito Federal. El nexo que establece con el profesor Hank, le ayuda para conseguir la candidatura a gobernador del estado, ya que fue Hank quien convence a Salinas de que Chuayffet sería la persona indicada para tal puesto.
Como gobernador, Emilio Chuayffet rompió con una regla no escrita establecida en los gobiernos anteriores, al integrar su equipo con nuevos personajes, sin darle cabida a colaboradores de los ex gobernadores; ya que de once miembros de su gabinete sólo tres habían tenido experiencia en administraciones pasadas. Sin lugar a dudas, esto motiva cierta ruptura entre las élites priístas locales, pues él se caracteriza por el dominio de la política local y de la burocracia.
El problema que para muchos analistas conllevó la actuación de Chuayffet, fue la poca capacidad para integrar un verdadero grupo político. "Chuayffet no construyó un liderazgo, sino una jefatura, es decir empleó la jerarquía, la autoridad formal para imponerse a sus subalternos" (Hernández, 1998: 322). En 1995 solicitó licencia para separarse de la gubernatura e incorporarse como secretario de Gobernación con Ernesto Zedillo, puesto clave para quien aspiraba llegar a la presidencia de la república; por lo tanto, se nombra como gobernador sustituto al entonces secretario general de gobierno César Camacho Quiroz.
Las fracturas entre las élites políticas
Para los políticos priístas tradicionales, la gestión iniciada por Chuayffet y continuada por Camacho habían dado como resultado la pérdida de la mayoría absoluta del PRI en el Congreso local elegido en 1996. Hecho que necesariamente transformó la forma de hacer política en el estado y las relaciones entre las élites. Se pudo observar que los vínculos obedecen mucho más a sus redes que a la pertenencia de un grupo, pues la pertenencia de un individuo a un partido político no establece sus acciones ni determina su posición dentro de las élites. Son sus relaciones personales las que le permiten mantenerse o incorporarse a las élites gubernamentales.
A meses de que César Camacho concluyera su gobierno, inició la disputa por la candidatura a la gubernatura por el PRI, la que se resolvió, por primera vez en la historia del estado, en una contienda interna en el mismo partido. Había varios políticos de renombre, todos con una militancia efectiva en el PRI, los aspirantes fueron: Heberto Barrera Velázquez, Manuel Cadena Morales, José Merino Mañón, Arturo Montiel Rojas, Yolanda Sentíes, Humberto Lira Mora y Héctor Ximénez González. Además, los dos primeros se sumaron a la candidatura de Montiel; José Merino Mañón prefirió hacerse a un lado en la contienda. Arturo Montiel resultó el candidato electo frente a Héctor Ximénez, Humberto Lira y Yolanda Sentíes. Los contendientes eran reconocidos por su relación con Hank y Jiménez Cantú.
El adiós al hiper presidencialismo
La carrera política de Arturo Montiel está marcada por la estrecha relación que tenía con el contador Juan Monroy Pérez,26 de quien fue secretario particular cuando Monroy fue secretario general de gobierno en la gestión de Jiménez Cantú. Además de esta relación, la experiencia de Montiel estaba centrada en su actuación como líder del PRI estatal. A diferencia de sus antecesores, le daba la posibilidad de entender claramente a los grupos internos del PRI, lo cual pudo ser un factor determinante para lograr su candidatura; además del apoyo que recibió de algunos ex gobernadores, entre ellos el propio Hank y Chuayffet.
Cabe resaltar el comentario de Rogelio Hernández respecto a la carrera política del Arturo Montiel en la entidad, ya que al parecer en poco estaba vinculada con las élites de la entidad. "Visto a la distancia la política no parecía ser el objetivo de vida del joven profesional [refiriéndose a Arturo Montiel] a pesar de pertenecer a una familia y un lugar históricamente ligados a ella" (Hernández, 2005: 170) En este sentido, el mismo Rogelio Hernández destaca la publicación de un libro titulado El Grupo Atlacomulco, el cual apareció en los primeros años del gobierno de Montiel, el autor, Jorge Toribio, pretendió demostrar que los antepasados de Arturo Montiel participaron directamente en la formación del mencionado grupo. "Un muy oportuno interés por crearle un pasado al gobernador" (Hernández, 2005: 170).
La candidatura y triunfo de Arturo Montiel realmente obedeció a los intereses de las élites locales. El presidente Zedillo había dejado de controlar la política en las entidades. Asimismo, la nueva dinámica nacional estaba encaminada hacia la creación y consolidación de instituciones democráticas y plurales. En tal sentido, la elección de Montiel fue la primera en ser calificada por el Consejo General del órgano electoral del Estado de México.
Las integraciones del gabinete de Montiel se observaron, en gran medida, como parte de los compromisos con los grupos locales y con los ex gobernadores. Su administración se caracterizó por los constantes cambios en las carteras de primer nivel. Con todo ello, al parecer Montiel se preocupó por formar una red propia, en ella estuvieron integrados varios jóvenes: Enrique Peña Nieto, quien había sido su secretario particular y lo apuntaló como el político idóneo para sucederlo; asimismo, en este grupo se identificaron a Luis Miranda Nava, Carlos Rello Lara, Fernando Maldonado Hernández, Carlos Iriarte Mercado y Miguel Sámano Peralta.27
La alternancia en el poder vivida en el año 2000 transformó en gran medida la política al interior de la entidad. Ya no se tenía al presidente para designar los destinos políticos de la misma. El PRI dejó de ser un partido dominante para convertirse en una mayoría. Pese a ello hoy en día el Estado de México significa una de las entidades con mayor presencia priísta en el país; muestra de ello fue el contundente triunfo de Peña Nieto en julio de 2005.
Lo anterior deja ver que el PRI en la entidad y, sobre todo, su figura central, Arturo Montiel Rojas, se ha convertido en la contraparte de la dirigencia nacional del PRI, en su momento encabezada por Roberto Madrazo. Esto abrió la posibilidad de que Arturo Montiel contendiera por la candidatura del PRI a la presidencia; la cual se vio obligado a abandonar después del cuestionamiento y descalificación de la opinión pública al enterarse del enriquecimiento desmedido del mandatario. Como lo expresó Granados Chapa en su columna "Plaza Pública" del periódico Reforma, que apareció el día 12 de octubre de 2005:
El sistema político de botín, el pillaje desde la función pública (que no necesariamente se manifiesta metiendo la mano en el cajón de las finanzas públicas) es una forma de corrupción que, como el derroche, no padecen la sanción social rigurosa que merecen. Según la encuesta del Grupo Reforma levantada después de que se conocieron algunas evidencias sobre la enorme fortuna de la familia de Arturo Montiel Rojas, esos lances hicieron disminuir, sí, la buena imagen del ex gobernador mexiquense. El porcentaje de interrogados que lo juzgaban confiable se desplomó de 76 a 53 por ciento. Pero esa mala opinión no se refleja en merma considerable de sus posibilidades de ser candidato presidencial, pues si bien en una semana disminuyeron sus preferencias en 9 puntos, se mantiene empatado en 39 por ciento con Roberto Madrazo. O sea que sería admisible un presidente corrupto.
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