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miércoles, 23 de septiembre de 2015

A 50 años de Madera Asalto al cuartel militar en Madera Chihuahua

¿Querían tierra?
¡Denles tierra hasta que se harten¡
Gobernador de Chihuahua, general
Práxe des Giner Durán en esa época



Por Pascal Beltrán del Río

Ayer hace medio siglo, al amanecer del jueves 23 de septiembre de 1965, un grupo de admiradores de la Revolución Cubana intentó emular el asalto al cuartel Moncada y atacó una instalación militar en el remoto pueblo de Madera, en la sierra de Chihuahua.
Los sublevados se hacían llamar Grupo Popular Guerrillero, y eran encabezados por el profesor rural Arturo Gámiz. En la acción murieron siete soldados y ocho guerrilleros, entre ellos el propio Gámiz.
El ataque resultó infructuoso porque de los 40 alzados que estaban convocados, sólo llegaron 13. Y la información sobre cuántos soldados había en el cuartel de Madera estaba equivocada. Los guerrilleros pensaban que únicamente había dos pelotones, cuando en realidad había el doble.
Pese al desastre de ese 23 de septiembre, el acontecimiento animó la lucha armada en varias partes del país. La fecha incluso daría nombre a la principal organización de la guerrilla urbana que ha existido en México: la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Entre 1965 y 1980, los sobrevivientes de Madera y otros muchos jóvenes emprendieron una batalla contra el gobierno mexicano pensando que podían derrocarlo.
La idea de lograr el cambio social mediante la lucha armada recibió un impulso de las represiones de 1968 y 1971, pero fue, desde el inicio, un objetivo mal calculado. Ni el régimen estaba tan débil como para dejarse desplazar ni la población su sumó a los grupos rebeldes como esperaban los creyentes en la tesis del “foco guerrillero”.
Ese episodio terminó con centenares de personas encarceladas, desaparecidas y asesinadas.
Quizá porque –igual que en Madera– nunca midieron su propia fuerza con la del gobierno, los guerrilleros dejaron de hacer caso a una de las máximas deLenin: jamás pelear batallas que uno no tiene posibilidades de ganar.
En medio siglo, muchas cosas han ocurrido. Primero, las ideas enarboladas por aquellos grupos fracasaron en la práctica, cuando las revoluciones triunfantes trataron de aplicarlas. Segundo, el autoritarismo mexicano de aquellos años terminó por colapsarse y dar lugar a un sistema democrático, ciertamente imperfecto, pero que no requirió de sangre para implantarse.
A pesar de esas realidades, aún hay grupos que defienden la opción de la lucha armada. Uno de ellos es el que ha controlado, desde hace décadas, la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, alma máter de Lucio Cabañas, quien lideró la principal organización de la guerrilla rural: la Brigada Campesina de Ajusticiamiento/Partido de los Pobres.
Hoy esa expresión guerrillera no tiene sólo adeptos teóricos, como quienes han pintado grandes murales con la imagen de Cabañas en los muros de Ayotzinapa –una escuela cuyo financiamiento proviene de las arcas de lo que ellos llaman “el Estado burgués”–, sino seguidores que se mantienen armados, como quienes forman el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).
Pero el principal cambio que hoy enfrentan quienes siguen creyendo en la vigencia de esas ideas no es el fin de la Guerra Fría sino la realidad del narcotráfico y el crimen organizado.
Hoy los guerrilleros y sus entusiastas no sólo tienen enfrente a las autoridades –el “Estado”, dicen ellos– sino los intereses criminales.
Las mismas zonas por las que pasaron las columnas guerrilleras de Arturo Gámiz y su sucesor, Óscar González Eguiarte, en las serranías de Chihuahua, hoy son campos controlados por el narcotráfico, que ha encontrado en la siembra de amapola una nueva oportunidad de
negocio.
Ya no hay guerrilleros en aquellas montañas pero en meses recientes éstas han vivido una guerra entre bandas que buscan dominar la producción de goma de opio y su traslado a Estados Unidos, donde hay una nueva fiebre por la heroína.
La misma Madera es hoy parte de ese eje, que va desde Ciudad Juárez y Ojinaga, en la frontera con Texas, hasta Guadalupe y Calvo, en los límites con Durango y Sinaloa.
Lo mismo sucede en Guerrero, donde la añoranza de la lucha armada se topó violentamente con los intereses crimínales en Iguala, hace casi un año.

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