Mario Delgado no figuraba en los planes de gabinete de Claudia Sheinbaum porque se le considera entre sus colaboradores como una figura de alto riesgo.
El tercer bloque de secretarios de Estado en el próximo
gobierno de Claudia Sheinbaum mostró la fortaleza del presidente Andrés Manuel
López Obrador. Quería a Rosa Icela Rodríguez en la Secretaría de Gobernación, y
Sheinbaum lo confirmó. Pedía la Secretaría de Educación para Mario Delgado, y
lo cumplió. Deseaba que Ariadna Montiel repitiera en la Secretaría del
Bienestar, y lo satisfizo. Sheinbaum pudo sostener a Omar García Harfuch para
la Secretaría de Seguridad Pública, aunque su plan original era que ocupara la
Fiscalía General de la República. La realidad es que no tiene muchos espacios
de maniobra.
La demanda de López Obrador de un gabinete con paridad de
género y al menos 10 carteras transexenales va caminando conforme a lo deseado,
aunque esas variables no muestran el peso de cada una de las secretarías, ni
dónde se encuentran los vectores del poder. Bienestar, en la forma como
actualmente están organizadas las secretarías, es la más potente, no sólo por
el presupuesto asignado a ésta –234 mil millones de pesos este año, 198 por
ciento superior a 2023–, sino porque a través de ella se institucionalizó la
operación electoral que antes se hacía de manera temporal, que fue uno de los
motores de la aplanadora de Morena en las recientes elecciones.
Montiel, ligada a López Obrador desde hace unos 20 años, fue
la ejecutora de la estrategia que diseñó el Presidente con sus cercanos y
especialistas latinoamericanos que ayudaron en el diseño electoral y seguirá al
frente de la exitosa maquinaria política. Su importancia estratégica para
mantener la intensidad de los programas sociales-electorales en el próximo
gobierno es superior a las diferencias que tuvo con Sheinbaum el año pasado,
cuando la entonces jefa de Gobierno de la Ciudad de México se quejó con el
Presidente, en marzo, de que se estaba entrometiendo en la sucesión capitalina,
afectando el control sobre los grupos políticos. López Obrador no la frenó y
Montiel continuó en abierta campaña por la candidatura.
Al final cedió ante el interés de Sheinbaum de que García
Harfuch fuera su relevo y, por instrucciones del Presidente, desvió 6 mil
millones de pesos el año pasado para apoyar lo que sería su campaña
presidencial. Montiel fue institucional, como también lo fue Mario Delgado,
nombrado como secretario de Educación contra los deseos de Sheinbaum, que no
tuvo espacio para maniobrar. Su candidata a esa cartera era Rosaura Ruiz, pero
el Presidente demandó que se la entregara a Delgado, por lo que ajustó para la
creación de una nueva Secretaría de Ciencia, que absorberá de la SEP la
educación superior.
Delgado no figuraba en los planes de gabinete de Sheinbaum
porque se le considera entre sus colaboradores como una figura de alto riesgo.
Delgado tiene investigaciones abiertas en México y Estados Unidos por presuntos
delitos relacionados con el robo de combustible y lavado de dinero, además de
desvío de recursos de Morena. Pero la demanda del Presidente fue inamovible,
por lo que tuvo que abrirle el espacio del gabinete solicitado, aunque en el
rediseño que está haciendo de la dependencia la va a dejar como lo que es, una
secretaría política que invierte gran parte de su tiempo en negociar con los
sindicatos, con la educación básica como el campo de litigio.
Otra cartera inapelable fue la de Gobernación para Rosa
Icela Rodríguez, cuya participación en el gabinete de Sheinbaum se consideraba
un hecho un año antes siquiera de que se celebraran las elecciones. Rodríguez
es la colaboradora más cercana y querida en el gabinete por López Obrador, y ha
trabajado a su lado desde hace más de un cuarto de siglo. Cuando gobernó la
Ciudad de México, Rodríguez participó en el diseño y operación de un sistema de
inteligencia alterno para darle un servicio único a López Obrador, y la única
que trascendió de aquel trabajo.
Rodríguez estuvo en los gabinetes de Marcelo Ebrard y Miguel
Ángel Mancera –cuando Morena aún no se separaba del PRD– por petición expresa
de López Obrador, y siempre le respondió al Presidente con lealtad. En el
gobierno federal, la utilizó como comodín en áreas donde necesitaba a alguien
de toda su confianza, donde le encargaba tareas fuera de su competencia, como
algunas relacionadas con la política social mientras era secretaria de
Seguridad Pública.
López Obrador también la utilizaba como vocera en asuntos
delicados, como cuando se tuvieron que explicar la liberación del hermano de
Nemesio Oseguera, el Mencho, jefe de la principal facción del Cártel
Jalisco Nueva Generación, y el secuestro del obispo emérito de Chilpancingo,
Salvador Rangel. Aunque era una de las protagonistas en las mañaneras cuando se
hablaba de temas de seguridad, Rodríguez hizo poco en la materia porque la
parte operativa, la Guardia Nacional, estaba fuera de su control y manejada por
militares. Esto no cambiará con la llegada de García Harfuch al cargo, uno de
los pocos nombramientos del futuro gabinete donde sí tiene amplia experiencia
en ese campo y conocimiento profundo de los problemas que enfrentará.
García Harfuch nunca ha sido del agrado de López Obrador,
pero lo ha tolerado por la cercanía con Sheinbaum. Dejó que lo promoviera para
el gobierno de la Ciudad de México, y estuvo a punto de aceptar que fuera
candidato, pero en vísperas de anunciarse los resultados de la encuesta para la
candidatura, sus colaboradores más duros le entregaron un documento
confidencial de presuntas vinculaciones con el crimen organizado. Al día
siguiente de recibir el informe, llamó a García Harfuch y le dijo que no sería
candidato.
Sheinbaum no lo abandonó y ha sido una pieza fundamental en
el engranaje de su equipo. Pero para sostenerlo aceptó sin chistar que la
Guardia Nacional pase legalmente a la Secretaría de la Defensa Nacional, y
dejar a Seguridad Pública como un esqueleto que sólo administraría el sistema
penitenciario. Sheinbaum y García Harfuch sabían que esto sucedería, y
transformarán la secretaría en un área poderosa de inteligencia para el Estado
mexicano. No había mucho que hacer. Sheinbaum había confiado en su equipo que
no se pelearía con el Presidente por este tema. Ni por otros, se puede agregar.
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