Tal vez lo más preocupante para el presidente es que los mecanismos que definieron los opositores implican dar presencia pública a los aspirantes.
En diversos foros se está tratando de construir una
narrativa que dice que el proceso para seleccionar al candidato
del Frente opositor a la Presidencia de la República ya se está
descarrilando.
Y se está usando como argumento para sustentarla que
el Comité Ciudadano de 11 personas que iba a organizar el proceso acordó
disolverse.
Es cierto, pero varios de sus integrantes continuarán
coordinando la selección en los términos anunciados el lunes y la mayoría no
cuestionaron el proceso.
A ese argumento se sumará ahora el retiro de la
contienda de Lilly Téllez, quien aparecía de manera destacada en diversas
mediciones de los prospectos a la candidatura opositora.
Como ella, en el camino habrá quien decline y otros que
sigan, pero al margen de eso el proceso va a continuar.
Y, desde luego, está el argumento del presidente López
Obrador, quien en consecutivas conferencias mañaneras ha calificado
de “faramalla” a este proceso, señalando que es un comité de notables,
encabezado por Claudio X. González, quien va a tomar la decisión respecto a la
persona que tendrá la candidatura presidencial.
No le menciono por economía de espacio el coro de los
morenistas que se hicieron eco de los juicios presidenciales.
Me parece que, como lo dijo ayer Pablo Hiriart, Morena
ya mostró su miedo.
Si este proceso no preocupara al gobierno, simplemente lo
ignoraría. Y no ha sido así.
Es más, su cuestionamiento se va a convertir en un tema
central de las mañaneras en los siguientes meses.
Tal vez lo más preocupante para el presidente es que los
mecanismos que definieron los opositores implican dar presencia pública a
los aspirantes.
Las discusiones, los foros, las encuestas que van a
seleccionar a los tres finalistas, el proceso de captación de firmas, todo ello
va a generar una importante actividad pública de la oposición.
Entiendo perfectamente que haya personas que no estén
conformes con el mecanismo, e insisto en que era una ilusión creer que los
partidos políticos iban a poner a disposición de los grupos ciudadanos sus
maquinarias y sus registros, haciéndose a un lado.
Es claro que algunos aspirantes sin militancia partidista temen
estar en desventaja frente a quienes reciban respaldo de los partidos a
los que pertenecen.
La que quedó no es la fórmula ideal y persisten aún diversas
interrogantes, pero creo que sí es un mecanismo que puede propiciar tanto
la participación ciudadana como la competencia de la narrativa opositora
con la del presidente y sus “corcholatas”.
Intentar descarrilarla ahora implica en cierta
medida dinamitar el bloque opositor y con ello, ponerle la mesa
a Morena para que no solamente gane la Presidencia de la República, sino
para que consiga las mayorías absolutas en las dos cámaras del Congreso.
La competencia entre los aspirantes de la oposición puede
ser un catalizador para desencadenar un nivel de participación
política que no se ha visto en el país desde el 2018.
No sé cuál vaya a ser el resultado y quién sea la persona
que encabece al Frente opositor.
Pero, con los mecanismos definidos, cuando se convierta en
candidato o candidata presidencial de una coalición de partidos, tendrá un
punto de partida que impedirá que la ventaja que todavía hoy tienen Morena y
sus aliados sea irremontable.
En la encuesta publicada ayer por El Financiero, es visible
que la ventaja de Morena sobre la oposición puede ser hoy del orden
de 12 a 20 puntos porcentuales.
Parece demasiado, pero puedo asegurarle que se va a
estrechar en la medida que el proceso de selección del candidato opositor
camine.
Si durante los meses que restan de este año, en los
ejercicios demoscópicos que se realicen se percibe que la diferencia llega a 10
puntos o menos, tenga la certeza de que entonces vamos a tener una contienda
competida.
Como le he dicho ya desde hace varios días, lo cierto es
que, más allá de detalles, la ecuación política del país ya cambió desde el
comienzo de esta semana.
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