El origen de la celebración del 12 de diciembre se remonta a unos años después de la invasión española, cuando la Virgen de Guadalupe se apareció ante Juan Diego.
Previo a la conmemoración del aniversario 491 de la aparición de la Virgen de Guadalupe, cientos de peregrinos continúan
Cada año cientos de peregrinos acuden este 12 de diciembre a la Basílica de Guadalupe a celebrar
uno de los acontecimientos más populares en el país: la aparición de la Virgen.
Como dicta la tradición, las celebraciones comienzan
desde la tarde del 11 de diciembre con una serenata popular a la Virgen de
Guadalupe seguida de otros homenajes hasta el inicio del 12 de diciembre,
cuando se entonan las tradicionales Mañanitas. De ahí hasta la noche del mismo día se ofrecen
misas en su honor.
Esta larga celebración que tiene el potencial de congregar a
tantas personas de distintas partes del país se remonta cientos de años atrás,
cuando el territorio tenía poco de haber sido invadido y los pobladores
necesitaban de una señal que les devolviera la esperanza perdida.
¿Cómo surge la celebración del 12 de diciembre?
De acuerdo con la tradición católica, la Virgen de Guadalupe se apareció a Juan Diego
Cuauhtlatoatzin (Significa: Águila que habla o El que habla como águila)
hace casi 100 años, en diciembre de 1531.
San Juan Diego, originario de Cuautitlán y un indio
chichimeca, se dedicaba a vender petates en Tlatelolco. Un 9 de diciembre, se
dirigía a misa a ese sitio y pasó de madrugada por el Cerro del
Tepeyac, cuando escuchó una voz que lo llamó por su nombre.
Al subir a la cumbre, se encuentra a la Virgen María, quien
le ordena ir con el obispo Fray Juan De Zumárraga y pedirle que se construya un
templo en su honor en el sitio.
“Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen
Santa María, Madre del verdaderísimo Dios. Mucho quiero tengan la bondad de
construirme mi templecito”, pidió.
Juan Diego cumplió con el encargo y, después de esperar un
tiempo, comunicó al obispo lo dicho por la Virgen. El sacerdote no dio crédito
a sus palabras algo que, según la tradición, el indígena notó de inmediato por
lo que salió triste y desconsolado de la casa del párroco.
La historia relata que Juan Diego regresó al Cerro del
Tepeyac la tarde del mismo día 9 para informar que nadie había creído
en su mensaje.
“Muchísimo te ruego y
con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy
claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido”, le dijo la Virgen al
indio chichimeca, según la tradición.
Juan Diego regresó al día siguiente, el 10 de diciembre,
a la casa de Fray Juan De Zumárraga quien le pide una prueba para constatar la
veracidad de sus palabras. Cuando el indio regresó al Cerro del Tepeyac, la
Virgen le dijo que regresara al día siguiente al mismo lugar para darle la
señal que pedio el párroco.
Pero el indio chichimeca no se apareció en el Cerro del
Tepeyac el 11 de diciembre debido a que su tío Juan Bernardino informó de
gravedad.
En la madrugada del 12 de diciembre, Bernardino pidió a Juan
Diego que vaya al Convento de Santiago Tlatelolco para traer a algún religioso
que lo confesara. En el camino hacia el sitio, Juan Diego evitó pasar por el
Cerro del Tepeyac, aunque la Virgen se le termina apareciendo en la base del
monte.
Cuenta la historia que la Virgen le aseguró que su tío se
recuperaría y mandó a Juan Diego a la cumbre del Cerro del Tepeyac donde lo
esperaba la señal pedida por el obispo.
“Hijito queridísimo: estas diferentes flores son la prueba,
la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en
ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad”, dijo.
Juan Diego llevó las flores recolectadas en su ayate a la
casa del obispo. La tradición cuenta que cuando las desplegó frente al
religioso, la imagen de la Virgen de Guadalupe apareció dibujada en la tilma
del indio, tela que permanece hasta nuestros días en la Basílica.
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