Los aspirantes de Morena a la candidatura para la presidencia de 2024 no están ansiosos por ganar en las encuestas, cuando lo que necesitan es solo un voto.
El domingo pasado, Morena hizo todo un show para
arrancar el proceso de definición del candidato a la presidencia del 2024.
Tres ‘corcholatas’, como ellos mismos se denominan, hicieron
acto de presencia en Toluca el domingo pasado para sumarse al acto de campaña
del arranque del proceso de sucesión de 2024.
La versión formal de la dirigencia de Morena es que el
candidato a la presidencia habrá de definirse a través de encuestas.
Si algún extraterrestre viniera y viera el panorama político
del país, pensaría que, si el candidato del partido en el gobierno va a
decidirse en función de lo que diga la opinión pública, estaría en un
estadio superior de la democracia.
Lamento diferir. Ni modo, somos terrícolas.
En Morena no existe democracia, como se conoce usualmente.
Su visión es diferente. Todos los morenistas podrían
votar a favor de quien dijera el presidente López Obrador que es el
merecedor y nunca considerarían que eso habría violado las reglas de la
democracia.
Pero, de acuerdo con el arreglo democrático que se empezó a
construir en México en 1994, eso no es democracia.
Para algunos de Morena que mantienen la visión radical y que
siguen influyendo fuertemente en el presidente López Obrador, lo que las reglas
electorales definen es la ‘democracia burguesa’, como la que en Rusia
permitió la nueva Duma de 1917.
La visión de muchos en Morena es que ese sistema no
sirve, hay que crear la democracia de los trabajadores, o como ahora se
denomina, del pueblo.
Quienes consideran que los sistemas políticos que
evolucionaron en el mundo occidental no son democracia, justifican que un
líder carismático que actúa presuntamente para el interés de las mayorías viole
las reglas de esa ‘democracia burguesa’ que no se reconoce.
Si esto sucede a nivel de la definición constitucional de la
contienda, cuanto más en los esquemas de selección interna.
Es divertido ver cómo el dirigente de Morena, el economista
del ITAM, Mario Delgado, hace todos los equilibrios para justificar la
definición de la candidatura presidencial en función de la fórmula de
encuestas.
Ninguno de los precandidatos presidenciales piensa
realmente que para ganar vaya a requerir triunfar en las encuestas.
Se lo puedo comentar con conocimiento de causa.
Pero ninguno lo va a admitir.
Necesita seguir el libreto establecido desde las
conferencias mañaneras, en las cuales el presidente López Obrador dijo que va a
respaldar a quien gane.
Los aspirantes saben que ese discurso es pura pirotecnia.
El presidente va a definir a quien quiera que sea su
sucesor o sucesora.
Los involucrados lo saben y ninguno tiene duda alguna de que
el procedimiento va a ser el que existía en los mejores tiempos del PRI.
La diferencia es que ahora no será Don Fidel Velázquez quien
vaya a expresar el respaldo de los sectores al elegido. Será ‘doña
encuesta’.
El esquema va a ser un poco más complicado que en el pasado,
pero Morena ya tiene práctica en hacerlo. Y si no pregunten tanto a Ebrard como
a Monreal.
Muchos años de experiencia muestran cómo se pueden
acomodar para que el resultado sea el que AMLO espera.
Así que, en realidad, lo que veremos en las siguientes
semanas y meses será la competencia, no para obtener el respaldo popular sino
“el de uno”, como en la canción de U2.
López Obrador no va a decidir solamente con el hígado. Es
demasiado astuto para hacerlo.
Va a ver el entorno competitivo. Va a analizar el
escenario que enfrentaría cada prospecto y a ponderar cómo quedarían él y su
familia en ese caso. Va a ver quién puede seguir con sus proyectos y programas.
Y va a ver quién puede ganar la elección.
Si cualquiera puede hacerlo, sus márgenes de decisión van a
ser muy amplios.
Si percibe que habrá una competencia intensa, entonces su
voto tendrá que inclinarse hacia el que visualice como el candidato o candidata
con mayores posibilidades de ganar.
Nada está escrito por ahora pese a quienes quieren ver otra
realidad.
El mundo es hoy… diferente y semejante al del pasado.
No piense que los aspirantes estén ansiosos de ganar en las
encuestas cuando lo que necesitan es solo un voto.
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