Poco queda de aquel PRI de formación nacionalista y con alto sentido
republicano, aquel PRI en donde se forjaron algunos de los hombres que más
aportaron a la democracia de México, ese PRI que se llenó de gloria y que
controló, con apariencia democrática, todo un país.
Al interior de esa fuerza política, y a lo largo de su historia, se crearon
diversos movimientos democratizadores que jamás vulneraron su estructura de
origen. El poder al interior del PRI garantizaba la continuidad de los mismos
y, en muchos de los casos, de las estirpes de los líderes priistas.
Hoy, el PRI vive su peor crisis política, no sólo por su evidente
reducción electoral, la vive porque perdieron los ideales que le dieron origen,
la vive porque existe con mayor fuerza y efervescencia una necesidad de
democratización interna.
El PRI libra una batalla poco exitosa hacia fuera, ésta es difícil y más cuando
están obligados a buscar la alianza que les permita continuidad en algunos
espacios que hoy conservan. Difícil se ve su futuro inmediato.
Para el PRI las batallas electorales serán muy duras y se vislumbran poco
exitosas; perderán Hidalgo, perderán Oaxaca y aunque muchos creen que es por la
complacencia de los actuales gobernadores, estos pareciera aplican aquella
anécdota del famoso libro de ‘El Principito’ de Antoine De Saint-Exupéry:
“Ordénale al sol ocultarse”, sabedores de que el sol ha de ocultarse con o sin
el beneplácito de esos gobernantes, porque el cambio a favor de la izquierda
mexicana es evidente en esos espacios de la república mexicana.
Por si esto fuera poco, los priistas a su interior viven otra batalla que casi
siempre suele ser más cruenta y despiadada: se disputan lo que queda de ese
partido, se aferran a las posiciones que restan. Nada ha cambiado, son los
mismos.
La lucha por el poder interior los lleva a romper y a realizar nuevas alianzas,
las amistades de antaño ya no son importantes, se rompen los códigos
tradicionales dejando atrás ese PRI que cuidaba los tiempos, que decía que la
forma era fondo. La desesperación lleva a sus dirigentes a tomar decisiones
apresuradas y concentrarlas en sí mismos.
Hoy pretenden seguir la guía que les marca el Ejecutivo federal para el tiempo
electoral, tratan de imitarlo sin éxito alguno. Hoy la forma es lo de menos. El
fin de semana que pasó, de forma por demás estridente, pero sin dejar la
retórica priista abrumadora y zalamera, un dirigente cenopista (para aquellos
lectores que no saben a que me refiero con las siglas de la CNOP, se trata de
un sector que agrupaba a clases populares y que forma parte de la triada que le
daba vida interior y estructuraba el eje de actuación del PRI, sus sectores
obrero, campesino y popular) destapó al dirigente nacional del tricolor
Alejandro Moreno, conocido como ‘Alito’, quien ya se enlistó para ser posible
candidato de la alianza que se habrá de construir, en apariencia, entre el PAN,
el PRD y el PRI. Difícil de lograrlo, difícil que se pongan de acuerdo, ya que
la desesperación del dirigente nacional del PRI parece ser más fuerte que el
interés colectivo de la alianza opositora que, dicen, está por venir.
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