La bienvenida con vallas y soldados en Palacio Nacional, no solo es insultante sino revictimizante
La marcha del 8 de marzo tuvo como destino el
Zócalo en donde miles de mujeres se dieron cita sabiendo que una muralla las
separaría de Palacio Nacional, al que el propio Presidente ha llamado “la
casa del pueblo”. Algunas se habían desvelado convirtiendo esas vallas en
un símbolo de protesta poderoso, al enlistar los nombres de muchas de
las mujeres víctimas de feminicidio en nuestro país. Lo que no
esperaban era que las recibieran en el techo del palacio decenas de soldados.
La hostilidad es irrefutable. No solo había granaderos
detrás de las vallas, sino que elementos de las fuerzas armadas portaban
artefactos con los que se apuntaba a las manifestantes. En efecto resultaron
ser equipos que emiten ondas para neutralizar el funcionamiento de los drones.
Sin embargo, una fotografía reveló un arma distinta que, de acuerdo con
expertos, podría ser una FX-05 con bipoide y mira telescópica, que
ciertamente puede ser letal. Afortunadamente los soldados utilizados para
inhibir la protesta y para desactivar el registro de evidencia de los drones,
no realizaron ningún acto violento. Lo que es un hecho es que para quienes
desde la plancha del Zócalo los observaron apuntando, no era
evidente el tipo de artefacto que portaban, ni las intenciones que tenían.
Si hay una figura que remite a la violencia contra las
mujeres, es evidentemente la de las fuerzas armadas. No es percepción,
atendamos las cifras: de acuerdo con un análisis realizado por Estefanía Vela y Georgina Jiménez en
el que toman datos de la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad
(ENPOL), las mujeres arrestadas por la Marina y el
Ejército son violadas proporcionalmente con mucho mayor frecuencia que al
ser arrestadas por otras autoridades.
Si el arresto lo hace la policía estatal o municipal el
porcentaje de mujeres que reportan haber sido violadas es de alrededor de 10%
(dato aún alarmante), al ser arrestadas por el Ejército esta cifra se duplica,
pues el 20% de mujeres reportan haber sido víctimas de violación por
estas autoridades. Además, de las que fueron arrestadas por la Marina, el 41%
fue víctima de violación.
La violencia física
que ejercen las fuerzas armadas también supera la de las policiales: en
proporción, aproximadamente el 6% de las mujeres sufrieron disparos por parte
del Ejército y de la Marina, cifras que son casi 3 veces las de las fuerzas
policiales que oscilan entre 1% y 2%.
Sumemos a esto datos de la Encuesta Nacional sobre la
Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh 2016), que reflejan que tan
sólo en el año previo a la encuesta aproximadamente 97,000 mujeres fueron
violentadas por militares o marinos. Si se calcula que hay aproximadamente 68,500
marinos y militares desplegados, hay casi 1.5 hechos de violencia por cada
persona desplegada.
Para el reporte de Amnistía Internacional, Sobrevivir
la Muerte, se entrevistó a 100 mujeres que habían denunciado haber sido
sometidas a violencia durante su arresto. El reporte concluye que todas
vivieron algún tipo de acoso sexual o abuso psicológico,
incluidas amenazas e insultos misóginos y sexualizados. Setenta y dos
mujeres afirmaron haber sufrido actos de violencia sexual, lo que incluye desde
el manoseo hasta la violación.
Gozan de impunidad. Son miles de denuncias de tortura
realizadas desde 1991, pero sólo 15 han concluido en sentencias condenatorias a
nivel federal. El Ejército informó a Amnistía Internacional que no se había
suspendido del servicio a ningún soldado por violación o abusos sexuales entre
2010 y 2015, mientras que la Marina, sólo había suspendido a cuatro marinos en
ese mismo periodo.
Esta administración desapareció la Envipe con la que
podíamos conocer muchos de estos datos.
La bienvenida de López Obrador con vallas y soldados en las
alturas de Palacio Nacional, no solo es insultante sino revictimizante.
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