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jueves, 9 de febrero de 2017
La política y los párvulos.
Por Alejandro García Olmos
Columnista del MEXIQUENSE y estudiante de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública del Centro Universitario UAEM Zumpango.
Si bien es cierto los jóvenes siempre han estado en la mira de los partidos políticos, lo cierto es que estos representan un objetivo inalcanzable, por más que existen y se crean organizaciones juveniles adherentes a los institutos políticos, este sector se resiste a participar, y ahora con las recientes reformas la aparición de los jovenes en las candidaturas es un requisito formal y obligatorio.
Por tal motivo la participación juvenil en los partidos, es solo eso, un ornamento que pretende sentirse parte de un sistema. Sistema que tarde o temprano dará limitados espacios en la vida política de nuestro país, lo anterior se sustenta en las siguientes circunstancias:
- Muchos de los liderazgos juveniles de los partidos políticos son jóvenes de Selfie, Hashtag y likes, pero sin propuesta, sin contendido, el discurso se ha remplazado por spichs vacíos y sin emoción, las porras suplen las opiniones. La participación juvenil no está en los smartphones.
- Los partidos políticos y los políticos encumbrados dejaron de formar generaciones, se dejaron de fomentar los concursos de oratoria y los apasionados torneos de debate, aquellos de donde emergían talentosos tribunos. Ahora solo quieren jóvenes dóciles e improvisados, esos que se aterran al uso de la palabra en público y a la confrontación de ideas, esos que sirven para cubrir las formas, en una especie de outsorcing, material de desecho, pues los dirigentes juveniles hoy en día se deben apegar a un sendero establecido, sin poder expresar sus propias opiniones, así las juventudes pujantes, envestidas en la sinergia del cambio, son domesticadas al chantaje infinito de una candidatura.
- En innumerables veces, veo campañas en donde se usa a los jóvenes como “mulas de carga”, usando su ímpetu para tareas que benefician a una cúpula, sin embargo nunca se hacen campañas de fomento a la lectura, de verdadero apoyo, cargar sillas y repartir propaganda son labores que cualquier militante puede y debe hacer, inclusive por formación, pero también se debe alimentar el intelecto, después de todo, la política es una actividad donde el uso inexorable de la mente es básico.
Muchas de estas ocasiones se dan por liderazgos juveniles, envenenados por la soberbia incandescente del mediano poder y de la influencia partidista.
Los jóvenes debemos estar confinados al ejercicio de las ideas, debemos de ir a las Universidades a cooptar talentos, perderle el miedo a las posturas retrogradas y necias de una generación compuesta por los llamados “Millenials”, tenemos que apostar por las maestrías, los cursos, las convenciones juveniles y cualquier evento que fomente la participación juvenil formal y de influencia.
Ir a persuadir a los jóvenes, tiene que ver con muchas cosas más que sólo la obtención de su voto, tenemos que competir por ellos. Los jóvenes partidistas tenemos el compromiso ineludible de demostrar que el instituto político en el cual militamos, ofrece la mayor oferta juvenil. Tenemos que ir por esa juventud antisistémica, inconforme, insaciable, apática e indolente, argumentando que la participación es el único horizonte de cambio, en este espacio es donde versa nuestro reto generacional.
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