Si se realiza a toda costa el regreso a clases presenciales no descarte usted que tome un nuevo impulso el ciclo de contagios y que en unas cuantas semanas estemos ya con la cuarta ola.
¿Existe acaso un nivel de mortalidad que sea aceptable?
Pareciera que, para el subsecretario de Salud, Hugo
López-Gatell, sí lo hay.
En la conferencia del martes pasado subrayó que, a
diferencia de lo que sucedió durante la primera y la segunda olas de contagios
de la pandemia, ahora el riesgo de morir por contraer Covid-19 es más bajo y
sólo llega a 2 por ciento.
Cuando los fallecidos son meramente estadística se puede
señalar que, efectivamente, en esta tercera ola de contagios la proporción
entre defunciones y nuevos contagios diarios es menor que en las crisis
anteriores.
Cuando cada dato es una persona y una familia, lo que no
existe para el doctor López-Gatell, cada muerte es inaceptable.
Hace algunos meses, cuando todavía la situación era más
crítica, en Alemania, la canciller Angela Merkel señaló que no era aceptable
bajo ningún concepto tener 500 fallecidos diarios de una enfermedad que es
evitable.
No hay ningún porcentaje de mortandad que pueda considerarse
aceptable, en el caso de una enfermedad que pudo haberse evitado con medidas
preventivas o con la vacunación.
Cualquier visión diferente es otra cosa, pero no humanista.
Es cierto. Es muy visible que la sociedad experimenta un
gran cansancio, pues llevamos ya casi un año y medio desde que nuestra vida se
ha trastornado y en la que lamentablemente, muchas familias, cientos de miles
de familias, han tenido pérdidas humanas.
En esta condición, el gobierno debiera tener una actitud
diferente.
Debiera apelar a la razón y al ánimo de la gente, en lugar
de sumarse a ella.
Sin embargo, pareciera que la autoridad está aun más cansada
que la propia sociedad.
El gobierno federal, harto de la pandemia y de lo que ha
significado, pretende un retorno a la normalidad cuando las condiciones para
hacerlo están todavía lejos de ser seguras.
Hay evidencias crecientes de que en países con un nivel de
vacunación aun más alto que el de México, la variante delta está haciendo
estragos, sobre todo entre el porcentaje de la población no vacunada o incluso
aquellas que aún no tienen el esquema completo.
En lo que va de julio, ya casi por terminar, se ha acelerado
afortunadamente el ritmo de vacunación. El promedio diario ha sido de 650 mil
por día. Es mejor que antes, sin embargo, con este ritmo estamos lejos de
alcanzar un nivel razonable de seguridad.
No es suficiente la meta de llegar a octubre con un 80 por
ciento de la población vacunada con una dosis.
Deberíamos aspirar a que en esa fecha el porcentaje de
vacunados con las dos dosis fuera de ese 80 por ciento... y aun así correríamos
riesgos.
Me temo que si la obstinación sigue venciendo, a pesar de
las terribles estadísticas que vemos a diario, va a ser todavía complicado,
largo y doloroso el proceso para controlar la pandemia.
Si se realiza a toda costa el regreso a clases presenciales
no descarte usted que tome un nuevo impulso el ciclo de contagios y que en unas
cuantas semanas estemos ya con la cuarta ola o algo que se le parezca.
Pero, ni modo, así será, llueva, truene o relampaguee.
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