Si se insiste en que Pemex continúe con una operación perdedora como la refinación, su viabilidad dependerá de que nuevamente tenga enormes transferencias del sector público.
Pemex terminó el sexenio de López Obrador como fue la tónica
de casi toda su administración.
En el tercer trimestre de 2024 la empresa volvió a
perder la suma de 79 mil 134 millones de pesos.
Esto significa 879 millones de pesos diarios, que por
cierto, se quedó ‘chica’ respecto a los 251 mil millones del segundo semestre
de este año.
Pemex sigue teniendo un modelo de negocio perdedor.
No importa que pronto se establezca en la Constitución
que ya no se trata de una empresa productiva del Estado sino de una
empresa pública, no hay viabilidad para la compañía si los números
rojos siguen tan elevados.
La razón principal de las pérdidas de Pemex deriva de los
resultados de su filial Pemex Transformación Industrial (PTI).
Si consideramos los primeros nueve meses de este año, la
pérdida de la parte de la empresa dedicada a la refinación fue de 482 mil
millones de pesos.
El problema es que, con la orientación a la autosuficiencia
energética, el margen de maniobra para cerrar refinerías ineficientes es muy
limitado.
Y el objetivo de producir los combustibles que consumimos
está lejano. Por ejemplo, las ventas de gasolinas automotrices fueron
en promedio de 670 mil barriles por día hasta agosto, en tanto que la
importación promedio fue de 391 mil barriles y la producción doméstica fue del
orden de los 298 mil barriles.
Es decir, a pesar de un sexenio pretendidamente de búsqueda
de la autosuficiencia, seguimos importando el 58 por ciento de las
gasolinas que consumimos.
Y la refinación trae consigo pérdidas monumentales para la
empresa petrolera.
Otro de los rubros muy complicado en la operación de Pemex
corresponde a su deuda financiera de corto plazo.
Aunque ha bajado ligeramente, al término del tercer
trimestre sigue siendo de 18 mil 172 millones de dólares, lo que crea
presiones muy elevadas sobre las finanzas de la empresa.
Tal vez la conversión del régimen jurídico de Pemex, para
transformarse en empresa pública, le dé mayor flexibilidad en su operación
interna y en la relación entre subsidiarias, pero no hará nada para cambiar una
condición financiera que es simple y llanamente insostenible.
Hace pocos días publicamos en este espacio que el gobierno
de Claudia Sheinbaum tiene frente a sí un acertijo de muy difícil solución,
pues requiere más ingresos en un contexto económico muy complejo.
En el caso de Pemex, si se insiste en continuar con
una operación básicamente perdedora, su viabilidad dependerá de que
nuevamente tenga enormes transferencias del sector público, cuando
los recursos son escasos.
Por cierto, si usted tiene la mala suerte de ser proveedor
de Pemex afrontará una realidad amarga.
La deuda de la empresa con sus proveedores es del
orden de 402 mil 874 millones de pesos, de acuerdo con el informe
trimestral publicado ayer.
Sabíamos que la administración de López Obrador iba a
heredar una empresa petrolera en crisis, que eventualmente se convertirá en un
lastre para las finanzas públicas.
Creo que en pocas semanas estaremos viendo las primeras
medidas para tratar de rescatarla… aunque no creo que sean suficientes y
quizás ya vengan muy tarde.
Una de ellas, será una operación financiera para
quitarle la carga de los vencimientos de corto plazo de 18 mil millones de
dólares.
Veremos cómo asumen los mercados financieros esta decisión,
pues el pasivo que eventualmente se quitaría a Pemex, acabará incrementando el
del gobierno federal.
En esta materia no hay milagros y el reto será gigantesco.
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