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jueves, 14 de enero de 2021

El negocio de los reclusorios privados

 

Y entre los dos sexenios, el calderonista y el peñista, el hilo conductor en ese jugoso negocio de los reclusorios se llama Genaro García Luna






 

 Salvador García Soto


El expediente que abrió ayer en Palacio Nacional el presidente López Obrador, con la exhibición de los contratos privados para la operación de Centros de Reclusión Federal en el territorio nacional, pasa no sólo por el modelo de negocio que hicieran en el sexenio de Felipe Calderón de la mano de su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, en el que se otorgaron contratos por asignación directa a poderosos empresarios de México con apellidos por todos conocidos: Slim, Vázquez Raña, Gerard y otros más, sino también por la continuidad que ese mismo modelo de negocios público-privados, tuvieron en el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto.

Los 8 contratos que mostró ayer, por indicaciones presidenciales, la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, y que explicó el consejero Jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, si bien se firmaron todos en el sexenio calderonista, su aplicación, construcción y operación, incluso los pagos millonarios que recibieron los empresarios concesionarios, se continuaron en el gobierno de Enrique Peña Nieto, donde ese esquema siguió operando y le fue “encargado” por el ex presidente priista a otro expresidente de la República: Carlos Salinas de Gortari.

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Porque los costos de operación millonarios que ayer se mencionaron en Palacio, de los que el gobierno federal ha tenido que pagar a los concesionarios de los 8 centros penitenciarios privados de Sonora, Guanajuato, Durango, Oaxaca, Morelos y Michoacán, se erogaron en su mayor parte en el sexenio de Peña Nieto y se han tenido que continuar en el actual. La propia Rosa Icela dice que, en los últimos 9 años, es decir 1 de Calderón, 6 de Peña Nieto y dos de la actual administración, se han pagado 75 mil 661 millones de pesos, correspondientes apenas al 36% del pago total de esos contratos a los que todavía les resta pagar 190 mil 638 millones de pesos, según proyecciones aproximadas, hasta 2036 o 2037.

Es decir que, aunque el esquema y los contratos que ayer denunciaron en la conferencia del Presidente y que ahora se propone “renegociar” el gobierno de López Obrador con los concesionarios privados por considerarlos abusivos, se idearon y firmaron en el sexenio de Felipe Calderón, fue en realidad en el gobierno de Peña Nieto donde el millonario negocio que representa ese modelo, realmente tuvo lugar. Y entre los dos sexenios, el calderonista y el peñista, el hilo conductor en ese jugoso negocio de los reclusorios se llama Genaro García Luna.

En esta columna publicamos exactamente hace un año, el 21 de enero de 2020, cómo García Luna operó en el sexenio peñista para seguir explotando el negocio de los reclusorios privados y cómo fue él quien le vendió la continuación del esquema al gobierno de Peña Nieto. Sólo que ese esquema Peña lo delegó para su operación y asignación de los contratos al expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien era el encargado de decidir a qué empresarios se les mantenían los contratos ya existentes o a quienes se les otorgaban nuevos contratos. Decíamos en aquellas Serpientes y Escaleras del año pasado:

“Si en el tema petrolero Lozoya fue el operador incondicional colocado por el mismo Salinas para manejar todos los contratos de Pemex, con sus respectivos negocios y comisiones, en el tema de seguridad García Luna fue quien diseñó el modelo de construcción de reclusorios concesionados a grandes empresarios que, a cambio de un contrato millonario del gobierno federal, pagaban una generosa comisión que era repartida entre las dos cabezas principales: el presidente y el expresidente.

Hay huellas claras, incluso testimonios de empresarios que participaron en dicho esquema, que afirman que, para obtener cualquier contrato, en el tema petrolero o de seguridad, se tenía que obtener el aval del exmandatario, a quien tenían que ir a ver personalmente y negociar con él los términos si querían ser considerados para la asignación de dichos contratos públicos.

En el caso de los reclusorios, una fuente que participó de ese esquema y que obtuvo un contrato, asegura que él supo por lo menos de 7 reclusorios asignados para su construcción y operación a grandes empresarios mexicanos, varios de ellos propietarios de compañías importantes y hasta de medios de comunicación. Cada contrato para un reclusorio era cercano a los 7 mil millones de pesos y el negocio era redondo para todos: el empresario ganaba porque con el respaldo del gobierno y el presupuesto federal obtenía fácilmente créditos de grandes bancos para financiar la obra, incluidas las generosas comisiones que tenía que entregar al expresidente a cambio de palomear su nombre para la concesión.

Cuenta el empresario, cuya identidad pidió no revelar, que en el proceso de negociación con el exmandatario, había varias reuniones en su casa del sur de la ciudad y cuando todo estaba listo, solía llamar para decir en clave: 'Está listo el tema, no te olvides de mandar el vehículo', con lo que se refería al dinero que era repartido entre los dos grandes beneficiarios de este esquema de corrupción al más alto nivel”.

Hoy que el expediente de esos contratos, todos ellos legales y basados en el modelo de reclusorio dictado por las normas de la ONU para el tratamiento con dignidad y con espacios y apoyos necesarios para las PPL o “personas privadas de la libertad”, es puesto sobre la mesa por el gobierno de López Obrador, sería bueno que no limitaran su investigación, negociación y posibles cambios a los contratos que Scherer calificó de “abusivos” en varias de sus cláusulas, y que no se limite al sexenio calderonista ni se dejen llevar solo por el hígado presidencial que quiere forzosamente acusar de algo a su “villano favorito”, Felipe Calderón, sino que el tema se amplíe al sexenio de Peña Nieto, donde se hizo el verdadero negocio millonario, de la mano de Carlos Salinas y con algunos de los empresarios más ricos de este país, varios de ellos salinistas de origen y  que hoy son amigos y aliados cercanos de López Obrador. Veremos hasta dónde llega la caja de Pandora que ayer abrieron en Palacio Nacional y que apunta a la “corrupción de alto nivel” en los últimos dos sexenios.

 

 

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