miércoles, 14 de noviembre de 2018

Asedio al Cambio de Régimen

Deslindes



Por ARMANDO SEPULVEDA IBARRA*

La mafia del poder y la plutocracia mandante resisten y asedian el cambio de régimen por todos los frentes a su alcance, torpedean y embisten con sus puntas de lanza desde las cúpulas de sus membretes, los medios periodísticos afines y las plumas de consigna; envían a empleados, encopetados y fifís a estrenarse en singulares marchas de protesta y, por encargo, rasgan las vestiduras de sus próceres de hojalata con agüeros apocalípticos e invocan a Maquiavelo y sus fantasmas para asustar al país, todo junto a la vez para rogar al príncipe Salina el milagro de que, como lo deseaba la aristocracia en El Gatopardo, todo cambie para que todo siga igual y, cuando empiece formal el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y hasta su final, persista una ilusoria transición democrática como secuela de los inolvidables sexenios de Fox, Calderón y Peña, ilustres por la frivolidad y el cinismo, la corrupción y la impunidad, la falsedad y el engaño, artimañas que usaron sus camarillas contra los mexicanos para desvalijarlos.
La guerra sucia a “La Cuarta Transformación” arrancó abierta y frontal con la caída de la venda de los ojos de la ilusión de las rancias consciencias: la realidad que desvaneció los buenos propósitos o meras fintas de que después de una aparente reconciliación, había una luna de miel entre el Presidente electo y los más ricos de México, entre quienes – recordarán los memoriosos -- hubo roces y descalificaciones, agrias críticas y muchas verdades, durante la campaña electoral al calor de los intereses opuestos de ambas partes respecto a qué es mejor para la nación, en un choque de prepotencias, soberbias y vanidades con ciertos matices ideológicos como oposición al mandato en las urnas, a partir de cotos de poder que se aferran a privilegios y usos y costumbres con tufo emparentado al porfiriato. Unos golpes enérgicos sobre la mesa, para que supieran quién manda ya, rasgaron el supuesto terciopelo del largo período de transferencia del saliente al entrante gobierno por donde fluirá una nueva ruta política con el reacomodo de fuerzas y otros escenarios en la disputa de la supremacía entre los mandos de la política y los dueños del dinero, unos dieciséis multimillonarios con una fortuna superior a los 140 mil millones de dólares en conjunto con que someten a la autoridad por tradición a sus caprichos y, por lo regular, acaparan los contratos y la obra pública sin licitaciones o amañadas.
En cuanto se canceló la faraónica obra del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, monumental y frustrado negocio del siglo inflado ya a unos 300 mil millones de pesos al corte, un manjar para unos cuantos socios (Slim y su yerno, el hijo de Hank González, el hijo de Vázquez Raña, el cuñado de Carlos Salinas, Bernardo Quintana, Gutiérrez Cortina, entre otros, todos favoritos de los sexenios desde el salinista y al actual), se desató una especie de cacería contra AMLO y sus planes, Morena y sus ideas, en una suerte de apuestas al fracaso del nuevo gobierno para que, si logran descarrilarlo como esperanzan, nadie toque los grandes intereses de la plutocracia y sus benefactores de los gobiernos del PRI-PAN echados del poder, los nuevos ricos que los neoliberales parieron con las privatizaciones y algunas transas más.
Bajo el golpeteo tenaz e incesante contra las líneas de López Obrador, su partido y sus dichos y proyectos y modos de esbozarlos, la guerra de papel y tinta y micrófono desgasta y confronta, polariza y enrarece el ambiente político antes de que los mexicanos, o al menos la mayoría que votó contra los carteles de los partidos y sus aliados, canten por lo pronto las golondrinas a la clase depredadora que ostentó el poder, a veces usurpándolo con fraudes electorales, durante los últimos treinta años de gobiernos tecnocráticos-neoliberales que hundieron al país en la ruina, empobrecieron a su gente y hurtaron los recursos de la nación con una rapacidad insaciable mientras los clanes de la clase política enriquecían a sus cuates en las décadas pasadas con contratos a modo, prebendas y el remate de recursos de la nación y los encumbraban hasta llegar ciertos personajes al día de hoy a codearse con los 500 multimillonarios de Forbes y, por qué no, disputarles el escalafón.
La ambición de arrasar con los dineros y recursos de la nación llevó a la mafia del poder y sus preferidos en la fiebre de los contratos sin transparencia, a enloquecer de codicia y poner el ojo voraz sobre las 660 hectáreas del actual aeropuerto internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, para acapararlas de seguro a precios de ganga cuando entrara en operación el frustrado negocio de Texcoco, repartírselas entre amigos y cómplices y fraccionarlas en un complejo comercial y residencial tipo Santa Fe, según reveló AMLO, porque creían que con candidatos de lujo para los suyos y sus intereses aviesos, como el incoloro tecnócrata José Antonio Meade, iban a perpetuarse en la Presidencia de la República, o soñaban con lograrlo, por centurias o milenios y reinarían quizá como la familia de los Heráclidas en Lidia, la antigua monarquía dictatorial que, conforme el relato de Heródoto, rigió “durante veintidós generaciones por espacio de 505 años transmitiéndose el poder de padres a hijos” hasta el año 680 antes de Cristo con su último rey, el voyerista Candaules.
Los dueños de los grandes capitales, unos 16 personajes notables por sus negocios e influencias con los gobiernos neoliberales y por beneficiarse con las devoluciones de miles de millones de pesos de impuestos o por aportar auténticas bicocas al fisco mientras a los demás contribuyentes, pequeños y medianos empresarios, Hacienda sangra con las altas tasas impositivas aun cuando generen el mayor número de empleos y de riqueza para el país, han declarado una guerra sorda contra el gobierno entrante para desquiciarlo y, en una andanada de ataques mediáticos cotidianos o con chismes y rumores que comienzan a expandirse como esas mismas clases arremetieron contra otros gobernantes, pretenden desprestigiar al nuevo régimen y restarle legalidad, sumirlo en el desconcierto, crearle problemas para someterlo al antojo de los grandes capitales evasores de impuestos y los bancos extranjeros, modernos usureros exprimidores de los usuarios de esas instituciones con tasas y comisiones superiores a agiotistas de la talla de Shylock, mítico personaje miserable de Shakespeare en el clásico El Mercader de Venecia.
Otra bandera que la perversidad con intención sumó a la campaña de la mafia del poder y la plutocracia y a su servidumbre de analistas, opinadores, columnistas y otros lacayos de la prensa incondicional al régimen caduco, contra el cambio que viene a partir del primero de diciembre próximo, ha sido la iniciativa de los senadores de Morena de eliminar las indebidas comisiones de los bancos a los usuarios de sus servicios, un jugoso botín que figura como el principal ingreso de esas instituciones usureras que Salinas entregó al capital extranjero para saquear por este otro canal la riqueza de la nación, con cobros superiores hasta ciento por ciento a las tarifas reglamentadas en otros países como Estados Unidos y España, por citar el origen de algunos de los dueños de la banca nacional.
A la visión de AMLO, ante las acechanzas, le convendría ponderar, en el avance de la escuálida democracia mexicana hacia el futuro y para enfrentarse a los retos que vienen, el desglose del grande Maquiavelo sobre que la avidez de los poderosos no tiene límites y “sólo encuentran término en la resistencia del otro”, o el pasaje que recomienda que los apetitos de quienes persiguen acaparar a la vez la riqueza, el poder y los honores, deben frenarse con la ley.

*Premio Nacional de Periodismo de 1996
armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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