Todos los que debieron haber sancionado a López Obrador por la gran mentira del fraude electoral en 2006, que envenenó al país, se hicieron de la vista gorda.
México paga hoy las consecuencias de haber elegido
presidente de la República a una persona que miente con la misma naturalidad
con que bebe agua.
Supuestamente el avión presidencial se había rifado en
febrero de 2020 y las ganancias de la rifa se destinarían a comprar medicinas.
La rifa fue mentira y no se compraron los medicamentos.
Hace un par de semanas López Obrador declaró que había
concretado la segunda nacionalización eléctrica al comprar 13 plantas de
energía eléctrica a Iberdrola, compañía española a la que hostigó con ímpetu
chavista hasta que vendiera y prácticamente saliera del país.
Otra mentira. México pagará seis mil millones de dólares por
operar las plantas, cuyos activos son propiedad de un fondo privado (Mexico
Infrastructure Partners) al que habrá que pagar renta.
Destruyó un aeropuerto de primer mundo, ya fondeado,
construido en más de 30 por ciento, con la mentira de que estaba “infectado de
corrupción”.
Mentiras que sólo sirven al narcisismo del Presidente. Yo
mando aquí.
El avión comprado por Felipe Calderón se vendió a precio de
ganga, e Iberdrola –en una de sus empresas participa el expresidente– se va de
México (deja una presencia simbólica).
Destruir el NAIM y hacer otro costó varios miles de millones
de dólares. Y no había corrupción.
Las mentiras y fobias de AMLO le cuestan al país, pero a él
no.
Fue un error de enormes consecuencias para México que a
López Obrador no le haya costado su gran mentira: la del fraude electoral de
2006.
Eso lo vacunó para seguir mintiendo sin consecuencias.
No hubo tal fraude electoral. Ganó Calderón.
Y a AMLO se le permitió usar durante doce años la gran
mentira del fraude para deslegitimar a las instituciones, a las personas, y
sembrar el odio en recorridos por todo el país con el mensaje de que el pueblo
había sido robado.
Contra lo que bautizó como el atraco de la mafia del PRIAN,
López Obrador logró que la población le diera la oportunidad, el beneficio de
la duda, de ser Presidente en 2018.
Todos los que debieron haber sancionado a López Obrador por
esa gran mentira que envenenó al país se hicieron de la vista gorda. Ni las
autoridades, ni el IFE, ni el tribunal, ni los académicos, ni intelectuales ni
medios de comunicación le pasaron la factura por el daño infligido a la
democracia.
La cadena Fox News, caja de resonancia del trumpismo,
accedió a pagar –la semana pasada– una multa de 787.5 millones de dólares a la
empresa Dominion Voting Systems, que hizo el conteo de votos en las elecciones
presidenciales en Estados Unidos en 2020.
Fox News pagó esa suma para evitar ir a juicio por la
demanda de Dominion Voting Systems, por haber difundido la mentira de que hubo
fraude en el conteo de votos en las elecciones que no ganó Trump, sino Biden.
Aceptó que mintió, y a ver si le quedan ganas de volver a
mentir en un asunto vital para la vida democrática e institucional de su país.
La verdad tiene un valor.
Y haberle dejado pasar la mentira del fraude a López Obrador
y a sus altoparlantes durante doce años, tuvo un costo para México.
La noche del 12 de febrero de 2020 el presidente López Obrador
invitó a empresarios a cenar a Palacio Nacional, en la que arrancó el
compromiso a sus convidados de comprar mil 500 millones de pesos en boletos
para la rifa del avión presidencial.
De lo que se obtuviera de la rifa se destinarían dos mil
millones de pesos para comprar medicinas y material para hospitales, pues había
escasez.
Hubo rifa, el avión no se entregó, y tampoco se compraron
las medicinas que hasta el día de hoy siguen escaseando. Se siguió pagando el
mantenimiento del avión presidencial que la semana pasada, finalmente, se
vendió.
Capricho cumplido. Vanidad satisfecha. Mal negocio para los
mexicanos, pero espléndido para el ego del presidente López Obrador.
El avión se vendió en mil 659 millones de pesos (unos 92
millones de dólares) a una remota dictadura de un país pobrísimo, no obstante
que el avalúo hecho por encargo de la ONU fue de 117 millones de dólares.
México perdió 25 millones de dólares sólo en la operación de
venta del avión presidencial.
Y se presenta como un logro. Igual que la destrucción del
NAIM o la compra por el derecho a operar 13 plantas a Iberdrola, que no
aportarán un solo watt adicional a la disposición actual de energía eléctrica
del país.
¿Dónde están los empresarios timados con la venta de boletos
de la “rifa” del avión presidencial?
Termina el sexenio y para el Presidente siguen siendo
“delincuentes de cuello blanco”, a los que exhibe cada vez que se le da la
gana.
Y el país no tiene inversión privada suficiente para
despegar en un momento-oportunidad histórico, que cualquier otro presidente
habría aprovechado.
México se puso en manos de un mentiroso, y paga el costo de
esa insensatez que tiene muchos padres.
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