El pico del crecimiento de la inversión del gobierno y sus empresas ocurrió en el sexenio de Felipe Calderón, cuando la inversión pública creció a 12% al año en términos reales.
Ante la presunta inauguración de la Refinería de Dos Bocas y
previamente del Aeropuerto Felipe Ángeles, existe la impresión de que finalmente
el gobierno está invirtiendo en diversas obras públicas, a diferencia de lo que
ocurría en el pasado.
Me temo que, de acuerdo con las propias estadísticas de la
Secretaría de Hacienda, esto no es así.
Lo que ha ocurrido es que, a las obras emblemáticas de la
4T se les han dado reflectores como no tenían muchas obras del pasado. Sin
embargo, la realidad es que el deterioro de la inversión pública continúa.
Analicemos el comportamiento de la inversión pública real en
los últimos sexenios, según las cifras de Hacienda.
En el sexenio de Zedillo, la inversión pública creció
13.8 por ciento, es decir, a una tasa anual media de 2.2 por ciento.
Ya desde esa fecha, por las dificultades económicas que el
país padeció, el crecimiento de la inversión pública fue relativamente bajo.
En el sexenio de Fox, con todo y que atravesamos una
leve recesión en los dos primeros años de su mandato, sí se presentó un
despegue de la inversión pública, la que creció a una tasa anual media de
5.5 por ciento al año, por encima del crecimiento de la economía.
El pico del crecimiento de la inversión del gobierno y sus
empresas ocurrió en el sexenio de Felipe Calderón –insisto, con base
en los datos oficiales de Hacienda–, cuando la inversión pública creció a un
ritmo de 12 por ciento al año en términos reales.
La razón de este impulso es que se estableció una política
de fuerte inversión para hacer frente a la caída de la inversión privada que se
produjo en los años de la gran crisis financiera.
En 2008 el retroceso de la inversión del sector privado fue
de 5.8 por ciento, pero en 2009 fue de 9.1 por ciento.
Si consideramos en conjunto los tres sexenios de los que
hemos hablado, observamos que la inversión pública que se realizaba al final de
la gestión de Calderón era 227 por ciento superior en términos reales a la que
se efectuó en el último año del sexenio de Salinas.
En esos 18 años, la infraestructura del país recibió
apoyos y aunque siguió con muchas deficiencias, mejoró.
La historia empezó a ser diferente en el sexenio de Enrique
Peña.
Durante el sexenio pasado se apostó fuertemente a los
proyectos público-privados.
Y la realidad es que la fórmula no funcionó. El gobierno no
invirtió lo suficiente y el sector privado tampoco.
Al término del sexenio de Peña, la inversión pública
era 27.6 por ciento inferior a la que se realizaba al finalizar el
sexenio de Calderón.
Y ahora regresemos a la actual administración.
Los reflectores que han tenido las llamadas ‘obras
emblemáticas’ del actual gobierno hacen parecer como si esta administración
estuviera invirtiendo como nunca.
La realidad es que no.
Lo invertido en el tercer año de la actual
administración, con todo y las megaobras, fue inferior en 1.1 por
ciento a lo que se hizo en el último año del gobierno de Peña y fue menor
en 27.4 por ciento a lo invertido en el último año de Calderón.
El problema con un país como el que tenemos es que la
infraestructura requiere mucha inversión y no solo megaobras.
¿Cómo están sus calles? ¿Qué tal su servicio de alumbrado?
¿Qué tan moderno es el servicio de recolección de basura en donde vive?
Y así puedo sumarle una enorme cantidad de rubros que, al
menos en las dos últimas administraciones, se han descuidado.
Por eso es que las grandes obras de AMLO no son suficientes
para revivir una inversión que está de capa caída y que no se ha levantado.
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