Romper con el sistema es difícil, doloroso y a veces representa la muerte política. Pero en algunos casos, es la única forma de rescatar la dignidad perdida
La cohesión en un partido político en el poder se produce
cuando la posibilidad de mantenerse en el mismo, se prolonga a partir de una
estrategia de sucesión aceptada por los dirigentes. La ruptura se genera en el
momento preciso, en el que las reglas del juego dejan de ser válidas para
aquellos que compiten por la candidatura y ven en la alternativa exterior una
mejor opción política.
Así fue como en 1987 Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz
Ledo y otros más decidieron abandonar el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), al llegar a la conclusión que en el espacio del dedazo presidencial, en
manos entonces de Miguel de la Madrid, no había ya forma de pelear por la
designación y tampoco seguir en una institución que había cambiado la ruta del
nacionalismo revolucionario, por la del liberalismo autoritario.
El arrollador triunfo de Morena en 2018 provocó el retorno
al poder de los derrotados del nacionalismo revolucionario, en la figura de
López Obrador, en una reconstrucción tardía del presidencialismo del siglo
pasado. La oposición fragmentada y desorientada mantiene a Morena como grupo
hegemónico aunque no con la disciplina y organización de su gemelo llamado PRI.
La sucesión presidencial anticipada, impulsada por AMLO e
inclinada en favor de Claudia Sheinbaum, cerró los espacios para Ebrard y
Monreal. Este último, jugando al filo de la navaja, y sometido a presiones al
límite, tras la detención de su mano derecha en el Senado, se debate sobre cuál
será el momento adecuado para la ruptura.
Sabe bien que no cuenta con el beneplácito del tlatoani y
que la rebelión en la Cámara alta, por parte de los leales al Presidente, no
tarda en producirse, dejándolo fuera de la línea, desde donde se proyecta una
candidatura presidencial. Monreal se encuentra de nuevo como en el 2018, ante
la disyuntiva de la ruptura con López Obrador, o volver a disciplinarse para
evitar su expulsión de la clase política, construida alrededor del caudillo.
Un calculador preciso como el zacatecano, que rompió con el
PRI en el momento adecuado para ganar la gubernatura de su estado, tiene hoy
que tomar la decisión que definirá su futuro. O asume plenamente la ruptura con
el lopezobradorismo y encabeza una alternativa propia rumbo al 2024, o se
somete a la suerte que le proporcione la sumisión al supremo líder.
Romper con el sistema es difícil, doloroso, y a veces
representa la muerte política. Pero en algunos casos es la única forma de
rescatar la dignidad perdida e incluso la posibilidad de acceder al ansiado
poder. Llegó el momento de decisión para Monreal y en su momento le llegará a
Ebrard.
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