· Atleta que hace ganar a su competidor en Tokio
· Vivir en
un mundo en el que nos ayudemos unos a otros
· Acá un humilde
niño ejemplo de valores morales
Por Miguel Ángel Cristiani González
Desde siempre, la realización de los Juegos Olímpicos, han
sido todo un espectáculo, pero además son un ejemplo de motivación y esfuerzo,
que convierte a los participantes en verdaderos maestros de las enseñanzas de
vida diaria.
En cualquiera de las disciplinas, todos los días surgen
emocionantes momentos, de alegría, tristeza, frustración, coraje, disciplina,
compañerismo y muchos otros aspectos más.
Precisamente uno de los casos que se hizo viral en las
benditas redes sociales, fue el del corredor español Iván Fernández que cuando
su contrincante Abel Mutai de Kenia pensó que había terminado ya la competencia,
se detuvo, y entonces Iván también se paró -pudiéndole rebasar y ganar- para
hacerle ver que tenía que seguir avanzando todavía hasta la meta.
El hecho es sin lugar a dudas, una lección de honor o el
verdadero significado de la palabra "competencia"...
¿Cuántos de nosotros en nuestras actividades diarias,
estamos dispuestos a detenernos para apoyar a nuestros compañeros de trabajo o
en las calles?
Somos como esos corredores que van tratando de avanzar hacia
la meta, sin detenerse a apoyar a quienes lo necesitan en nuestro entorno.
El atleta de Kenia, Abel Mutai, estaba sólo a unos metros de
la meta pero se confundió con los letreros y se detuvo pensando que había
finalizado la carrera. El atleta que corría detrás de él, el español Iván
Fernández, al darse cuenta de lo que sucedía, comenzó a gritarle que continuara
corriendo. Mutai no sabe español, por lo que no le entendió.
Fernández, reconociendo que Mutai no lo comprendía, le dio
un empujón para que continuara corriendo y ganara la carrera.
Un periodista preguntó a Iván:
- “¿por qué lo hiciste?”
Iván le contestó: “Mi sueño es que algún día vivamos en un
mundo en el que nos ayudemos unos a otros para alcanzar la meta”.
El periodista insistió:
- “pero, ¿por qué permitiste que ganara el atleta de
Kenia?”
Iván le respondió: “No le dejé ganar, él iba a ganar la
carrera. Esta victoria era suya”.
El periodista insistía, y le preguntó nuevamente:
- “Pero... tú pudiste haber ganado”.
Iván lo miró fijamente y le dijo: “Pero, ¿Cuál hubiese sido
el mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor en esa medalla? ¿Qué
pensaría mi madre de esto?”
Los valores se transmiten de generación en generación.
¿Qué valores enseñamos a nuestros hijos y cuánto inspiramos a los demás a vivir
vidas virtuosas? La mayoría solo nos aprovechamos de las debilidades y faltas
de otros, en vez de empujarlos para que alcancen sus metas.
Hace unos días, mientras descansaba bajo la sombra de un
árbol frondoso en un parque, se me acercó un humilde niño, de no más de ocho
años, para ofrecerme las artesanías manuales que andaba vendiendo, como no le
iba a comprar, le señalé que a unos pasos había una fina gorra que se le había
caído a alguien, para que la recogiera y se la llevara.
Ni siquiera volvió la cara para mirarla, manteniendo firme
sus ojos, me respondió: “No es mía.”
Unos segundos después, una señora que estaba vendiendo
golosinas, fue a recoger la gorra y se la colocó en la cabeza.
Mientras el pequeño se alejaba para seguir ofreciendo sus
mercancías.
¿Cuántos niños habría actuado de esa manera?
Solamente quiénes han recibido en sus hogares una sólida
preparación de valores morales.
Todavía impresionado por la calidad moral del pequeño, de
condición humilde, pero inmensamente rico en valores morales, me quedé pensando
que ojalá algún día ese pequeño llegara a ser presidente de la república, como
aquel admirado oaxaqueño que llegó a ser el Benemérito de las Américas.
La pregunta es ¿Cuántos de los actuales funcionarios
públicos de todos los niveles de gobierno, federal, estatal y municipal, están
actuando de la misma manera?
En fin que los juegos olímpicos no solo son un
extraordinario espectáculo, sino que también son una fuente de valiosas
experiencias y enseñanzas, que podemos aplicar en nuestra vida diaria.
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