Ya chole, Andrés, con matar mexicanos. Porque decidiste que
la pandemia era algo que podías controlar, como el mesiánico que eres, con
declaraciones y estampitas. Porque no quisiste gastar dinero en pruebas o
cubrebocas, menos en ampliar la capacidad sanitaria. Al contrario, destrozaste
el Seguro Popular justo cuando llegaba la pandemia junto con el aparato de
adquisición de medicinas. Claro, también tenías que ahorrar dinero comprando
vacunas, y ahora culpas a los países “ricos” de quedárselas.
Ya chole, Andrés, de responsabilizar a otros por tus
errores. Con todo el cinismo que te caracteriza, acabas de responsabilizar a
farmacéuticas de “bloquear” los medicamentos que necesitan niños con cáncer.
Niños que han muerto y que hoy deberían vivir, otros más que morirán, por tu
culpa. Y por falta de vacunas también regresarán poliomielitis, sarampión y
tuberculosis. Llantos de enfermedad y muerte que deberías escuchar en tu cuarto
de Palacio Nacional pero que te sacudes aduciendo que la culpa es de otros.
Ya chole, Andrés, de robar. Parientes y colaboradores tuyos
se hinchan de dinero en tanto pregonas, como si alguien todavía te creyera, que
eres impoluto. Resulta que aceptabas sobres rellenos de efectivo mientras
presumías de traer vacía la cartera, y acabaste admitiéndolo diciendo que eran
para “el movimiento”. Sucede que tu gobierno concede infinidad de contratos sin
licitación, que tus programas sociales explotan de pus. Que te hayas recortado
salario y quitada pensión es irrelevante cuando pasarás el resto de tu
existencia en la abundancia material que acumulas sin traba.
Ya chole, Andrés, de hacerte el demócrata. Porque detestas
todo aquello que pueda limitar tu poder o exhibir tus errores y corruptelas.
Eres un autoritario que enfurece ante la crítica y aspira a eliminarla.
Detestas a los “pasquines inmundos” y darías lo que fuese por callar a esas
“benditas redes sociales” que ahora te exhiben sin piedad. Eres un destructor
de instituciones porque un mesías no quiere obstáculos a su persona. Gobernar
lo haces fatal, pero eres excelente destruyendo aquello que no te gusta y
atacando a los que te cuestionan.
Ya chole, Andrés, con tus obsesiones nacionalistas,
estatistas y retrógradas. Tu pasión por el petróleo y el carbón son similares a
la que mostraste por el caballo y el trapiche: el gusto por un pasado de
pobreza que por alguna razón idealizas para millones (aunque no para los
tuyos). El México romántico de Pepe el Toro solo existe en el cine, y cuando
tratas de hacerlo realidad solo provocas miseria a aquellos que prometiste
serían prioridad de tu gobierno.
Ya chole, Andrés, con tus obras faraónicas. La refinería,
tren y central avionera a las que hoy canalizas los miles de millones que
quitaste de programas y fideicomisos, que merecen la atención que no tienen los
enfermos o pobres, solo serán mausoleos a tu ineptitud y arrogancia. La
naturaleza ya muestra el desastre que es Dos Bocas, y Mitre hace lo propio con
ese aeropuerto que nunca debió existir porque los aviones no se repelen. Con
suerte, un día la selva cobrará la revancha por la destrucción que hoy le
infliges para que pase ese tren que tanto te embelesa.
Ya chole, Andrés, de ser el peor Presidente del México
moderno. Todo tiene un remedio y es una lástima que tu enorme soberbia te
impida ver que lo mejor que podrías hacer por ese país que dices querer, por
esos millones que juraste proteger, sería renunciar antes de causar más daño.
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