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lunes, 25 de septiembre de 2017

Lo que el sismo cambió

La extraordinaria solidaridad de la sociedad ante los recientes temblores es inversamente proporcional a la falta de confianza en las instituciones y en la conducción de gobierno.

Después del sismo una enorme cantidad de personas de forma espontánea reaccionó: corrió a los edificios afectados o destruidos, formó cadenas humanas, se organizó, tomó de manera consciente o inconsciente una decisión: no voy a esperar a que actúe un gobierno al que juzgo incapaz.

La juventud, generosa y solidaria, de forma masiva se volcó en apoyos múltiples y horizontales. Como en 1968, la adhesión a Cárdenas en el 88, la huelga del CEU en 1989, de estas movilizaciones saldrán nuevos liderazgos políticos con nuevas ideas de organización. No es claro todavía de qué signo. En estos días lo mismo pudimos ver organizaciones autogestivas que los que trabajaron codo a codo con los militares y los marinos.

Salvo dos casos (el secretario de Gobernación y el delegado en Xochimilco, de Morena, que tuvieron que salir huyendo perseguidos por ciudadanos furiosos) no se ha visto a la clase política –diputados, senadores, funcionarios, candidatos– integrada a una cadena de ayuda, en mangas de camisa. Si acuden, oportunistas. Si no lo hacen, indiferentes. El sismo movió las piezas en el tablero político. Es casi imposible que Miguel Ángel Mancera o Ricardo Monreal, con afectaciones graves en la ciudad y en la delegación Cuauhtémoc, renuncien para lanzarse de candidatos. Sería un suicidio.

En relación con el dinero a los partidos. Primero, Morena decidió hacer caravana con sombrero ajeno al anunciar que 'donaría' 20 por ciento de su presupuesto electoral. El PRI de Ochoa ofreció 25 por ciento, pero de su presupuesto de este año, no del año electoral. El Frente ofrece hasta ahora la propuesta más aventajada: que los partidos renuncien al 100 por ciento del multimillonario presupuesto que les otorga el INE y que su financiamiento provenga de las donaciones de sus militantes y simpatizantes. López Obrador, en un segundo momento, les tomó la palabra y secundó la propuesta. Hasta la hora en que escribo este artículo el PRI no se ha pronunciado sobre esta idea. El INE debe manifestarse e indicar los pasos a seguir para fortalecer la iniciativa y para fijar –porque los donativos y apoyos no deben de ser indiscriminados– los topes de las aportaciones de particulares y el modo de auditarlas.

Cambios fundamentales en menos de una semana. La aparición de forma masiva y ordenada de decenas de miles de jóvenes y la posible eliminación del financiamiento oficial a los partidos (dinero ahorrado que deberá canalizarse a la reconstrucción.) Es muy temprano todavía para saber qué cauces seguirán los nuevos afluentes de la juventud organizada. No se sabe aún si adoptarán un cariz antisistema (anti-PRI), si los logrará atraer Morena o el Frente Ciudadano, o si decidirán participar –ahora que pase la emergencia y cobren consciencia de su fuerza– de forma independiente. Esperamos la medición de esas tendencias. Sería raro que, ya en las calles, se desmovilizaran y no participaran en el proceso de 2018, como sí lo hicieron en 2012 a través del movimiento YoSoy132.

He visto, como todos, la generosidad sin límites de las decenas de miles de voluntarios –mujeres y hombres–, y también el orgullo de millones que, ante las imágenes de heroísmo y de solidaridad, se reconocen en ese México que emergió el 19 de septiembre. He seguido la admiración que despierta fuera de México esa manifiesta actividad solidaria. En otras partes es el Estado el que se encarga de proveer y reconstruir, aquí la sociedad civil entra a suplir sus deficiencias y lagunas. Se abren caminos posibles: fortalecer al Estado, disminuirlo para que la sociedad misma organice la forma de paliar sus necesidades, o encontrar una forma conjunta de operación entre sociedad y autoridades.

La Historia no tiene un libreto predeterminado. Los accidentes ocurren y seguirán ocurriendo. Hay una clara responsabilidad de las constructoras (por la falta de calidad en los materiales empleados) y de las autoridades (que conceden permisos indiscriminadamente y que mediante prácticas corruptas autorizan violaciones a los reglamentos urbanos.) Pero también se caen unos edificios y otros no, no sólo por la corrupción sino por el tipo de temblor. Cada temblor, como cada huella digital, es diferente. Por el lugar del epicentro, distancia, profundidad, tipo de suelo, cada temblor puede impactar a ciertas áreas y edificios y a otros no. Los sismos son impredecibles. Nos toca ajustar los protocolos, a la sociedad y las familias planear guías de seguridad.

Tenemos que presionar para que la autoridad investigue la responsabilidad de las constructoras y de los funcionarios corruptos. Nos toca apoyar en la reconstrucción. Cada uno según sus capacidades y medios.

Vivimos en una zona sísmica. Tembló y temblará. Unos se irán, pero la mayoría aquí nos quedaremos. Se han abierto nuevas posibilidades de acción. La tierra se sacudió con violencia, debemos nosotros interpretar los cambios sociales y políticos que deriven del sismo. El proceso electoral en marcha se tornará más complejo y por lo tanto mucho más interesante.

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