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domingo, 24 de septiembre de 2017

El fin del mundo… en política


Francisco Ortiz Bello/

Pues una vez más las mentadas profecías que anuncian el exterminio total de la humanidad quedaron sin sustento.
Un astrónomo cristiano de nombre David Meade (sólo falta que tenga alguna clase de parentesco con José Antonio), es el creador de la teoría que defienden los profetas que creen en el Apocalipsis, como consecuencia del eclipse solar del pasado 21 de agosto mismo que, según esa teoría, sería el preludio del fin del mundo que ocurriría ayer 23 de septiembre.

Según Meade, en el Libro de la Revelación, de la Biblia, se describe una imagen de destrucción y fuego en el cielo, cuando Nibiru aparezca. Nibiru es un planeta o estrella de la mitología babilónica, sin embargo, los científicos modernos no reconocen la existencia de este cuerpo celeste.

La teoría de Nibiru no es nueva. El fin del mundo atribuido a este planeta colisionando con la tierra, se ha venido “posponiendo” desde el año 2000. Luego se dijo que en mayo de 2003; luego que en diciembre del 2012 (aquí reforzaron su teoría mezclándola con profecías mayas), y ahora septiembre del 2017, pero nunca ha ocurrido nada. Como si no tuviéramos otras cosas importantes que hacer. La verdad es que es una total falta de respeto y de seriedad, remarco la ironía y sarcasmo, que ni el fin del mundo nos puedan cumplir. Piensan que tiene uno su tiempo.

Siguiendo esta profecía un tanto “pirata”, Nibiru está descrito como una mujer vestida de Sol y la Luna bajo sus pies (de ahí su vinculación al eclipse del 21 de agosto), además de una corona de doce estrellas sobre su cabeza, y se dice que esta mujer dará a luz a un niño, quien dirigirá las naciones con un cetro de hierro, y un paquete de galletas emperador a un lado.

Pero bueno, ya dejando de lado la ironía y hablando con toda la seriedad que el tema amerita, por supuesto que la NASA ha informado que dicho planeta, estrella o lo que sea, Nibiru, no existe. Ha dicho que no hay colisión alguna de la tierra y que es imposible predecir el fin del mundo. ¡Claro!

Sin embargo, ante la fuerza de los desastres naturales, esos de origen conocido y real, como la de los pasados sismos del 7 y 19 de septiembre, la sensibilidad social se exalta al punto de creer verdaderas barbaridades como la de Nibiru y el fin del mundo.

Una aclaración pertinente, en aras de evitar ociosas confusiones, toda la ironía y sarcasmo usados para referirme al mentado “fin del mundo” por la supuesta colisión de Nibiru con la Tierra, nada tienen que ver con la terrible y desgarradora realidad que viven miles de mexicanos damnificados, por los recientes sismos en el centro y sur del país. Son temas que nada tienen en común. Todo mi respeto y solidaridad a quienes resultaron afectados por esos movimientos telúricos, y toda mi admiración y reconocimiento a quienes se han dedicado a recolectar y transportar ayuda humanitaria a esos lugares.

Bueno, pero el tema de esta participación no está enfocado al fin de la humanidad, aunque sí tiene relación directa con otro posible exterminio. El de la clase política.

Sí, aunque pudiera parecer una exageración, como consecuencia de la terrible tragedia y drama que viven hoy decenas de miles de mexicanos, afectados por mayormente por el sismo del pasado 19 de septiembre, el reclamo de la sociedad mexicana se volcó feroz y contundente contra los partidos políticos.

Y no es que estas instituciones hayan sido responsables directas de lo ocurrido (un sismo es un fenómeno de la naturaleza que no puede ser atribuido a personas u organizaciones), pero sí han sido, por décadas, omisos e indiferentes a las verdaderas necesidades sociales y por eso, la sociedad mexicana, les ha enviado con fuerza y contundencia el mensaje claro de que, o se ponen las pilas, o la sociedad tomará otra clase de determinaciones.

La irritación social hacia los partidos políticos, ineficientes y enfocados en sus propios intereses se materializó a través de una petición concreta: destinar, al menos, la mitad de sus recursos a la reconstrucción de las ciudades afectadas por el terremoto. Pero no ya en tono de amable y cordial petición, sino de una firme exigencia que no admitía la menor réplica en sentido contrario.

Iniciada como una simple idea en las redes sociales, la petición cobró tal fuerza que se convirtió en una enorme avalancha imposible de detener. Tan es así que, a los partidos políticos no les ha quedado otra alternativa que entrarle al toro por los cuernos y asumir, obedecer, este mandato de la ciudadanía.

El PRI ya formalizó su propuesta de ceder, donar, o devolver (como se le quiera decir) el 25 por ciento de su presupuesto para las campañas del 2018, a favor de los damnificados por el sismo. Morena ya llevaba desde antes un avance en la propuesta de hacer lo propio con el 50 por ciento de su presupuesto, añadiendo además la exigencia de que hagan lo mismo instituciones dependencias como el propio INE, el Poder Judicial, los Congresos, etcétera.

Los integrantes del Frente Amplio Democrático (PAN, PRD y MC) han declarado, en conjunto, su acuerdo para que desaparezca por completo el financiamiento público a partidos políticos, es decir, que por fin los mexicanos dejemos de mantener la costosa operación de estas instituciones que poco han servido al país en los últimos años.

Todo parece muy bien. Todos están de acuerdo en que así debe ser, que hoy es más importante apoyar la reconstrucción del país y apoyar a los que más necesitan en este momento. El problema es que, pese a estar de acuerdo en lo fundamental, no hay acuerdo en la manera de hacerlo, los tiempos y los montos.

Unos proponen el 20 por ciento, otros el 25, otros el 50… Unos quieren que sea de las prerrogativas del 2018, o del dinero para campañas, otros quieren que sea una reasignación inmediata del presupuesto de este año, lo cual pueden hacer perfectamente los diputados. Y aunque parecieran diferencias menores y fáciles de conciliar, la verdad es que no lo son. Por ejemplo, el año que entra hay elecciones, lo cual aumenta de manera sustantiva el presupuesto a los partidos políticos. Por lo tanto, no es lo mismo el 25 por ciento, o el 50, o el porcentaje que sea, del presupuesto de este año (notablemente menor), que el mismo porcentaje del presupuesto del 2018, la verdad es que conviene más que sea el del 2018, porque resultaría una cifra considerablemente mayor, solo que habría que esperar al 2018 para ejercerlo.

Al respecto, el pasado 21 de septiembre, Luis Ernesto Derbez escribió en su cuenta de Facebook: “¿‘Donar’ dinero de partidos a reconstrucción? Pongámoslo claro: No se trata de una ‘donación’ de partidos, no es un ‘regalo’, ni una ‘dádiva’; es una reasignación del presupuesto de partidos políticos para la reconstrucción. Es dinero de mexicanos para mexicanos. No es dinero de políticos, ni de partidos. Estoy de acuerdo en esta reasignación. Y voy más allá, hay que recortar gastos superficiales. Si es necesario, hagamos cambios de ley para reasignar presupuestos. El Congreso puede legislar en el tema. no hay pretextos para no usar ese dinero. Hagamos que el dinero de los ciudadanos funcione para ellos, como debe ser. Porque México es Primero”

Creo que el texto de Derbez recoge el sentimiento popular. O los partidos políticos acatan el mandato del pueblo, o la próxima petición de la sociedad será que desaparezcan los partidos políticos, y eso es perfectamente posible si se sigue acumulando la irritación y descontento populares a estas instituciones. Eso sí podría ser, eventualmente, el fin del mundo para la clase política de este país. Y es algo perfectamente posible y viable. Cuidado.

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