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miércoles, 31 de mayo de 2017

El mundo no se acaba el domingo

Hay muchísimas expectativas de que los resultados del 4 de junio pudieran ser definitorios de los resultados de la contienda presidencial en el 2018. Hasta los medios internacionales, que generalmente no le ponen mucha atención a elecciones locales en México, están subrayando que los resultados electorales en el Estado de México, Nayarit, Coahuila y Veracruz, podrían, por ejemplo, amarrar la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.


Pero no se alboroten estimados lectores, ya sea que estén a favor o en contra de AMLO, porque lo que suceda el domingo es importante para las personas que podrían votar este domingo. Pero definitorio o concluyente, no lo es.

Para entender el futuro del país, más allá de los resultados del domingo, hay que ver cómo reaccionan los actores fundamentales en estos siguientes 12 meses y cuáles son las tendencias que podrían impactar las decisiones del electorado en el 2018.

Aunque las elecciones del 4 de junio son importantes, no son definitorias para el 2018 ni para el futuro de México en la siguiente década. Todavía hay varias tendencias que hay que seguir de cerca para entender cómo será el proceso electoral del 2018.

Uno de los grandes temas será la forma en que todos los partidos reaccionen y se posicionen ante el tema de corrupción. Y aunque estas elecciones fueron un abreboca de la competencia de quién lanza más lodo al otro candidato o candidata, también los debates giraban alrededor de quién era menos corrupto o corrupta. Y para 2018, la contienda va a girar alrededor de quién de los candidat@s es menos corrupto y que tengan más credibilidad ante el electorado de que AHORA SÍ, tendrán la voluntad de liderar un gobierno pulcro y meter a la cárcel a los corruptos.

Hay que recordar los resultados intermedios del 5 de junio del 2016, cuando el PRI perdió 7 de las 12 gubernaturas y entre los que perdió, se encontraban estados que el tricolor había gobernado durante 86 años –Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas.

Pero hay que ser claros porqué perdió el PRI –fue el tema de corrupción y no porque el electorado esté convencido de que el PAN es una mejor opción. El año pasado el PAN se percibía como la opción menos corrupta. La pregunta es si en el 2018 el electorado tendrá esa percepción. De nuevo este tema seguramente estará latente en las decisiones de los electores de este domingo. Pero será un tema definitorio en el 2018. Regreso a un comentario que hice hace un año: No nos sorprenda que el siguiente presidente de México sea el candidato que esté dispuesto a declarar que tiene las intenciones de investigar al equipo de Peña Nieto, sino inclusive al mismo presidente.

Pero no sólo tendrá que hacer esta declaración, sino tener la credibilidad ante los electores.

Esto me lleva a la segunda tendencia, que es el antipriismo, o la percepción negativa del Partido Revolucionario Institucional y la baja aprobación del presidente Enrique Peña Nieto. Para desfortuna de la persona que vaya a representar al PRI en el 2018, tendrá que impulsar una campaña en rechazo al presidente y del mismo partido para asegurar no caer al fondo de las preferencias electorales.

Finalmente es la situación de violencia en el país, que todo parece indicar que sigue incrementando. No sólo hemos visto cómo han aumentado los asesinatos en un 10.68 por ciento, según cifras del Observatorio Nacional Ciudadano, y entre los estados donde más se percibió un deterioro en la seguridad están el Estado de México y Veracruz. No sorprendería que se disparen la violencia y criminalidad en el Estado de México después de las elecciones, sin importar quién sea el siguiente gobernador.

La interrogante para el 2018 es ¿quién asumirá la responsabilidad política del deterioro de la seguridad? y ¿cuál de los candidatos convencerá a los electores que tendrán la fuerza y la voluntad de enfrentar la violencia y la impunidad?

Finalmente, los resultados de la renegociación del NAFTA obviamente tendrán un impacto en los procesos del 2018, y no es claro quién se beneficiará. Será fácil atacar cualquier acuerdo con la Casa Blanca de Trump, pero al mismo tiempo creará gran nerviosismo si se percibe que el NAFTA podría morir en México y no en Estados Unidos. Parafraseando burdamente el dilema de Shakespeare: Atacar o no atacar el NAFTA. That is the question.



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