Directorio

Directorio

lunes, 25 de julio de 2016

De Jolopo a Peña: …entre corrupción y perdones

Por Martín Moreno

El paralelismo histórico entre Jolopo y Peña es tan cercano y viviente como su propia imagen de gobernantes formados a la sombra de la corrupción y la frivolidad. Foto: Especial.
Del carnaval de la corrupción a la farsa del perdón, los presidentes priistas han hecho práctica y sistema: primero delinco, luego me disculpo. Primero corrompo, luego existo. Primero robo y dejo robar, después pido perdón y asunto arreglado. Los mexicanos olvidan pronto y vuelven a votar por el PRI. Esa es nuestra trágica realidad, y todos la hemos avalado y permitido.
De las lágrimas vacuas de José López Portillo pidiéndole perdón a los pobres por haberles fallado, a la “humildad” de Peña Nieto ofreciendo disculpas – ya en dos ocasiones dentro de su sexenio- por la Casa Blanca agraviante; por los millones de dólares de oscura procedencia; por el innegable conflicto de interés y tráfico de influencias con el Gripo Higa; por la complicidad rampante, no hay ninguna diferencia: es la hipocresía del gobernante ante el desastre dejado a su espalda. El paralelismo histórico entre Jolopo y Peña es tan cercano y viviente como su propia imagen de gobernantes formados a la sombra de la corrupción y la frivolidad.
No hubo arrepentimiento real en López Portillo. Tan sólo fue un acto dramatizado aderezado con lágrimas que al terminar la astracanada, se fue orondo a la Colina del Perro, mansión construida – vaya paradoja- con dineros del poder político mexiquense, vía Carlos Hank González. Cada ladrillo, cada mármol, cada madera, tenía el sello del despilfarro sexenal que vivió y permitió vivir Jolopo de 1976 a 1982.
No hay humildad en Peña Nieto. Hay, en cambio, una estrategia diseñada con dos objetivos: intentar revertir el aborrecimiento de los mexicanos hacia su persona, y no perder la Presidencia en 2018. Es eso, y nada más.
Los dos perdones de Peña – el primero, dicho en agosto de 2015 durante la XXXVIII Sesión del CNSP ante “interpretaciones que lastimaron e indignaron a los mexicanos” sobre la “casa blanca”, y el segundo, el lunes pasado, pidiendo perdón “porque en carne propia sentí la irritación de los mexicanos”-, desnudan, exhiben y comprueban la estrategia desde Los Pinos: ante la imposibilidad de tener un Presidente honesto y probo, ha llegado la hora de pedir perdón y apostarle a la tradicional y generosa amnesia del mexicano.
Perdón inicial, en agosto de 2015.
Perdón sistemático, en julio de 2016.
A eso se le llama estrategia política y, bajo ninguna circunstancia, lo podemos catalogar ni admitir como un perdón sincero, de entraña. No, ciudadano Peña Nieto. A otro perro con ese hueso. Sus perdones ni valen ni cuentan. Son, simplemente, meros formulismos políticos, frases hechas, lugares comunes.
Como López Portillo, Peña Nieto pide perdón por el desastre que nos está heredando. Los presidentes se retiran para gozar de sus fortunas sospechosas, como Salinas de Gortari, como Vicente Fox. Los mexicanos nos quedamos a sufrir sus malos gobiernos, con crisis económicas, políticas y sociales.
Por eso, para Peña Nieto, ni perdón ni olvido.
Al corrupto no se le perdona. Al corrupto se le castiga.

No hay comentarios :

Publicar un comentario