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lunes, 18 de enero de 2016

Mitos y mentadas


Jacques Rogozinski




“La única verdad es la realidad”: Aristóteles

Con este artículo me estreno como columnista regular. La columna vertebral de mis escritos será exponer ideas nuevas, que estimulen la discusión sobre diversas facetas económicas y políticas de México y el mundo. En los artículos semanales que iré presentando, cuestionaré la sabiduría convencional y en algunos casos trataré de desbaratar mitos que hay en el país. Por esto, seguramente me llevaré muchas mentadas. Esta es la razón por la que el nombre de esta columna será Mitos y Mentadas.

Algunos de los temas que analizaré incluyen por ejemplo: con un PIB per cápita mucho menor que cualquier país de la OCDE, ¿cómo es que los chinos ahorran casi 50 por ciento de su ingreso?, ¿por qué los norteamericanos ahorran sólo 18 por ciento? ¿Por qué Italia teniendo alta corrupción tanto en el sector público como en el privado, con cambios constantes de gobiernos y siendo la cuna de la mafia, es un país desarrollado? ¿Y Corea? Los problemas de México como la corrupción y el bajo nivel educativo, ¿son sólo problemas de instituciones o de la aplicación de la ley?

Es mi intención escribir combinando conocimientos teóricos, con mi experiencia profesional en el sector privado y público, tanto nacional como internacional. En estas funciones, durante los últimos 20 años tuve la oportunidad de realizar más de 250 viajes a más de 45 países, implementando proyectos, aprendiendo, conviviendo y debatiendo con personalidades, que representan diversas culturas del mundo.

Me motiva la tesis central de mi libro Mitos y mentadas de la economía mexicana, en el que planteo la imperiosa necesidad de revisar tesis académicas y recetas económicas basadas en experiencias de países que poco o nada tienen en común con el nuestro. Así como se habla dereal politik para indicar una corriente del pensamiento que exige centrarse en la idea de que la única verdad es la realidad y que las políticas deben tener como único objetivo el interés del país y de sus habitantes, de igual modo tenemos que usar el término real economikpara pensar políticas económicas basadas en nuestros intereses, nuestras necesidades, nuestra realidad, nuestra cultura y cierto espacio y tiempo en que se aplican.

Las estrategias que muchas veces se aconsejan para lograr el desarrollo de México vienen avaladas por experiencias de países que están en otra etapa de crecimiento y que llegaron ahí de distintas formas, diferentes a las que hoy predican. Son como libros de recetas producidos en masa para ser vendidos por igual en una tienda de Mogadishu, como en una universidad de la Ciudad de México: un dogma para todos. Muchos libros que dan recetas one size fits all, exponen éxitos y fracasos de un tiempo que poco o nada tienen que ver con la globalización actual y la revolución de la información. En otras ocasiones, trasladan modelos de manera automática de nación en nación.

En no pocos casos, hay que considerar a muchas de esas tesis como productos de la historia y no de prospectiva económica, recetas que corresponden a paradigmas hoy agonizantes. Las crecientes expectativas actuales cambian la concepción del tiempo y el espacio y no se pueden seguir ortodoxias que, tan sólo una década atrás, indicaban, por ejemplo, duras políticas recesivas por largo tiempo para tener una bajísima inflación, lo que hoy en día, política y socialmente, no es factible. Como lo señaló David Konzevik: “En este nuevo mundo hay que repensar lo pensado y pensar lo no pensado”.

Ese será el espíritu de esta columna: conocer las recetas, pero sólo para saber combinar mejor los ingredientes y preparar el platillo que mejor le sienta a México.

En síntesis, mi confesada expectativa es cumplir con la obligación elemental de alguien que le pide el tiempo a una persona, que es provocar a los lectores a que hagan neurobics: poner a las neuronas a hacer aerobics.

La próxima semana hablaré de cuáles son algunos de los ingredientes para tener crecimiento económico.

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