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lunes, 25 de enero de 2016

Deslindes + El Chapo y Moreira, ¿Misión Cumplida?



Por Armando Sepúlveda Ibarra
Apenas la suerte o, por decirlo mejor, una inocente infracción de tránsito puso al ya célebre Joaquín El Chapo Guzmán en manos de la policía mientras burlaba de nuevo al perseguidor, el señor Peña y su coro de la alta burocracia festejaron al estilo de ruidoso carnaval, con timbales y flautas, aquella hazaña atribuible al azar cuando, en realidad, su cacareada misión cumplida sólo vino a corregir la increíble y aún impune fuga del capo hace seis meses de su celda del Altiplano, una cárcel por fortuna de alta seguridad.
Hubo tanta euforia oficial y de la prensa servil a la consigna, por la fortuita captura del jefe de El cartel de Sinaloa, que daba la impresión a propios y extraños que los cerebros brillantes y tortuosos del nuevo PRI de vuelta al poder, habían resuelto de plumazo los graves problemas nacionales de la corrupción en el gobierno, de la impunidad, de la violencia, de la inseguridad, del azote del crimen organizado y también del político; de la pobreza y de la voraz actitud de la clase política de todos los partidos por enriquecerse con los dineros públicos, con la venia y complicidad de los tres poderes. Mas todo seguía igual, para desilusión de la fogosa porra oficial que festejaba hasta derramarse en lágrimas de contento y fungía como siempre de organizador de caravanas, tipo jolgorio, ante cualquier acto de los protagonistas.
En medio de la fiesta del gobierno por la recaptura de El Chapo Guzmán, a quien representantes de la autoridad le habían abierto las puertas de la cárcel el 11 de julio de 2015 para que se escurriera hacia la libertad por un gigantesco túnel de alta corrupción que nadie pudo descubrir, ni la sagaz inteligencia, en medio del festín de triunfalismo otra cara de la moneda del destino saltó a escena y congeló los festejos e invitó a todos a la cordura y la sensatez y, para qué ocultarlo, a revisar amistades y pasados tormentosos recientes, por si algunos amarraron tratos íntimos con su persona: hablamos de la caída en desgracia del ex líder del nuevo PRI y ex gobernador de Coahuila, el maestro de escuela y ex bailarín Humberto Moreira, uno de los consentidos del régimen hasta hace poco tiempo en que la vida, bastante generosa con su puerca trayectoria, le sonreía y mimaba cual cachorro de la revolución neoliberal.
Allí todo el gozo del oficialismo que soñaba con subir al señor Peña a las nubes de la popularidad por la odisea homérica de volver a encerrar al prófugo que ayudaron a escapar por segunda vez con meticulosa y corrupta estrategia, se vino por los suelos. Fue entonces cuando por el asombro y la confusión, los mariachis del tricolor callaron con aquel ensordecedor mensaje que llegó de la policía de España y sacudió las estructuras del gobierno encubridor: “Misión Cumplida – ironizó el texto utilizando la desafortunada frase del señor de Atlacomulco --: Detuvimos a Moreira”. Sí daban crédito a la noticia, sentados y boquiabiertos: el mismo ex gobernador de Coahuila y presidente del PRI en tiempos de la campaña del señor Peña, acusado allá de lavado de dinero, malversación de fondos públicos y otras lindezas (por las cuales otros politiquillos en funciones y en la banca, incluyendo priístas, panistas, perredistas y demás fauna, deberían correr igual suerte), estaba preso por delitos que el gobierno de México lo exoneró. Qué más esperaban de un sexenio con el sello de la corrupción ganado a pulso, dirían los clásicos. (Aunque el viernes 22 de este enero de 2016 Moreira dejó la prisión con las reservas de ley, la justicia española le retiró el pasaporte para evitar que huya y le arraigó en su domicilio mientras termina su proceso que podría complicársele si de los tribunales de Texas envían las evidencias de su fechorías financieras en Coahuila).
Intocable e inocente, honesto y limpio como el aire de la región más transparente del Valle de Anáhuac, según rememoraba Don Alfonso Reyes, así veían a Moreira la procuración de justicia mexicana y las inútiles contralorías. En confianza y con desparpajo Moreira paseaba orondo por México y España, entre lujosos barrios de la alta burguesía ibérica, con un tren de vida de rey despilfarrador de los dineros de los coahuilenses que sustrajo con una manita del gobierno federal, porque buena parte de la descomunal deuda de Coahuila la consiguió con papeles apócrifos con el aval cómplice de personeros de la Secretaría de Hacienda antes de embolsárselos y enviarlos a bancos de Texas oculto entre cuentas y negocios de sus prestanombres, algunos de los cuales, como su tesorero Javier Villarreal, ya descansan tras rejas texanas.
Como sucedió durante meses en los preparativos de la segunda fuga de El Chapo Guzmán de un penal de alta seguridad, para sorpresa de los mortales de a pie aquí nadie pero nadie de entre el gobierno sabía nada de las sucias andanzas del ex líder del nuevo PRI y menos que este señor Moreira había hurtado toneladas de dineros del erario de Coahuila para transferirlos, con la picardía y temeridad de sus cómplices encabezados por su tesorero Villarreal, a cuentas de Estados Unidos, donde siguen a su clan un juicio penal contra los depósitos de caudales mal habidos. Hasta el día de ayer, el ex gobernador y antiguo protegido de otra celebridad del sistema: Elba Esther Gordillo, era para el gobierno mexicano una blanca palomita, aunque exista desde un principio la sospecha de que con el desvío de parte de los préstamos que elevaron la deuda estatal de 323 millones de pesos a ¡¡¡33,867 millones de pesos!!!, durante su gobierno de 2005 a 2011, financió campañas políticas, incluso con aportes a la del señor Peña. Por si alguien quisiera esculcar los archivos de la tesorería estatal, en busca de las pruebas físicas, toparía con que su hermanito Rubén Moreira, por méritos propios es el actual gobernador por herencia carnal en este país ejemplo de la democracia ideal, como Platón la imaginaba.
Entre el bullicio de los gárrulos del oficialismo por la recaptura de El Chapo Guzmán -- cuyo personaje cinematográfico terminarían por inmortalizar los actores Sean Peen y Kate del Castillo con el esbozo de una leyenda de celuloide frustrada por las indiscreciones y deslices y por el descuido del capo de circular a exceso de velocidad en su escapatoria en Los Mochis – y entre el silencio luctuoso de los neopriístas en el poder por la detención de su distinguido correligionario el señor Moreira, emergen del pantanoso sistema político la forma y el fondo de cómo los gobernantes usan a la justicia, siempre según el cristal de las presas ajenas o de la familia. O, para ser preciso, cómo de la última fuga del cabecilla de El cartel de Sinaloa nada se sabe de los responsables de haberle dado las llaves de la libertad más que del poco convincente proceso en contra de simples guardias y empleados carcelarios y funcionarios menores y, para variar, de ningún pez gordo.
Si los genios y sabios del gobierno, duchos en mercadotecnia barata usual en la difusión de productos mágicos engañabobos, creen que con volver a encarcelar a El Chapo Guzmán o a cualquier otro capo recuperarán confianza y credibilidad y, de remate, terminarán con los problemas de las drogas y la violencia, como parecen confesarlo con sus desplantes de carpa al estilo de la comicidad de Medel y Cantinflas por ponerlo una vez más a resguardo, poco saben de esos menesteres y necesitan concentrarse en la raíz de todo este fenómeno que deja miles y miles de muertes por violencia y otras causas: el inmenso e intocable consumo de drogas en Estados Unidos y demás países enlistados entre los de mayor demanda. ¿Quién combate de veras el gigantesco consumo con programas para rehabilitar a las víctimas o para disuadir a los jóvenes de enrolarse en los vicios de la drogadicción? Entran y salen capos de las cárceles, descabezan carteles de la droga y el consumo y la violencia crecen imparables y ningún gobierno quiere ver su viga en sus ojos más allá de la paja en el ojo ajeno.
En verdad los protagonistas, aún poco fiables para el sentir de la opinión pública, cantarán victoria y enarbolarán aquí su misión cumplida sólo en el momento en que el gobierno acabe o, al menos, abata los graves problemas sociales comenzando por la pobreza, la desigualdad, la violencia, el crimen organizado que incluye a políticos corruptos y mafiosos, desenmascare a los políticos y empresarios que reciben financiamiento del crimen organizado; ataque a la corrupción y demás lacras que los partidos y sus cabecillas solapan, fomentan y disfrutan, en vez de dedicarse al circo de ofrecer a los leones las figuras de actores que filmarían la vida del ya legendario (por aquello de la fama) Joaquín Archivaldo El Chapo Guzmán Loera, mientras vagan por ahí, en el desenfado y la impunidad, los verdaderos delincuentes de cuello blanco y de chaqueta con fuero institucional.
armandosepulvedai@yahoo.com.mx

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