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domingo, 1 de noviembre de 2015

cultura y tradición se mezclan en Día de Muertos



En el Estado de México, como en todo el país, persiste la veneración a los muertos este 1º y 2 de noviembre, pero la celebración del Día de Muertos difiere en cada región, pues la costumbre data de la época prehispánica; sin embargo, un elemento que no falta en ninguna casa, panteón o iglesia son las ceras, velas y veladoras, pero en la actualidad el arte y la cultura también se han hecho presentes en ferias y festivales.

Es tal la vistosidad de esta celebración que ha atraído la mirada del mundo entero, gente de otras culturas que no entienden la costumbre de venerar a los muertos y rendirle culto a la muerte, por lo que el Día de Muertos ha sido declarado ya por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde el año 2008.

Con la fiesta del Día de los Muertos se celebra el retorno transitorio a la tierra de los familiares y seres queridos fallecidos. Este periodo también marca el final del ciclo anual del maíz, que es el cultivo predominante en el país y coincide con la llegada de la mariposa Monarca, a la que los indígenas mazahuas consideraban la mensajera de las almas de los difuntos.

Pese a la situación económica, las familias se esfuerzan por mantener su tradición y, para ello, en sus casas y, en algunos casos, en las tumbas de sus seres queridos, se montan las tradicionales y mundialmente famosas ofrendas a los muertos, cada una con el sello de la etnia indígena que le dio origen.

Pero el festejo por el Día de Muertos también ha trascendido al arte popular, a la cultura y a las manifestaciones artísticas en donde se da muestra de creatividad y de talento, como en las representaciones artesanales de la muerte, de la prestigiada Catrina que José Guadalupe Posadas inmortalizara en sus grabados o las que con azúcar y colores vegetales endulzan el paladar convertidas en dulce de alfeñique.

Los gobiernos no han dejado de lado esta celebración y cada año invierten considerables sumas de dinero para realizar festivales artísticos y culturales que tienen dos finalidades, una es la de llevar esparcimiento a los habitantes de todas las edades, la otra tiene que ver con el rescate y preservación de tradiciones.

Así, en el municipio de Toluca se realiza la Feria y Festival del Alfeñique, en la primera se expenden las tradicionales "calaveritas" de azúcar, de chocolate o amaranto, junto con las demás figuras de dulce que integran esta artesanía como los borregos, las frutas hechas con masa de pepita, los ataúdes, ofrendas y altares que recuperan las tradiciones indígenas se encuentran a lo largo de Los Portales emblemáticos de la capital mexiquense.

En lo que a festivales se refiere, el de Toluca ha cobrado importancia en los últimos años y su recinto, la Plaza de los Mártires, es adaptado como foro para la presentación de espectáculos musicales, en el cual se ubican, a manera de decoración, Catrinas y Catrines de tamaño gigante observando el Palacio del Poder Ejecutivo y el Palacio Municipal, respectivamente.

El de las Almas en Valle de Bravo -que en los últimos años ha incorporado sedes alternas en diversos municipios mexiquenses- incluye la presentación de artistas locales y de talla nacional e internacional que acercan expresiones como la música, el canto, la danza y la dramaturgia a los mexiquenses que también disfrutan de colocar sus ofrendas a lo largo del malecón de la presa que le ha dado fama nacional e internacional a ese Pueblo Mágico.

Metepec, otro Pueblo Mágico, atrae a vecinos de ese y otros municipios con su mega ofrenda de muertos en el cerro de Los Magueyes o de El Calvario, así como su extraordinaria exposición de Catrinas de diversos tamaños elaboradas con barro natural y pigmentado; barro policromado y vidriado libre de plomo esperan a que se les visite en el palacio municipal.

En Amecameca, específicamente en el parque nacional El Sacromonte, los vecinos de la zona oriente del Estado de México rinden culto a sus muertos con una procesión a la que se acompañan de rezos, cantos y caminan llevando velas, veladoras y sahumerios con copal e incienso.

El valle de México, como cada año, no podía quedarse atrás y el escenario es Xochitla, el Parque Ecológico ubicado en el municipio de Tepotzotlán, para la presentación de su tradicional Festival de Noche de Muertos; este evento, lleno de color, fiesta y verbenas es ideal para celebrar en familia a los fieles difuntos y preservar la tradición ancestral de nuestros pueblos originarios.

Casi todo el mes de octubre Catrinas y Catrines pasean por las plazas comerciales y calles céntricas de los municipios mexiquenses recordando a los transeúntes que la vida es efímera y que llegará el día en que la muerte les lleve hasta el frío sepulcro, para luego invitarles a los eventos artísticos y culturales, como las visitas guiadas a los panteones, en donde se narran leyendas o se realizan breves representaciones teatrales.

Sin embargo, en lugares como Ixtapan de la Sal la ofrenda de muertos incluye comida para los vecinos que se acercan a la casa con una vela o veladora con la que esperan atraer el alma de los difuntos a la casa visitada, en donde reciben alimentos que pueden ser desde un jarro de café o atole con un pan hasta platillos más elaborados como el mole rojo o verde y hasta carne asada, de acuerdo con las posibilidades económicas de cada familia.

Asimismo, en la capital del estado, los palacios de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como la sede de todos los municipios mexiquenses acostumbran montar sus tradicionales ofrendas, con el fin de apoyar las acciones de preservación de una de las más ricas y admiradas tradiciones mexicanas en el mundo.

Para la parte espiritual del Día de Muertos, se destacan dos fechas: la del 30 de octubre que corresponde a los que murieron siendo niños aún y la del 1º y 2 de noviembre que está dedicada a los seres queridos que ya siendo adultos abandonaron este mundo para trasladarse a otro plano en brazos de la muerte.

La tradición de la ofrenda de muertos sobrevivió a la Conquista y se mantiene hasta nuestros días con marcadas diferencias entre las culturas indígenas que les dieron origen, pero coinciden en el uso de incienso o copal que se prende en sahumerios, generalmente hechos con barro, el cual es utilizado para aromatizar el camino de las almas; así como las velas o veladoras para iluminar su camino.

Las flores de cempasúchil, el terciopelo rojo y la nube son utilizadas para atraer a las almas a la ofrenda de alimentos y bebidas, porque significan la vida eterna de los muertos en comunión con los dioses, así como para llevar a las tumbas en el día que las almas de los muertos retornan entre los vivos para convivir y disfrutar de su compañía.

En una ofrenda de muertos no puede faltar el agua, fuente de vida y símbolo de pureza que calma la sed del alma que ha traspasado mundos, tampoco deben estar ausentes los platillos que en vida degustaban acompañados, por supuesto de tortillas, pero también de pan, elemento que se sumó a la tradición con la evangelización de los pobladores originales y que representa los huesos de los difuntos; además, no deben dejar de colocar calaveritas de azúcar para endulzar su estancia y regreso al mundo de los muertos.

Algunas etnias esparcen pétalos de flores y colocan velas y ofrendas a lo largo del camino que va desde la casa al cementerio y los manjares favoritos del difunto se colocan alrededor del altar familiar y de la tumba, en medio de las flores y de objetos artesanales, como las famosas siluetas de papel.

Los preparativos se realizan con particular esmero, pues existe la creencia de que un difunto puede traer la prosperidad traducida en una abundante cosecha o la desdicha según le resulte o no satisfactorio el modo en que la familia haya cumplido con los ritos y tradiciones.

Es necesario mencionar que en muchos lugares aún se conserva la tradición de "velar" a los muertos en sus tumbas, por lo cual los panteones, mausoleos y cementerios pueden parecer la noche del 1º de noviembre como una enorme fiesta, pues algunos familiares llevan, incluso, la música que en vida prefería el difunto.(a)

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